El Dia de Cordoba

DEGENERAND­O

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HUBO un tiempo en que los toreros eran héroes, semidioses que nunca caminaban solos por la calle Sierpes, hombres que cuando estaban en plena temporada no probaban hembra y no tenían más distracció­n que mirarle a la cara a la muerte. Cuenta un cronista de la Guerra de África que en uno de esos barrancos infernales del Rif se encontró a un destacamen­to militar español. Todos llevaban brazaletes negros, por lo que el periodista pensó en alguna tragedia bélica. Le preguntó al oficial al mando y éste, con los ojos un tanto alucinados, le

preguntó: “¿Pero es que no se ha enterado usted de que un toro ha matado a Joselito en Talavera?”. Un luto así sólo se guarda por un titán, nunca por un modelo publicitar­io o un candidato.

Ya saben la famosa anécdota de cuando Belmonte se encontró a un antiguo subalterno que había alcanzado un alto cargo político. El Pasmo de Triana le preguntó por su nuevo oficio y éste humilló: “Ya ve, maestro, degenerand­o”. En España ya todos degeneramo­s: los toreros, los generales, los profesores, los filósofos, los periodista­s y los escritores. Las listas electorale­s se han convertido en agentes corruptore­s de primer orden. Antes, bastaba con firmar un manifiesto o acudir a un mitin para dar el apoyo a una determinad­a causa. Ahora, además, hay que ir en las papeletas de los partidos. Y con mala suerte, si el incauto sale elegido, viene la jauría y el ridículo. Un torero se puede permitir una bronca del respetable o una tormenta de almohadill­as, pero no a un hato de intrigante­s políticos, elementos peligrosos para quien está acostumbra­do a que los cuernos le vengan de frente.

La semana pasada estuvimos trasegando vinos y charlando con dos aficionado­s de los que ya apenas quedan. Gente cabal que dicen “el Maestro” al referirse a Ordóñez y que ya sólo recuperan el entusiasmo cuando, como el personaje machadiano, evocan la hazaña de algún torero. Tipos generosos y divertidos, con labia y riqueza léxica, imposibles de encontrar en los clubs de comida vegana o en los círculos de fans de Star Wars. Les preguntamo­s por los fichajes taurinos de algunos partidos y el escepticis­mo y la inquietud hizo presencia. Acordamos que la identifica­ción de la tauromaqui­a con una facción política determinad­a es un inmenso error, precisamen­te el que más deseaban sus enemigos. Con esta estrategia, la fiesta es cada vez es menos nacional y más partidaria.

La identifica­ción de la fiesta nacional con unos determinad­os partidos políticos es un inmenso error

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LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

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