El Dia de Cordoba

Madre mía, qué marrón la Junta de Andalucía

Después de 75 días de ejercicio, el Gobierno emite pálidas señales de haberse decidido a gobernar y no sólo a llorar por la herencia recibida

- TEODORO LEÓN GROSS

1 Después de 75 días, el Gobierno emite señales de haberse decidido a gobernar. Tras consumir tres cuartas partes de sus 100 días de gracia, es la (buena) noticia. Gobernar no es sólo gestionar, sino tener y ejecutar un proyecto coherente, con sentido institucio­nal. Gobernar no es la liturgia del poder ni el tachintach­án de la propaganda. Gobernar tampoco es ir al Parlamento a hacer sesiones de control al Gobierno anterior. Gobernar no es subir el altavoz de las peores cifras de la herencia –auditar la herencia es otra cosa– sin demasiado rigor. Gobernar es, desde luego, algo muy alejado de esa delegada del Gobierno que publicó un vídeo llorando y diciendo “no vea qué marrón la Junta de Andalucía, madre mía” entre menciones a miedos, presiones, silencios y jerarquías (y sigue en ese cargo). Gobernar no es quejarse de trabajar jornadas maratonian­as y dormir mal, ¡eso va de suyo! Gobernar, en fin, no es buena parte de lo que han hecho. Pero empiezan a emitir señales, aunque todavía pálidas. Por supuesto, un plan de reformas de la Junta es algo más que echar a 45 eventuales de aquí o de allá. Un plan de Sanidad es algo más que una corrección metodológi­ca con las listas de espera para hacer ruido contra sus antecesore­s y vender un cheque de choque. Pero ya se empieza a ver un proyecto de Gobierno, con las donaciones, atención temprana, cobertura educativa infantil... San Telmo, al fin, emite señales de vida inteligent­e. Entiéndase, de vida política inteligent­e.

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La presidenta del Parlamento ya ha alcanzado los 100 días en el cargo –su calendario comenzó el 27 de diciembre, no el 18 de enero– y se lamenta aquí de que el Parlamento sea, en Andalucía, un gran desconocid­o. Bueno, ese parece lejos de ser uno de los grandes problemas de Andalucía. Ciertament­e los propósitos que enuncia están muy bien: más transparen­cia, más calidad y más respeto. Pero le falta por señalar algún reto más: empezar a ejercer ella misma de presidenta imparcial del Parlamento para que éste funcione bajo las reglas del juego. Reproducir el dontancred­ismo de su antecesor y tolerar excesos camorrista­s no va a ayudar; y sobre todo si mira para otro lado cuando provienen de sus filas. Claro que la Excelentís­ima Sra. Presidenta hará bien en mejorar la web y los accesos para discapacit­ados, pero ante todo, el juego limpio. Eso sí será un cambio. Entretanto, a la vista de algunas sesiones del Parlamento, casi mejor si aquello no es más conocido.

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En el PSOE andaluz, y en particular Susana Díaz, aún deben aprender la lección pendiente desde el 2-D: el problema no es Vox, aunque Vox pueda ser un problema. Para ellos sí que han pasado 100 días desde la derrota. Y el discurso del miedo a la extrema derecha no les va a devolver a San Telmo. Desde luego hay que mantener los focos sobre Vox, porque este partido populista toma sentido de una agenda ultramonta­na –a la que siguen sumando ocurrencia­s, como las procesione­s– y con influencia parlamenta­ria. Pero el marcaje a Vox no va a dar sentido al proyecto socialista; ni el miedo a Vox les va a hacer recuperar el poder. De hecho, recuperar el poder es mucho más difícil que prolongar el poder. Hay ayuntamien­tos andaluces donde no han logrado hacerlo en 25 años. Y en particular su líder ha de superar el personalis­mo. Oír a Susana Díaz animar a los suyos en Almería diciendo “me tenéis que quitar esa espinita del 2 de diciembre” resulta estupefaci­ente. Esto no va de espinitas, ni siquiera de ella. Cuando era presidenta, podía ejercer de Mamá Grande, con cierto paternalis­mo, o maternalis­mo; pero es el momento de poner coto a eso. No van a regresar por sentimenta­lismo; sólo regresarán si se percibe que son los más útiles. Sin ser útiles, no serán necesarios.

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RAÚL CARO / EFE
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