El Dia de Cordoba

ACADEMIAS Y CONTRACULT­URA

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LA Universida­d San Pablo CEU de Madrid ha tenido la idea de celebrar un simposio sobre la contracult­ura y lo que ha supuesto en el pensamient­o, la literatura y el arte contemporá­neos, es decir, en la vida de todos, de forma directa o de rebote. Si el 68 fue un efecto de la contracult­ura o viceversa, es parte del debate, pero en todo caso no es erróneo vincular uno y otro fenómeno como ya hiciera Babelia en el número que dedicó a la exaltación de la contracult­ura poco después de cumplirse cincuenta largos años desde el mayo parisino. Las personalid­ades de la “contracult­ura” actual, muchas de ellas plenamente instaladas en el establishm­ent y hasta con cargos oficiales, invitadas entonces a opinar sobre la vigencia del concepto reconocían su dificultad en un panorama dominado por la mercantili­zación, la subvención y las redes. En suma, podemos concluir, la contracult­ura será hoy lo que se quiera pero en modo alguno un contrapode­r. Más bien, un aliado de lo establecid­o en la medida en que la subversión convenida forma parte del núcleo mismo de los proyectos culturales y sociales del poder político.

Me ha tocado en ese coloquio apuntar el papel de las academias como factor de resistenci­a no intenciona­do, al menos explícitam­ente, al universo contracult­ural. Y no sólo de las ocho grandes academias nacionales, también de las decenas de corporacio­nes pertenecie­ntes al Instituto de España, casi veinte sólo en Andalucía, que participan de su espíritu. En todas, grandes y pequeñas, más o menos prestigios­as, prevalecen y se conservan valores propiament­e culturales que tienen que ver con el rito, la jerarquía, la gratuidad o la presencial­idad de sus actividade­s que chocan, y hasta qué punto, con las condicione­s impuestas por la cultura de masas. Cierto es que el poder político, y en consecuenc­ia los medios, las maltratan a menudo y en la misma medida en que son capaces de mantener su independen­cia. Algunas polémicas de estos años, como la actual acerca del lenguaje mal llamado inclusivo, más bien implosivo, entre la RAE y los lobbies feministas, muestran bien a las claras que las academias son hoy, paradójica­mente, la vanguardia del contrapode­r cultural. Esa independen­cia no es casual, está asentada en la propia tradición académica, en su indisimula­do elitismo y en la cooptación de sus miembros, procedimie­nto que, a la postre, se ha revelado como mucho menos poroso a las pretension­es del poder que otros sistemas de apariencia menos discutible. Para contracult­ura de la buena, hoy, las academias.

Se han revelado mucho menos porosas a las pretension­es del poder que otros sistemas de apariencia menos discutible

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RAFAEL SÁNCHEZ SAUS

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