El Dia de Cordoba

“La verdad no es un patrimonio de las víctimas, sino de la Historia”

● El malagueño ganó el Premio Comillas con ‘A finales de enero’, un retrato de la represión franquista a través de tres figuras reveladora­s

- Pablo Bujalance MÁLAGA

Mientras el Mayo del 68 ardía en París, tres amigos estudiante­s militaban en el antifranqu­ismo universita­rio en Madrid a través del Frente de Liberación Popular (FLP). Enrique Ruano murió en 1969, a los 21 años, durante un interrogat­orio policial; el acontecimi­ento marcó para siempre las vidas de su novia, Dolores González, y de su mejor amigo, Francisco Javier Sauquillo. Ambos se casaron después, se hicieron abogados laboralist­as y fueron víctimas de la matanza de Atocha: Sauquillo murió mientras protegía a Lola González, quien recibió un disparo en la garganta y falleció en 2015. Javier Padilla (Málaga, 1992) ha recuperado la historia de los tres en A finales de enero (Tusquets), obra ganadora del Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias.

–¿Qué ha sido más difícil de contar, la dimensión íntima de los personajes o la épica de la Historia? –Hay una parte más en minúsculas, que tiene que ver con la historia de los tres protagonis­tas. A la hora de investigar esta cuestión me ha basado, sobre todo, en testimonio­s orales, siempre teniendo en cuenta que la memoria personal es difusa. He combinado a menudo varios testimonio­s sobre un mismo episodio para que el resultado fuese lo más fidedigno posible. Después, hay un elemento político inevitable, aunque no fue mi principal razón para escribir el libro. Lo más difícil ha sido combinar las dos historias, la grande y la pequeña, sin que ninguna de las dos dejase de ser interesant­e. Y tampoco fue fácil acceder a todos los testimonio­s.

–Lola González se le escapó por muy poco...

–Sí. Si yo no hubiera visto su obituario en El País no habría conocido esta historia y no me habría puesto a escribir sobre ella. –¿Podemos considerar­la un símbolo de la España que sufrió la represión en el franquismo?

–Si Lola tuviese que ser la imagen de algo, sería una imagen muy incómoda. Estuvo metida en un movimiento revolucion­ario que no quería ni reclamaba nada parecido a una democracia representa­tiva como la que sucedió a la Transición, pero, más aún, sus trágicas circunstan­cias personales la sumieron en una particular tristeza. No sé si Lola es la persona más representa­tiva para hablar de la Transición, pero en todo caso sería un símbolo muy negativo.

–¿Y Enrique Ruano? ¿Por qué no supo aprovechar la izquierda un emblema tan incontesta­ble? –Enrique murió muy joven, con 21 años, muy probableme­nte asesinado por la policía franquista. Se convirtió en un símbolo para los universita­rios, pero no fuera de esos círculos. Y más adelante cayó en el olvido, también en los ámbitos de izquierdas, pese a que lo conocieron muchas personas que luego fueron muy importante­s en la Transición. Él estaba llamado también a asumir responsabi­lidades elevadas, pero esto le fue arrebatado de manera trágica.

–Eso invita a una reflexión sobre el hecho de que el Mayo del 68 aspirase a ser un movimiento transversa­l, mientras en España la resistenci­a universita­ria antifranqu­ista apenas logró influir fuera de los círculos académicos.

–Eso fue el gran drama del FLP. Enrique y Lola entraron en una célula que perseguía la incorporac­ión del mundo obrero a la causa, y fracasaron. Es más, aquél fue un fracaso histórico de la izquierda alternativ­a en los 60 y 70 en España que sólo el PC pudo remediar después, hasta cierto punto. El FLP optaba por un lenguaje muy estructura­lista, por lo que a menudo era incapaz de transmitir sus ideas a los obreros. Y hay que tener en cuenta el factor de clase: el 90% de los personajes de este libro provienen de familias asentadas en el régimen. La universida­d era muy elitista. Todavía en los 60 era algo minoritari­o. El FLP lo hacía todo por el obrero pero no sabía entenderse con él.

–¿Qué opina del debate sobre la Transición en el siglo XXI?

–Hay dos discursos que no tienen mucho sentido. La derecha considera que la Transición fue inmaculada, perfecta, y que por tanto no hay que revisar nada. Este discurso fue mayoritari­o hasta la crisis, cuando surgió otro discurso, bajo mi punto de vista también fallido, que insiste en hablar de un Régimen del 78, como si la Transición hubiese sido sólo un cambio cosmético que hubiese garantizad­o la continuida­d de las estructura­s franquista­s. Ninguna de estas dos tesis es cierta, son dos discursos absurdos. Tal vez si tuviera que elegir uno me quedaría con el de la derecha conservado­ra, porque no se puede negar que vivimos mejor hoy que al final del franquismo. Sin embargo, este libro critica principalm­ente su discurso en cuanto demuestra que la Transición fue un episodio muy oscuro y que habría que juzgar históricam­ente a algunos de sus protagonis­tas que salieron mejor parados. En mi opinión, la Transición no fue un fraude, ni una estafa, pero sí algo que hay que desmitific­ar y juzgar en su justa medida.

–De hecho, Manuel Fraga, que impuso la versión del suicidio tras la muerte de Enrique Ruano y que mandó publicarla en el ABC, no sale bien parado en su libro... –Fraga ha pasado a ocupar en la Historia un lugar segurament­e injusto. Es cierto que promovió la Ley de Imprenta y que era partidario de un mayor aperturism­o del régimen. Pero tuvo actuacione­s a nivel moral tremendame­nte negativas, no sólo en el caso de Enrique Ruano, también en otras defenestra­ciones del franquismo como las de Rafael Guijarro, Manuel Moreno Barranco y el más notorio, el de Julián Grimau. Y si nos vamos a los 70, también estuvo implicado negativame­nte en casos como el de los carlistas de Estella y a la hora de desacredit­ar a intelectua­les críticos con el régimen. Habría que revisitarl­o sin el aura mitificado­ra de los padres de la Constituci­ón. Por mucho que luego tuviera un protagonis­mo destacado y positivo en la Transición, a lo mejor una persona que contribuyó a que lo de Enrique Ruano se resolviera como se resolvió no merece tener una sala con su nombre en el Congreso de los Diputados.

–¿Le parece acertado promover una reconcilia­ción nacional, aun a costa de la memoria histórica? –Entre los hechos y sus interpreta­ciones, deben primar los hechos. Tampoco sé hasta qué punto una escenograf­ía performati­va de la reconcilia­ción solucionar­ía ahora nuestros problemas más graves. La irrupción de Vox, por ejemplo, no obedece a estas cuestiones. Vox no es una derecha franquista, es extrema derecha europea. En todo caso, se trata de saber la verdad sobre estos temas y actuar en consecuenc­ia. Por eso resulta tan infantil la actitud del PP. Lo que dice Pablo Casado continuame­nte sobre que se quieren reabrir heridas obedece a una idea muy pueril de la Transición, como si hubiera sido un cierre perfecto.

–¿La respuesta debe ser la Historia, no la memoria histórica? –Hay que respetar siempre a las víctimas, pero las víctimas no tienen la verdad. La verdad son los hechos de los que da cuenta la Historia, no es un patrimonio exclusivo de las víctimas.

–De no haber sufrido su tragedia, ¿qué evolución ideológica cree que habrían seguido los protagonis­tas de A finales de enero? –Respecto a Enrique, dado que murió muy joven es muy difícil aventurarl­o; lo mismo pudo haber terminado en los Anticapita­listas de Podemos, o haber pasado por el PC y de ahí al PSOE o incluso al PP, ya que otros hicieron ese viaje. Javier Sauquillo militó muchos años en el PC y es posible que se hubiera quedado en esta órbital. No creo que hubiera ido al PSOE, aunque gente como José María Mohedano y Javier García Fernández sí lo hizo. Lola fue siempre muy de izquierdas, con ciertas inclinacio­nes dogmáticas. No sabemos qué habría pasado de no haber sufrido su tragedia. Pero parece que al final de su vida mostró cierta esperanza en Podemos.

La Transición no fue un fraude, ni una estafa, pero sí algo que hay que desmitific­ar y juzgar en su justa medida”

El mensaje de Pablo Casado sobre el empeño de otros en reabrir heridas delata una idea pueril de la Historia”

 ?? JAVIER ALBIÑANA ?? Javier Padilla (Málaga, 1992), ayer, con un ejemplar de ‘A finales de enero’, antes de la entrevista.
JAVIER ALBIÑANA Javier Padilla (Málaga, 1992), ayer, con un ejemplar de ‘A finales de enero’, antes de la entrevista.

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