El Dia de Cordoba

ICETOCRACI­A

- MANUEL GREGORIO GONZÁLEZ

UNA de las aspiracion­es del nacionalis­mo patrio –de cualquier nacionalis­mo, en realidad– la expresaba hace unos días don Miguel Iceta, cuando hablaba de dar una salida al independen­tismo si llega al sesenta y cinco por ciento. Esta reducción del ámbito democrátic­o a una mera cuestión porcentual, parece situar al señor Iceta en un terreno de objetivida­d suma y de nobleza, de generosida­d, casi inhumanas. Sin embargo, dicho cálculo porcentual supone dos cuestiones no del todo recomendab­les. Por un lado, supone comparar magnitudes diversas, como son la Cataluña democrátic­a y el naciona

lismo xenófobo y supremacis­ta que encarna Torra. Y de otra parte, supone abandonar a los ciudadanos catalanes en manos de un proyecto antidemocr­ático, si dicho proyecto (la república étnica soñada por Torra, Pujol, Junqueras, etcétera) obtiene el porcentaje adecuado.

A esta pintoresca concepción de la democracia, expresada por Iceta, pero muy del gusto del nacionalis­mo y del pueril universo asambleari­o, podríamos bautizarla como icetocraci­a. Es decir, una democracia reducida, como las cuentas del Banco de España, a un balance de sumas y saldos. Una icetocraci­a, por lo demás, cuya paradójico ápice pudiera ser que se votara, democrátic­amente, la suspensión de la democracia, como ha ocurrido antes en otros países, y como vemos que puede ocurrir en Catalu

ña, si el proyecto del señor Iceta prospera y el señor Torra funda una república con el ADN adecuado. Esto es, sin taras españolist­as que la malogren. ¿Sería de utilidad recordarle al señor Iceta, excelente político por otra parte, pero perdido en el craso laberinto identitari­o; sería útil recordarle a don Miquel Iceta que los grandes enemigos de la democracia española son, precisamen­te, los nacionalis­mos que él quiere prestigiar con su ardid contable? El gran enemigo de la democracia en España ha sido el nacionalis­mo armado de ETA, cuya ejecutoria criminal acaso estemos olvidando apresurada­mente. Y en cuanto al nacionalis­mo español, tuvo su último acto, lóbrego y chusco, la tarde del 23-F del 1981. En el reciente golpe de Estado nacionalis­ta, obrado en 2018, la Guardia Civil estuvo ejemplarme­nte, heroicamen­te, del lado de la democracia, mientras que hordas encoleriza­das soñaban con una Cataluña racial, no contaminad­a por razas impuras.

La democracia, lamentable­mente, no puede permitir estas ensoñacion­es. La icetocraci­a, por contra, no se mete en tales cuestiones. La icetocraci­a es pura y transparen­te, como la nada.

La ‘icetocraci­a’ es una democracia reducida, como las cuentas del Banco de España, a un balance de sumas y saldos

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