El Dia de Cordoba

A MI AMIGO ANTONIO MURILLO

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Ami amigo Antonio Murillo no le gusta el fútbol moderno, un fútbol del que dice que se ha convertido en una mentira y que el dinero lo ha ido pudriendo poco a poco en todos los sentidos, hasta conseguir que haya perdido su esencia, la del fútbol sin trampas, el lúdico, el que se juega por amor a la camiseta, donde no se escatima esfuerzo alguno sobre la cancha. Tanto es así que él de vez en cuando pisaba el Vicente Calderón y ahora defiende que hasta que no le quiten el nombre de Wanda al Metropolit­ano no va a ningún partido. A mi amigo Antonio Murillo le repugna que el fútbol se haya convertido en un negocio en el que los futbolista­s más que profesiona­les de este deporte son poco menos que estrellas de cine o de la música y para los que eso de sentir los colores les suena cada vez más a chino. Para él, que está convencido de que el actual sistema capitalist­a futbolísti­co ha convertido a los profesiona­les del balompié poco menos que en mercenario­s del deporte, hacen falta muchos futbolista­s como Fernando Torres –su Niño– Gárate y Luis Aragonés en los equipos, jugadores que, jueguen donde jueguen –ante todo, son profesiona­les– mantengan vivos también entre los aficionado­s el amor por unos colores que han mamado desde chicos sin engañarlos. A mi amigo Antonio Murillo no le hace ninguna gracia la actual prensa deportiva del balompié, esa que ha convertido los espacios televisivo­s o radiofónic­os en lo más parecido a un teatral Sálvame de luxe, dejando lo futbolísti­co en un segundo plano y haciendo apología, sobre todo, de los colores más poderosos. Ya lo dijo alguna que otra vez su admirado Supergarcí­a: “algunos dirigentes futbolísti­cos antes compraban periodista­s y ahora también compran tertulias para que se hable lo máximo posible de sus equipos”. No entiende que los periodista­s se hayan convertido en hooligans parciales.

A mi amigo Antonio Murillo le repugna que se tome por tonta a toda una afición con unos arbitrajes que no miden por el mismo rasero a unos futbolista­s que a otros. Defiende que esa afición, que paga religiosam­ente su abono o su entrada, se acaba sintiendo poco menos que estafada por un sistema futbolísti­co –sobre todo en La Liga– en el que se deciden partidos por pequeños detalles y esos detalles caen siempre del mismo lado. “Mucho VAR mucho VAR, pero parece que el único VAR que algunos árbitros conocen, según con quien juegues, es el que empieza por B”. A mi amigo Antonio Murillo le repugna que todo tenga un precio en el fútbol, que todo se pueda vender y que todo se pueda comprar, hasta incluso jugar con los sentimient­os. ¿Sabes? Antonio, estoy empezando a pensar como tú, excepto en una cosa, yo seguiré yendo al Metropolit­ano aunque también se llame Wanda, Allianz o Danone. No sabes lo que te pierdes, amigo mío.

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F. J. CANTADOR

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