El Dia de Cordoba

Las cenizas del califato siguen prendidas en Siria

● El territorio que llegó a dominar el Daesh no ha recobrado del todo la calma y se temen nuevos ataques

- Isaac J. (Efe) DEIR AL ZUR (SIRIA)

La lluvia asoma por el cielo encapotado del desierto sirio. Una pintada en árabe en un muro da la bienvenida a “La tierra del Levante”. Está tachada, pero aún se lee el nombre del territorio que llegó a dominar el Daesh, cuyas cenizas se acumulan y esparcen en Siria.

Una carretera recta y llena de baches acompaña el camino a través de la provincia de Deir al Zur. Conductore­s de camionetas pick-up y motoristas, algunos armados hasta los dientes, se miran entre sí de soslayo cuando el destino les coloca a la misma altura.

Nadie se fía de nadie. Hace una semana, el Estado Islámico (EI) fue derrotado por las Fuerzas de Siria Democrátic­a (FSD), una alianza armada liderada por kurdos, en Al Baguz, el último reducto yihadista en el este de Deir al Zur, en el extremo oriental de Siria y fronterizo con Iraq.

Se anunció a bombo y platillo en una ceremonia el pasado 23 de marzo y ese júbilo continúa en Royava, el Kurdistán sirio, que se extiende desde el norte hasta el este del país árabe y que no está reconocido por el Gobierno de Damasco.

Ahora, como un ave fénix, el temido grupo yihadista se dispone a resurgir de las ascuas que no ha dejado que se apaguen del todo en territorio sirio.

El último clavo ardiendo para las FSD fue la población de Al Baguz, donde un incontable número de combatient­es yihadistas y sus familias se atrinchera­ron durante semanas.

Resistir hasta el final, morir por ataques de la coalición internacio­nal, liderada por Estados Unidos y que respalda a las FSD, o rendirse. Esas eran las opciones de los barbudos y sus mujeres cubiertas de pies a cabeza, con sólo una rendija a la altura de los ojos que deja entrever la mirada.

La ofensiva, que las FSD tuvieron que posponer en numerosas ocasiones por la presencia de civiles junto a los miembros del EI, no ha dejado ningún cadáver a la vista.

Jean Charles Brisard, presidente del Centro de Análisis de Terrorismo (CAT), asevera a Efe que “la caída de Al Baguz no significa el final de las operacione­s militares en la zona porque, en primer lugar, hay numerosos yihadistas que han huido de los combates y se han dispersado” en el área.

Es necesario “neutraliza­rles” para pasar a “la siguiente fase”, en la que las FSD deben “asegurar las zonas, sobre todo desminarla­s, antes de que los civiles puedan tener acceso” y regresar a sus hogares, un proceso que será “largo y laborioso”, arguye.

“Podrían ocurrir actos de venganza porque hay células durmientes, puede ser, no sé. Pero puede ser que pase”, confiesa a Efe Abu Hamud, de 52 años, sentado en el asiento del copiloto de un vehículo que está detenido en la carretera de la población de Marqadah.

Desde el campamento de Al Omar, principal base de las FSD, en Deir al Zur, hasta Marqadah, se dibuja una especie de “triángulo de la muerte” compuesto por pequeños pueblos donde los extremista­s siguen activos.

Es el caso de Busaira. A un dirigente de las unidades de seguridad kurdas de esta localidad le comunican por escrito el traslado al hospital de uno de sus hombres que ha resultado herido en un ataque. Poco después, le avisan de que ha habido una explosión, sin dar más detalles.

Los menores que crecieron bajo el yugo de los acólitos del líder del EI, Abu Bakr al Bagdadi, se han convertido en los más afectados por la barbarie.

Estos pequeños, que han crecido sustituyen­do los juguetes por las armas y aprendiend­o a sumar con bombas, son los que “extenderán la vida del EI”, opina a Efe el experto sobre Siria Kyle Orton.

La población teme actos de venganza de células durmientes yihadistas dispersas

 ?? AHMED MARDNLI / EFE ?? Miembros de las fuerzas kurdo-árabes en un puesto de control en Marqadah, en la provincia siria de Deir al Zur.
AHMED MARDNLI / EFE Miembros de las fuerzas kurdo-árabes en un puesto de control en Marqadah, en la provincia siria de Deir al Zur.

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