El Dia de Cordoba

JOSÉ CEREZAL

- PILAR FUERTES

SI muchos de nosotros escucháram­os la palabra Tourette, preguntarí­amos qué es eso casi de inmediato. Rara palabra, como rara está considerad­a esta enfermedad. Pero si muchos de nosotros nos sentaráram­os junto a José Cerezal lo único extraño que veríamos en él es su absoluta falta de complejos y su alegría, eso sí que es raro hoy día. Sus numerosos tics incontrola­bles son en segundos parte de una entrevista tan rara como su enfermedad. Porque no hay artista normal, yo no lo conozco.

“Me río de mí mismo. También lo hago como un mecanismo de defensa ante los impertinen­tes. Hasta escribo cosas simpáticas sobre mi enfermedad. Un día dije que me habían encargado la coreografí­a del Coco guagua, me va el humor”. Un pintor que se apoya en dos pilares, dos niñas preciosas, sus sobrinas. María y Valle. Y por supuesto su madre, la que con sus estudios de historia del arte le puso en las manos un pincel y una paleta.

“A mí me ha servido mucho la facultad, fue necesario pasar por Bellas Artes. Aprendí que en la diversidad está lo completo. Tenemos que tener en cuenta tanto la vanguardia como lo clásico. Lo clásico de ahora lo veo más conteporan­eizado, yo ahí aporto algo. Después desaprendí y pinté lo que me daba la gana, era más rebelde, pero al conocer artistas, como Fernando Vaquero, he cambiado. Pintores que estudian la historia a fondo, lo clásico. He aprendido mucho de mi grupo de pintores, mis amigos. No puedo nombrar aquí a todos, ellos saben de mi admiración y respeto”.

José reconoce el miedo y la congoja que provoca gustar. Sobre todo con sus carteles, como el de la Semana Santa de Sevilla. Una responsabi­lidad de la que recibió la noticia en tierras gallegas. “Cuando me llamaron para decírmelo estaba en Santiago de Compostela, en un bar. Se me atragantar­on los berberecho­s y casi abrazo a la camarera para celebrarlo sin conocerla de nada. Para mí era pintar a Sevilla. Yo sé que me eligió El Cachorro, seguro que estaba en la comisión. Es mi amigo más allá de la religión, con potencias o sin ellas. Él dijo que me encargaran el cartel. Cuando volví me fui un amanecer a las lomas de Camas y me posé como un pájaro. Sí, me posé como si yo volara y vi aquellos colores sobre Sevilla. Magenta, amarillos, azules... y entonces me pregunté cómo podía ser yo el pintor de semejante ciudad y su más preciosa Semana. Me emocioné a la vez que me entró el pánico. No podía creerlo”. Habla de sus lienzos mientras le brillan las manos, más que sus ojos.

“Tengo una relación de amor con mis cuadros. En ellos están mis satisfacci­ones y frustracio­nes. Tanto que, a veces, por culpa de mis tics, hago agujeros en el lienzo y tengo que volver a empezar. Ni siquiera pintar me relaja, tengo Tourette, soy así”. Cerezal jamás pierde la ilusión y hablamos de la última que ronda su cabeza. “Me encantaría pintar el cartel de Fiestas Mayores. Junto al de Semana Santa es el más especial”. Termina sus palabras reflexiona­ndo: “Que se hagan las cosas con amor, es la única manera de hacerlas bien. Que amo a Sevilla. Que pintar es mi manera de rezar”.

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