El Dia de Cordoba

“Ojalá se diera la diversidad musical de los 60 y 70”

El autor acaba de publicar ‘Ana Belén, Víctor Manuel. Los latidos de un país’ (Efe Eme), que recorre por primera vez la trayectori­a de ambos

- Pilar Vera CÁDIZ

–Ana Belén y Víctor Manuel han sobrevivid­o cincuenta años dentro y fuera del escenario. Una consistenc­ia que no siempre ha actuado a su favor: en ellos se piensa cuando se piensa en la progresía, en “los de la ceja”... –Todos tenemos prejuicios, y en el caso de Víctor y Ana es fácil despertar odios, ya que han demostrado ser una pareja muy estable a pesar de todos los avatares. Creo que, en los últimos tiempos, tendemos a relativiza­r demasiado lo que fue la oposición al franquismo. Olvidamos que en el año 69, se declaró el estado de excepción en España, y que a principios de los setenta se dieron los casos de Ruano y de Puig Antich. Víctor Manuel surge como una cantautor muy apegado al folclore, que escoraba hacia temas muy sociales y hacia composicio­nes reivindica­tivas y valientes, que a menudo tenían dificultad­es para pasar la censura. Ambos se unen al PCE y reciben amenazas de muerte. Se la juegan en muchos momentos con una serie de reivindica­ciones.

–Entre las polémicas del momento, estuvo la de la obra Ravos, en México... ¡salió a defenderlo­s Julio Iglesias!

–Ahora que está tan de moda el tema de la bandera, el conflicto surgió porque se creía que pisaban una bandera de España: no era cierto, aunque Ravos sí cuestionab­a elementos del nacionalca­tolicismo, del folclore... Julio Iglesias acababa de dar el salto al estrellato americano, tuvo muy claro que su carrera estaba enfocada a lo internacio­nal. Lo curioso es que en Mundo joven, la revista de música del momento, podías ver juntos a Julio, Mike Kennedy, Miguel Ríos y Juan Pardo. –Eso es algo que destaca: la diversidad del panorama musical de la época.

–De finales de los 60 hasta los 80, junto al auge de los cantautore­s, los grupos de pop seguían en activo, y la canción melódica ocupaba también su lugar. Junto al rock de Miguel Ríos estaba Víctor Manuel pero también Triana o Nino Bravo. Y las mujeres: nombres como Mari Trini, de influencia francesa, o Cecilia, de influencia anglosajon­a. La lista de éxitos de la época tenía una heterogene­idad que ya la quisiéramo­s. Había un afán de atrevimien­to, también en el cine... Si alguien hace ahora Ana y los lobos, no aguanta en las salas. Había una rebeldía que estaba en primera línea. –¿Cómo llega a este proyecto sobre ambos?

–Sobre todo fue el sorprenden­te mente hecho de que, a pesar de ser rostros icónicos para todos, no existía un libro que hablara de su trayectori­a juntos. Sobre Víctor se había escrito muy poco, aunque tiene unas memorias muy interesant­es; y sobre Ana Belén, tampoco mucho. Pienso que es algo demasiado frecuente en este país: hay muchos músicos esperando que alguien ponga en valor su obra.

–También ha escrito un libro sobre Marisol (Marisol, Pepa Flores: corazón rebelde): un referente tan parecido y tan distinto al de Ana Belén.

–La principal diferencia es que Marisol fue un fenómeno estratosfé­rico. Zampo y yo no cuaja en taquilla y Ana Belén tiene claro que lo que tiene que hacer, a los 17-18 años, es romper con esa imagen aniñada y dedicarse al teatro. Otra gran diferencia es que Marisol tuvo a Goyanes como productor, mientras que Ana Belén tuvo a Miguel Narros, que sabrá sacarle el potencial, al igual que luego Víctor Manuel, que era quien estaba convencido de que debía dedicarse a la canción. Su unión es la de dos cómplices que se juntan. No estoy diciendo que dependiera­n de ellos, pero está claro que el entorno y la estabilida­d emocional influyen muchísimo: sobre todo, en el caso de Ana Belén, tocando tantos palos a la vez. Es verdad que, a Marisol, Antonio Gades la ayudó durante un tiempo... Hay que destacar hasta qué punto Marisol lucha por tomar las riendas de su carrera. Hasta el 86 está en activo y hace trabajos muy buenos, también en la tele, como Mariana Pineda; y en su carrera discográfi­ca tiene cosas muy interesant­es. La conquista personal de Pepa Flores tarda, pero consigue desembaraz­arse de esa imagen naif, por ejemplo, con el desnudo de Interviú. –Probableme­nte, de pocos artistas sepamos más canciones. Quizá por ser tan conocidos, los hemos dado por hechos.

–Yo propondría mirar donde no se suele; en aquellas canciones que no han tenido tanta repercusió­n. De hecho, creo que esa ha sido mi principal labor a la hora de hacer este libro. Javi Álvarez, por ejemplo, recordaba cuando la fecha de salida de un disco de Víctor y Ana era un acontecimi­ento, del bombazo de Rosa de amor y fuego. Creo que, en los 80, supieron muy bien huir del sonido convencion­al aunque asumieron muchas influencia­s, con arreglista­s que les daban el tono del momento. Siempre hay tiempo para la ternura es un trabajo con buenos descubrimi­entos. Hay temas en los que se ve que su compromiso no es impostado, ya hay desencanto en los años en su Canción de la esperanza. A los artis- tas les exigimos que sean tan combativos como cuando tenían 20 o 30 años, pero ni nosotros mismos lo somos. Para mí, Víctor Manuel y Ana Belén representa­n un tipo de honestidad que no me parece justo que se ponga en duda, ahora que hablamos tanto de memoria histórica. Casi nada está en su sitio, el último trabajo de Víctor Manuel, no es la propuesta de un artista acomodado. Por no hablar de Ana, que desarrolló dos carreras con muy buen equilibrio entre ambas facetas, con papeles muy exigentes en el cine y el teatro. Ahora que se habla tanto de empoderami­ento, ella es un buen modelo.

Ahora que se habla tanto de empoderami­ento, Ana Belén es un buen modelo”

Últimament­e, tendemos a relativiza­r demasiado lo que fue la oposición al franquismo”

 ?? JESÚS MARÍN ?? El escritor Luis García Gil, en el café-librería La Clandestin­a.
JESÚS MARÍN El escritor Luis García Gil, en el café-librería La Clandestin­a.

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