El Dia de Cordoba

LA CASA COMÚN DE LA DERECHA

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LAS elecciones andaluzas del 2-D desmontaro­n la vieja idea aznarista de la casa común de la derecha. Un único partido que agrupase a todas las sensibilid­ades de la diestra –desde los gais liberales hasta los frailes trabucaire­s– quizás era una ventaja en los años irrecupera­bles del bipartidis­mo, pero es totalmente inoperante en el muy fragmentad­o y cambiante panorama político poscrisis. Tras el meteorito de Lehman Brothers del 15 de septiembre de 2008, ser un pesado mastodonte ya no es una ventaja evolutiva; más vale ser ligero mamífero con capacidad de llegar a pequeños ecosistema­s antes inalcanzab­les. El PP de Andalucía es una buena prueba de ello. Durante las décadas en que fue el único partido del centrodere­cha, el latifundio del patriarca Arenas, fue incapaz de alcanzar el poder, ni cuando en 2012 ganó en votos y escaños las autonómica­s. La razón: no tenía ningún partido con el que pactar. A lo máximo que llegó en esta larga travesía fue a la famosa pinza, junto a IU, para restar el peso del PSOE en las institucio­nes, pero nada de acariciar las suaves sedas del poder. Sin embargo, Juanma Moreno, un político sin carisma ni peso específico en la organizaci­ón, ha logrado lo que nadie se atrevía ya a soñar: el trono de San Telmo. La razón: la existencia de partidos a su derecha e izquierda (Vox y Cs, res- pectivamen­te) con los que poder pactar y llegar al Gobierno.

Sin embargo, Aznar, tal como se vio en la convención popular celebrada este fin de semana, vuelve a insistir en su idea de la casa común. Como Don Quijote, el PP sufre una evidente nostalgia del paraíso perdido, aquel en que los hombres de derechas vivían juntos bajo la misma encina, alimentánd­ose de sus bellotas y protegiénd­ose bajo su sombra. Pero esa Edad Dorada se acabó y empeñarse en añorarla es un error. Aznar, el vigoréxico ex presidente, debería saber que, por el universal principio de la entropía, es imposible que un vaso que se ha hecho añicos en el suelo vuelva a reconstrui­rse de forma natural.

Después de la Gran Recesión (si es que podemos hablar en pasado) la izquierda y la derecha se han convertido en complicado­s puzzles y sólo los que sepan armarlos llegarán al poder. Como bien sabe Pedro Sánchez, Frankenste­in, lejos ya de ser una aberración de la ciencia, se ha convertido en un ser altamente capacitado para la superviven­cia. De la casa común de la derecha sólo quedan las ruinas –en gran parte gracias a los obuses de Aznar– y añorarla sólo conduce a la melancolía.

El PP sufre nostalgia del paraíso perdido, aquel en que los hombres de derechas vivían juntos bajo la misma encina

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LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

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