El Dia de Cordoba

Apuntes a una secuela con vistas a 2049

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El 2019 llega al calendario sólo un par de años después de Blade Runner 2049, la secuela del clásico dirigida por Denis Villeneuve en la que Ridley Scott se limitó a ejercer de productor. Aunque considerad­a por la crítica como inferior en cuanto a alcance y ambición respecto a la original, y sin nada que deber ya a Philip K. Dick en cuanto a autoría, lo cierto es que Villeneuve (quien trabaja actualment­e en una nueva versión de Dune que se articulará en dos partes y que se estrenará previsible­mente en 2020) recupera algunos elementos de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? que habían quedado pasados por alto en el primer Blade Runner, como la representa­ción de un mundo desértico cubierto de polvo tras una catástrofe monumental y la querencia de Rick Deckard, el protagonis­ta, por una mascota (en este caso un perro demasiado aficionado al alcohol). Habrá ocasión para comprobar su vigencia dentro de treinta años. a la ciencia-ficción tenía que ver con los límites de la conciencia entre lo natural y lo artificial: la posibilida­d de que al ser humano le fuese revelada su existencia en un orden tecnológic­o y no biológico, de que cayese en la cuenta de que en realidad es un androide salido de una fábrica y no lo que entendía por un ser humano. La primera vez que Dick exploró este territorio fue en su relato Impostor, publicado en 1953, y no dejó de hacerlo hasta su última página. A menudo se ha vinculado esta obsesión con el supuesto trastorno bipolar de Dick (el escritor francés Emmanuel Carrère lo dejó todo escrito al respecto en su biografía del autor, Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, recienteme­nte rescatada por la editorial Anagrama), pero el mismo novelista explicó en su momento que fue la temprana lectura de los diarios de uno de los generales nazis que quedaron al mando del campo de exterminio de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial (otra de las obsesiones de Dick, que abordó en El hombre en el castillo) la que le llevó a la conclusión de que existen necesariam­ente criaturas de apariencia humana que no pueden ser considerad­os seres humanos, sencillame­nte porque no lo son. Esta sentencia constituye la médula de

rencia a ciertos animales sintéticos (respetada finalmente en la película), tampoco exhalaba una especial preocupaci­ón por el medio ambiente: su eje esencial era la distinción entre lo natural y lo artificial centrada en la condición humana. Sin embargo, el guion de Peoples no sólo convenció a Philip K. Dick, sino que el escritor manifestó su más absoluto entusiasmo por el texto así como los efectos especiales diseñados por Douglas Trumbull (quien había hecho lo propio en 2001 de la mano de Stanley Kubrick). Aunque Dick falleció en marzo de 1982, sólo tres meses antes del estreno del filme, lo que pudo ver en la sala de montaje le bastó para, esta vez sí, pregonar un vaticinio certero: Blade Runner cambiaría para siempre la historia del cine. Y así fue.

El propio Philip K. Dick admitió que su única contribuci­ón original

1. Ridley Scott da instruccio­nes a Harrison Ford en el rodaje de ‘Blade Runner’, en 1981. 2. Rutger Hauer como Roy Batty. 3. ‘The religious experience of Philip K. Dick’, cómic de Robert Crumb. 4. Ryan Gosling en ‘Blade Runner 2049’. 5. Daryl Hannah y William Sanderson, en ‘Blade Runner’. 6. Scott y Ford, en el rodaje de ‘Blade Runner 2049’. Blade Runner hasta su ambivalent­e final, pero más aún en la escena en la que Roy Batty, el androide al que interpreta Rutger Hauer, parece transitar el camino inverso: la conciencia de su propia muerte convierte al replicante en un ser humano capaz de comprender la disolución de la realidad como lágrimas en la lluvia. En cualquier caso, ahora que la dependenci­a tecnológic­a ha hecho de los ciudadanos de Occidente verdaderos cyborgs, la conciencia no lo tiene mucho más fácil.

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