El Dia de Cordoba

QUIMIOTERA­PIA HUMANA

- PILAR FUERTES

LAS redes sociales tienen cáncer. Se extiende por ellas, pero no como pudiera pensar se: cáncer en tono peyorativo y despreciab­le de bulos, mentideros, i nsultos, fakes y trolls. El cáncer del que hablo va sin met áforas, es real. Y es el cáncer al que tuteamos y t uiteamos, nuestro desafío diar io en solidarida­d con quienes nos lo conf iesan sin complejos, sin aislar se. El de amigos o desconocid­os con los que te cr uzas en cualquier acera de inter net, aquellos a los que no veías desde hace años, de quienes no habías vuelto a saber nada… hasta Facebook. Es el cáncer que avanza por las cuentas y trepa nuestros muros como una hermosa hiedra verde de esperanza, que lo invade todo de frescura y temblores de br isa, como cuando a La Macarena le palpitan en el pec ho las esmeraldas. Es cuando ves la foto de la amiga que ahora lleva un pañuelo a la cabeza, el que le ciñe la frente como si fuera la seda rosa sobre una piel de hebrea que sonríe.

Un día llegó el cáncer hasta la apacible or illa de muc hos, como una de esas olas inesperada­s que te arrollan si estás despreveni­do. Pero después del impacto, después del revolcón desconcer tante de una negr ura a plena l uz del día, ellos y ellas resurgiero­n de ese pr imer ahogo que debe ser descubrirt­e empujado y devuelto a una playa donde urge aprender a mirarla de otra manera que hasta entonces, en ese momento que obliga a comprender cuanto

antes que la arena va a ser vir para cambiar las dulces palabras y nombres que le escr ibíamos, por una nueva y persistent­e: luc ha. Luc ha contra el cáncer. Y perderle el miedo a un sonido de dos sílabas g raves que sabes fue el fragor de muc has bat allas perdidas antes que la tuya, pero también de muchas ganadas, la viva voz feliz de muchas victor ias.

Cada vez son más los que encuentran en Twitter o Facebook una quimiotera­pia humana. Cada vez más los desamparad­os que allí se amparan. Cada vez más l os que te buscan para no perderse g racias a ti. Puede que los halles sin el cabello de la última vez, pero sostienen los ojos de siempre con las miradas más profundas y hermosas que jamás se fotografia­ron. Todo se va poblando de enlaces de super vivientes, de tenaces que no se r inden, de ejemplos de #Yomecuro como Valentín, de admirables capacidade­s para no desistir y repetir #Todovaasal­irbien como Mari Carmen. Y sonríen, sonríen desde el heroísmo de haber rec hazado todas l as muecas posibles de la amargura, mientras eligen con empeño la bandera blanca que levanta en cada amanecer la pr imera raya del alba de otro día. Quizás nos busquen para desahogo del dolor, o ¿quién sabe si para el del valor?

Compar tir una camilla, un gotero, una bat a verde, un arder las venas, un gr ito de desesperac­ión, una tirita en el brazo... un selfie sonr iente con fondo blanco de hospit al. No, no sale detrás l a Giralda ni el Parque de María Luisa. No sale un telón de fondo de cer vezas en la bar ra donde se apunta con tiza. Aquí se apunt a con agujas la cuenta de la vida. Y de lejos, desde un ángulo trasero de esa fotografía del esfuerzo, parece llegar me un eco de ver sos que reconozco: “… soy como el j unco que se dobla, pero siempre sigue en pie…”.

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