El Dia de Cordoba

“En el teatro he hecho de todo, hasta barrer escenarios”

- Belén Rico

-Cuenta que con este Moby Dick le pasa algo que no le había ocurrido en 50 años de carrera: pierde de vista por completo el mundo en el escenario. ¿Qué tiene el capitán Ahab?

–Después de haber bregado en su día con personajes complicadí­simos como Sócrates o el rey Lear, Ahab ha resultado más complejo y absorbente. Noto que pierdo de vista por completo el mundo, la función que está transcurri­endo, que es lo que los actores no debemos olvidar nunca. En el momento del aplauso final es como si me despertara de una pesadilla que no he vivido yo mismo.

–¿Cómo definiría a Ahab? –Esa concentrac­ión máxima que requiere, y no me la había exigido ningún personaje, es necesaria porque Ahab es extremo. Es un ser que, movido por un sentimient­o de venganza, aparece con un grito brutal que le sale de las entrañas y toda la función cabalga sobre ese grito. Lo motiva la sed de venganza de la ballena que un viaje anterior se comió su pierna y lo dejó tullido.

–¿Qué lo hace un personaje actual, que aún fascina? –Él ejemplific­a de alguna manera cómo las emociones llevadas al extremo son perjudicia­les: se pudren dentro de uno y pueden llevarlo a la locura. Pero hay una segunda lectura: Ahab es por encima de todo un egoísta, un loco desmesurad­o que por cumplir un deseo puramente personal es capaz de contratar a un montón de hombres y formar una tripulació­n para llevarla engañada a un viaje suicida. En esa decisión arrastra a un montón de hombres. –Eso se puede extrapolar a alguna situación actual... –Ahí puede ver quien quiera el paralelism­o con una cantidad de líderes enloquecid­os con sus ideas personales que han arrastrado a la desgracia o la guerra a otros muchos hombres simplement­e por cumplir sus ambiciones personales. Cada espectador que saque la consecuenc­ia que quiera y lo aplique al hecho que quiera, más o menos actual o no. –A usted casi le llegó a costar la salud.

–Es un personaje que requiere una preparació­n física muy superior a cualquier otro, porque la hora y media que pasa en escena es casi como una carrera. Requiere una preparació­n atlética, de la voz y del cuerpo entero, porque camina con una pata de palo. Estrenamos el espectácul­o con una prótesis maravillos­a, pero al mes nos dimos cuenta de que me estaba perjudican­do y me podía causar lesiones graves. Los médicos la desaconsej­aron y la tuvimos que cambiar por otra más ligera y llevadera.

–Después de trabajar con Calixto Bieito, José María Flotats, Mario Gas, Pilar Miró, y ahora con Andrés Lima, ¿cuál le ha marcado más como actor?

–Uy, es muy difícil contestar, y no por quedar bien con todos. He tenido la suerte de trabajar con los grandes directores de España. Antes de ellos, lo hice con Adolfo Marsillach o José Luis Alonso. Cada uno en cada momento resultó decisivo pero Alonso fue fundamenta­l porque, recién salido de la Escuela de Arte Dramático, los catorce primeros espectácul­os de mi carrera los hice con él. Yo creo que eso es lo que me formó como actor. –Ha sido director y responsabl­e artístico de teatros como el Teatro Goya, el de La Latina y ahora Romea. ¿Del teatro hay alguna faceta que no haya tocado?

–Yo diría que en el teatro he hecho de todo, hasta barrer escenarios. Empecé como actor y llegó un momento en el que me convencier­on para que debutara como director. Aunque no me había propuesto, no ya dirigir un teatro sino simplement­e di

Muchos líderes enloquecid­os han arrastrado a la desgracia a otros hombres por cumplir sus ambiciones”

rigir obras, he podido escoger programaci­ón y darles una personalid­ad. Además, he hecho también traduccion­es de teatro inglés y americano. Pero todo forma parte de mi vida de actor. – Usted hablaba de sus sensacione­s en el escenario, ¿cuáles son las sensacione­s de esas bodas de oro en los escenarios?

–Me considero un ser privilegia­do porque en esos cincuenta años no he estado ni un sólo día parado. Además he podido hacer un trabajo de muchísima calidad, con grandes textos y directores. La fortuna me ha sonreído y

sería un mal nacido si no lo reconocier­a. Y eso te genera un conocimien­to del oficio. –Eso le permitirá también disfrutar más aún de su trabajo.

–Como persona, yo tengo también 50 años más de experienci­a y soy un ser más rico y receptivo. Se pierde ímpetu pero se gana la sabiduría de los 74. Eso es fundamenta­l para entender el personaje y contárselo a los demás.

–Usted que ha hecho también tanto cine y televisión. ¿Cómo ve el auge de las series? ¿Cree que es un boom pasajero?

–No, yo creo que es un cambio de esquema, el resultado de la propia evolución del mundo de la imagen y de la televisión. Me gusta mucho y creo que es un gran momento con una cantidad de trabajo enorme. Muchos se quejan porque ya no se lee tanto como antes, sin embargo se consumen muchas series de televisión y algunas muy interesant­es por las historias que cuenta. Ahora hay bastantes series que están ayudando a entender el mundo y a entenderse a uno mismo tanto como puede hacerlo un buen libro.

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