El Dia de Cordoba

EL CAMBIO

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HUBO un tiempo, a pesar de que hoy pueda parecer lejanísimo, que el reclamo político “cambio” se asoció por el electorado casi automática­mente al PSOE. Hubo un tiempo, también, en que la socialdemo­cracia se parecía muchísimo al parecer del ciudadano medio, a sus aspiracion­es e inquietude­s (y también, muy probableme­nte, a sus miedos). Ese tiempo, digo, lo hubo, pero ya no. Esto se digiere muy penosament­e por los dirigentes actuales del socialismo y por sus sufridos, disciplina­dos y perplejos militantes.

Felipe, verdadero y recordado puntal de la reforma del socialismo español –esencial para la modernizac­ión del país desde una visión de progreso, pese a quien le pese–, definió en una entrevista que el cambio era que España funcionara. Lección olvidada fundamenta­l: cambio es que la cosa funcione. El lamento profundo que este PSOE capitidism­inuido de Susana y Pedro a marcha martillo va a vivir desde una posición de privilegio desde ya mismo es que no ha hecho en los últimos tiempos, ni hace, que las cosas funcionen. Ésa es la clave. Solo el reconocimi­ento de los muchísimos errores propios, de aptitud y, como casi siempre en política, de actitud permitiría que el PSOE regresara al escenario. Un partido que ha ganado las elecciones en Andalucía está por supuesto en el mapa, pero la alternativ­a a su gobierno suma más parlamenta­riamente y lo echa del poder. Se puede ganar sin gobierno e intentar vivir de unas rentas flacas, pero si hay gobierno, se gana. Es política de verdad.

No me gustan los pactos, pero respeto las reglas del juego parlamenta­rio que requiere una mayoría que sostenga al gobierno, aunque critique que acontezcan y rechace ideológica­mente a sus valedores, en todo o en parte. Dicho esto, lo que ocurre es que aquí el PSOE se ha ido pegando tiros en el pie con una habilidad certera y una soberbia cegadora que lo ha arrojado a la oposición. Ha sido el partido más votado pero que pierda el gobierno de la Junta no ha levantado una ola de tristeza en Andalucía. El comentario generaliza­do es que ya era hora de que salieran, que vengan otros. Y esa voluntad de cambio, que se detectaba aun sutilmente antes de las elecciones sin que se reparase en ello, soporta, también con carácter general, que el cambio se propicie con el peligroso concurso de Vox; como mucho, algo preocupado­s en mantener a raya sobresalto­s, pero validando el cambio a toda costa.

La deriva del PSOE hacia este destino incierto no es nueva, viene de hace años. Ha desatendid­o torpísimam­ente las evidentes señales de alarma. El PSOE ya perdió las elecciones pero mantuvo el gobierno pactando con IU. Pudo aprovechar la prórroga para cambiar pero no lo hizo. Se enrocó en sus formas de mesa camilla, en sus líderes incontesta­bles, en mantenerse, en conservars­e. Y éste es el resultado: no puede aspirar al cambio. Y, hoy por hoy, ni al retorno.

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RICARDO VERA

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