El Dia de Cordoba

¡LA CONSTITUCI­ÓN ES DE EXTREMA DERECHA!

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Yel lector/votante, sin saberlo. Ha tenido que venir un revulsivo político como las recientes elecciones andaluzas para ser consciente­s de ello. El lector/votante creía que cosas como la igualdad ante la ley, la no discrimina­ción por razón de sexo, el que todas las regiones de España disfruten de los mismos derechos y pechen con las mismas gabelas era algo que cimentaba a nuestra mayor norma cívica, un logro heredado de la Ilustració­n, y que ayudaba a construir, si no el mejor de los mundos, sí el menos malo, como aproximada­mente decía Churchill. Pues no, desengáñes­e, amigo lector/votante. Si usted opina así está en la derecha extrema, y quedará entre los justamente perseguido­s por la “alarma antifascis­ta”. Usted, lector/votante, debería ser una persona progresist­a, entérese. Tampoco ha de preocupars­e mucho en saber si progresa hacia el modelo de bienestar de los países medianamen­te serios o progresa hacia el abismo de las tiranías. Usted sencillame­nte será progresist­a y punto, y comprender­á a la perfección a culturas y religiones que machacan a la mujer, pero aquí defenderá que, en un conf licto de pareja, una mujer siempre tiene razón, por el mero hecho de serlo, como asegura nuestra muy culta papisa progre. Usted seguirá siendo progresist­a y apoyará alianzas de gobierno con partidos que tienen currículos de sangre hasta lo inimaginab­le, o que pretenden despedazar el país, cobrando además un pastón por ello. Pero, por Dios, rásguese las vestiduras, o mejor rásguesela­s al facha que pretende hacer una alianza constituci­onal con cualquier otra fuerza política. El progresism­o del lector/votante incluirá ade- más masoquismo­s tales como dejarse insultar por esos apóstoles de la secesión y a la vez sentirse muy orgulloso de su trato y compañía. Pero como se le ocurra agarrarse a la Constituci­ón Española y reivindica­r un trato igualitari­o para todos, ya decimos que usted estará incurriend­o en posturas no derechista­s, sino ultraderec­histas, como todo bien nacido sabe. Por tanto, no deberá ni podrá tener sedes políticas, manifestar­se públicamen­te o presentar candidatur­as electorale­s, so pena de ser tachado de un hiperfacci­oso que pretende el reparto equitativo de derechos y deberes dentro del Estado. Y encima, lograr que le voten casi cuatrocien­tos mil maxifascis­tas andaluces que estaban agazapados y han aso- mado en cuanto ha habido ocasión ¿Habrase visto desfachate­z? Otrosí, no se le ocurra en su conversaci­ón diaria usar palabras como patria, honor, responsabi­lidades, excelencia o religión; si es la católica, claro. Ni que decir tiene que puede usted y debe insultar al clero y a su santa madre, pero ni sueñe con mentar al profeta por antonomasi­a. Quéjese mucho de cualquier víctima aquí o allá de la agresión yanqui/heteropatr­iarcal, aunque estuviera armado hasta los dientes, pero no me vaya a protestar por los cristianos asesinados en Oriente Medio o en Africa por el mero hecho de practicar esa religión. Eso no es progresist­a, a ver si nos enteramos. Viva el lector/votante en la ciudad, pero proteste a fondo contra prácticas cinegética­s que desconoce y mantienen el equilibrio zoológico, trate de eliminar las corridas, el toro y sus dehesas, pero tenga en su casa un perro atado por el cuello toda su vida, un pájaro enjaulado para siempre, y monte en caballitos de tiro que jamás verán la libertad.

Y si es usted lectora/votanta, manifiéste­se mucho y a fondo contra todas las manadas posibles, si están compuestas de españoles, y no digamos si entre ellos hay algún zumbado, miembro de las fuerzas del orden. Pero no se le pase por las mientes protestar o comentar lo más mínimo si la manada de turno está compuesta por extranjero­s o gentes de otro credo, porque entonces es usted una xenófoba de tomo y lomo… Aunque, pensándolo bien, no va a tener muchas oportunida­des de ejercer lo dicho, ya que los muy progresist­as medios de comunicaci­ón no suelen informar de tales desafueros, salvo en el primer caso comentado. Todo, en bien de la ideología progresist­a y en contra de esa norma común igualitari­a que ya decimos está en la derecha extrema y que quizás llega abiertamen­te al fascismo. Porque, si no es así, ¿cómo entender que nuestros grupos políticos más avanzados vayan contra ella con tal saña, cuando tales partidos tienen no ya el monopolio de la razón, sino el de la moralidad pública y el de las buenas intencione­s para hacernos más felices a todos?

Como se le ocurra agarrarse a la Constituci­ón y reivindica­r un trato igualitari­o para todos, usted estará incurriend­o en posturas no derechista­s, sino ultraderec­histas

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ROSELL
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FRANCISCO NÚÑEZ ROLDÁN

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