El Dia de Cordoba

BIEN, PARA MI EDAD

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DICE un viejo amigo que, con el paso del tiempo, sucede una de dos: o te ajamonas, o te amojamas. Cuánta verdad. Por mucho que Dorian Gray quiera ocultar las canas tras los filtros de sus selfis y mostrarse inasible a los años. Esto viene a la sazón de la moda 10 Years Challenge. Consiste en publicar en las redes una foto de una misma en 2009 y otra en 2019. “Acepta el reto”, te dicen. Sí, claro, como si no tuviera mejor cosa que hacer. Quienes suben sus dos retratos parecen querer convencern­os de que por ellos no pasan los años, que incluso ha habido mejoría, que siguen juvenales y carilucios. Ay, Narciso, nadie se mira dos veces en el mismo río.

Dicen que esta pamplina que se ha hecho viral esconde tras de sí una operación empresaria­l para entrenar no sé qué de un algoritmo de las grandes redes sociales. Como también dicen –leo en El País– que las aplicacion­es de móvil pueden escuchar nuestras conversaci­ones privadas para enviarnos después publicidad. Más allá de esto (que de por sí ya tiene tela), el fenómeno resulta revelador por varios motivos. Da cuenta de un mundo donde se impone el culto a no cambiar, o en todo caso a mejorar conforme a un canon; a retener la juventud, a combatir con nosotros mismos, a distraerno­s con la cara, visible y dura, de uno mismo sin preguntarn­os de veras –sería peligroso– quién sostiene la máscara y si ésta pesa demasiado. También, a pensar que el tiempo se mide con relojes. Menos mal que María Zambrano, entre otras, nos ampara y explica por qué pasan años como si nada y días que duran vidas, y cómo ayer fue hace dos lustros y antier parece que es hoy.

Mirar dos retratos entre los que media una década es una chorrada. Pero también puede llegar a ser, en la intimidad, un ejercicio de autoconoci­miento. Frente a ellas, reconocemo­s las heridas de dentro, las vivencias tatuadas, los años de la piel. Con suerte, vemos a la niña que aún nos habita y a la vieja que vendrá. También podemos vislumbrar nuestra fidelidad a la propia vida, que no siempre podemos cumplir. Y entonces se nos desdibuja el rostro, se nos enfría la mirada y no hay rímel que lo remedie. ¿Usted cómo se ve? “Bien, para mi edad”, suele responders­e. Pienso ahora en nuestra sociedad, en cómo ha cambiado en una década. En ella hay más miedo, sobre todo del no reconocido –el más peligroso–, más ira, inconscien­cia, encanallam­iento, aún más falsía. No salimos mejores en las fotos. Por mucho que hayamos aprendido a sacar hacia afuera los morritos.

La moda del ’10 Years Challenge’ da cuenta de un mundo ensimismad­o en las apariencia­s

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CARMEN CAMACHO

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