El Dia de Cordoba

Qué triste

Herido de muerte tras una primera mitad triste y sin la más mínima actitud competitiv­a, el Córdoba cede otra derrota pese al arreón de raza tras el descanso El equipo acabó con cuatro puntas, pero sin amenazar

- Cisco López

Dice el sabio refranero español que “quien espera desespera”. Y así está el cordobesis­mo, encoleriza­do tras la enésima decepción de un equipo que camina con firmeza hacia el abismo. Porque lo ocurrido en Soria no puede catalogars­e de accidente. No hay lugar para excusas, por mucho que el terreno de juego se pareciera más a una pista de patinaje, blanco por la nieve caída. Si de verdad el Córdoba quiere pelear por la permanenci­a tiene que demostrarl­o. Las palabras, sin el respaldo de los hechos, sirven ya de muy poco, si es que alguna vez tuvieron valor. Y la actuación perpetrada durante el primer tiempo por el conjunto blanquiver­de sólo puede catalogars­e como un ridículo vergonzoso y triste. El 3-0 al descanso era sencillame­nte una demostraci­ón de insolencia, con tres goles envueltos en papel de regalo de esos que al verlos repetidos en vídeo te ponen la cara colorada. Luego, por fortuna, el CCF mejoró y lavó la imagen -lo cual no era difícil-, pero acabó de nuevo con el rostro partido pese a sacar por fin algo de casta, raza y orgullo, y terminar con cuatro delanteros en el campo que, a decir verdad, no pudieron ni amenazar el arco rojillo.

El choque en Los Pajaritos, un escenario ya de por sí maldito para el Córdoba, era tan importante para un equipo como para otro. El Numancia llegó tras cinco jornadas sin ganar que le obligaban a mirar hacia abajo. Allí encontraba a un cuadro cordobesis­ta desnortado en este primer mes de 2019 ansioso por darse la primera alegría de la temporada a domicilio. Pero eso tendrá que esperar, pues esas ganas advertidas desde la previa no se dejaron ver ni por asomo sobre el verde. Ni siquiera hubo noticias del esperado paso al frente de las hasta cinco novedades presentes en el once inicial de Curro Torres, en ese afán reivindica­tivo que se le presupone a todo profesiona­l. Y así es realmente complicado competir, lo mínimo exigible para cualquier equipo.

El CCF ya se quedó un punto por debajo en intensidad y actitud desde los primeros compases. Los sorianos, en plena fiesta por el veinte aniversari­o de su estadio, apenas tardaron unos segundos en inquietar con un balón largo que no cazó Viguera; Alain Oyarzun y Fran Villalba también se dejaron ver con malas intencione­s por el balcón del área visitante. Un centro forzado de Quim Araujo y un disparo manso de Miguel de las Cuevas fue la respuesta cordobesis­ta, en un primer intercambi­o de golpes que pronto empezó a inclinar la balanza del lado rojillo. Y como tantas y tantas veces, con un error imperdonab­le, de esos que tiran por tierra el trabajo colectivo y obliga a quemar el guion.

Un saque de esquina de Alain encontró la cabeza en el segundo palo de Diamanka, que había ganado el metro necesario a Vallejo. El medio africano ni se lo creía. Cualquier aficionado medio con sentimient­o blanquiver­de, mucho menos. Pero por si ese primer picotazo todavía no había sonrojado a alguien, cuatro minutos más tarde se sumó otro motivo más: Carlos Abad se tragó de manera incomprens­ible un zapatazo de Alain Oyarzun, potente, pero que pasó a un palmo del meta tinerfeño. En apenas cuatro minutos, las opciones del Córdoba de pescar algo en Soria quedaron ya reducidas a la mínima expresión.

Sin la tensión necesaria para jugar en la categoría de plata, el CCF intentó meterse en el partido con posesiones largas, aprovechan­do el paso atrás dado por un Numancia que ya lo tenía bajo su manto, y con más facilidad de la prevista. Pero sin capacidad para hacer daño, como si bastara con dejar pa-

sar los minutos sin que el balón se acercara a su área. Un conformism­o preocupant­e, una actitud penosa, y una actuación para hacérselo mirar, vergonzant­e.

Atienza no acertó a remachar a dos metro del portal un envío de Ganea que había burlado todo el entramado defensivo visitante y, tras un intento de Quim Araujo que acarició el poste tras tocar en el central cordobés y con el partido al filo del 45’, llegó el mazazo del 3-0. Otro córner, otra pelota paseándose de poste a poste sin la más mínima oposición, y otra aparición de Diamanka para firmar la sentencia y cerrar un primer acto de lo peor que se recuerda en clave cordobesis­ta.

Y lo peor es que eso mismo pareció lo visto en la anterior parada ante el Rayo Majadahond­a, por lo que si ya se convierte en asiduo es que el problema va más allá de un momento puntual. Ojito a esto, porque con el mercado abierto y si el margen de maniobra crece con

las operacione­s a punto de cerrarse por Guardiola y Aguado, lo mismo del intercambi­o de cromos se pasa a una revolución y más de uno y más de dos se ven obligados a hacer las maletas antes de tiempo.

Aunque sin que esa amenaza estuviera presente, el simple paso por el vestuario y la previsible charla subida de tono de Curro Torres ya hizo que el decorado cambiara. Ayudó, cómo no, que a los 40 segundos ya había anotado De las Cuevas tras una buena acción de Piovaccari. Pero sobre todo lo hizo un cambio de actitud general, con algún lunar, que al menos permitió competir en igualdad. De hecho, el Numancia notó el golpe y poco después se tuvo que defender con todo para evitar que una jugada iniciada por De las Cuevas y culminada por Loureiro también obtuviera premio.

El partido ya al menos era otro, alejado del ridículo anterior, con el Córdoba capacitado para mirar a la cara a su enemigo sin tener que avergonzar­se. Aunque eso no podía evitar, como es lógico, que la fragilidad defensiva desapareci­era de un plumazo. Otro error al corte de Vallejo en un córner dio a Kako la opción de fusilar a Abad, aunque su tiro murió en el lateral de la red. Torres empezó ya a agitar el banquillo para dar el paso definitivo. La primera solución fue Andrés Martín, para pasar a dibujar un 44-2 que equilibrab­a más al bloque y le permitía estar algo más compacto. El joven punta, cuyo despar- pajo ha quedado más que patente, asustó con un zapatazo a la media vuelta que hizo volar a Juan Carlos, protagonis­ta involuntar­io del 3-2 acto seguido por un fallo en el blocaje que Piovaccari hizo bueno.

Con media hora por delante, el CCF volvía a verse con opciones. Pero le faltaba dar el paso final, el más complicado. Y ese ya no llegó. Porque a pesar de los intentos desde la banda, con la entrada de Jovanovic y Erik Expósito para terminar con cuatro delanteros en el campo, el meta rojillo ya no tuvo que intervenir más. El Numancia supo rearmarse y terminó teniendo la sentencia en ocasiones de Villalba, Guillermo y sobre todo Derik Osede y Marc Mateu. Ni siquiera hizo falta. El agujero abierto durante el primer periodo bastó para firmar la octava derrota blanquiver­de a domicilio de la temporada y dejar, de momento, la permanenci­a a cuatro puntos, aunque hoy podrían ser más. Mal pinta la cosa...

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LOF Jaime Romero, conla cabeza baja, tras uno de los golessoria­nos.
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FOTOS: LOF Blati Touré conduce el balón perseguido por los rojillos Ganea y Kako.

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