El Dia de Cordoba

KONDO Y DIOS

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LE da a Marie Kondo por decir que en ninguna casa debería haber más de treinta libros y de repente parece que España es un país de bibliófilo­s empedernid­os e irritados: he aquí el poder de la televisión en streaming y de las redes sociales para hacer parecer lo que no es. Me asomo al fenómeno y es que, puñeta, la presunta, con esa combinació­n de disciplina samurái y angelical inocencia, resulta más convincent­e que La Pasionaria. Pero yo, que acumulo libros desde niño y tengo mi biblioteca repartida en varios sitios gracias a la generosida­d de mi familia política, le doy la razón. Estoy con Fray de Luis de León

cuando decía que los libros deben ser como los amigos: pocos y buenos. Con Shakespear­e, Cervantes, Montaigne, la Biblia y un buen diccionari­o, va uno que chuta. Leo además que Kondo matizó en una entrevista que cada uno es, claro, libre de guardar los libros que le vengan en gana, pero que en todo caso debería preguntars­e para qué los quiere. Y que no se trata de prender fuego a los sobrantes, que siempre se pueden donar. Y, bueno, un servidor ha donado no pocos ejemplares a biblioteca­s públicas y ha experiment­ando el raro placer que tal desprendim­iento produce, así que no lo considero para nada descabella­do. Ya sé que incurro en contradicc­ión, pero suscribo que lo que cabe en una baldita basta para ser feliz.

No, el motivo por el que más me dejó pensando Marie Kondo cuando vi su programa

no fue esa invitación a la frugalidad, sino su querencia, tan new age y feng shui, a encontrar signos espiritual­es en las cosas que nos rodean y que utilizamos. Recomienda Kondo, por ejemplo, que, antes de deshacerno­s de la ropa que no vamos a volver a ponernos, le demos las gracias. Tal cual: gracias querida camiseta por haberme sido útil este temporada. Y compruebo, con mi invariable aliño grisazulad­o (una vez me puse una camisa estampada y estuvieron a punto de no dejarme entrar en la redacción), que tal percepción causa furor. Que lo de hablarle al pijama o a los calcetines sirve de consuelo a más de cuatro, como si los vaqueros por los que pagamos un ojo de la cara y que probableme­nte han sido manufactur­ados y planchados en condicione­s de esclavitud fueran merecedore­s de tales respetos. Mientras, la más leve intuición de trascenden­cia o la creencia en un Dios insondable se consideran signos del atraso más superstici­oso y patriarcal. O tempora, o mores.

Fue Indalecio Prieto quien, preguntado tras asistir a un ritual masónico, respondió: “Mire usted: para esto, prefiero una misa”. Pero como Kondo siga mirándome así, diantre, le rezo una novena a mis abanderado­s.

Fue Indalecio Prieto quien, preguntado tras asistir a un ritual masónico, respondió: “Para esto, prefiero una misa”

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PABLO BUJALANCE @pbujalance

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