Antequera, Semana Santa en el corazón de Andalucía
La riqueza patrimonial y tradiciones como ‘Correr la Vega’ la hacen única
El Palio Antequerano es un trono único al carecer de candelería con una
peana de carrete y proporciones verticales
LA situación geográfica de Antequera le ha llevado en casi todos los momentos a ser y sentirse diferente. Esto se demuestra en muchos aspectos de su devenir histórico y, sobre todo, en las demostraciones artísticas más notables, en la que destaca por tener escuelas propias, emparentadas con las clásicas sevillanas y granadinas, pero sin embargo con unos rasgos definitorios peculiares.
En este sentido, podría decirse que la Semana Santa de Antequera no se parece a ninguna otra. Ha sabido o ha tenido que, a lo largo de los últimos siglos, mantener sus estilos propios, debido en buena medida a que la conciencia del antequerano se halla perfectamente identificada con sus modos de procesionar y considera en esencia a lo externo como una moda “extraña” que nada tiene que ver con la tradición antequerana. He aquí por tanto la razón de ser de ese denominado trono al estilo antequerano, con un palio de proporciones erigidas, sin candelería, con una peana de carrete elevando a la Virgen en cuestión. Este “Palio Antequerano”, precisamente, se encuentra en vías de declararse como Bien de Interés Cultural.
En Antequera los tronos no llevan patas ni borriquetes en los que pueden apoyarse cuando se ordena una parada en el recorrido, de ahí que para aliviar momentáneamente el peso del trono sobre el hombro del hermanaco, éste lleva una herramienta denominada horquilla en la que descansa el pesado trono cuando está parado. Este utensilio, tan característico de la Semana Santa de Antequera, es la identificación propia del hermanaco, que la lleva durante el recorrido como el auxilio rápido y cercano para descansar el trono, apoyarse en la bajada o subida de las empinadas cuestas o como palanca manual contra algún bordillo de alguna acera para llevar el trono correctamente y de forma equidistante por el centro de la calzada.
Pero no es este el único elemento diferenciador de la Semana Santa antequerana, hay otros muchos que la definen propiamente y entre los que merecer ser destacada la figura del “campanillero de lujo”. El campanillero de lujo es un niño o una niña de no más de ocho años, hijo de una familia que pertenece habitualmente a la cofradía o muy relacionada con ella, que luce una magnífica túnica de terciopelo bordada en hilo de oro con larga cola, también en terciopelo bordado. Estos campanilleros de lujo van junto al Hermano Mayor de Insignia y su misión consiste en tocar pequeñas campanas que avisan que el trono va a comenzar a andar, que ya lo está haciendo o que por el contrario va a efectuar una parada.
LA TRADICIÓN DE CORRER LA VEGA
Un momento especialmente significativo de la Semana Santa de Antequera es el correr la Vega. Cuatro son las hermandades que la realizan: la del Consuelo y los Dolores el Jueves Santo, la Paz y el Socorro el Viernes Santo. Deberíamos definir esta acepción que sólo se ve en la Semana Santa antequerana y para esto nos deberíamos remontar varios siglos atrás. A través de la historia no hay ningún dato que nos explique con plena certeza el por qué de esta tradición. Unos se refieren a recordar el grito del Infante don Fernando cuando fue a tomar Antequera; otros, prefieren decantarse por la teoría que nos dice que en un principio las cofradías antequeranas hacían su estación penitencial en el cerro de la Vera Cruz, al cual se llegaba, como hoy, por empinadas cuestas y desde el cual se columbraba toda la Vega antequerana.
Seguramente el pueblo iría transformando este hecho y lo que en un principio era penitencia se fue cambiando por tradición y con el grito de ¡a la Vega! los tronos subirían por éstas corriendo más que andando para llegar al cerro y bendecir los campos, primera fuente de riqueza de la ciudad. Hoy la tradición se mantiene por cuatro cofradías al tener que llegar a sus templos por empinadas y prolongadas cuestas –las del Viernes Santo– y otras, –las del Jueves Santo– aunque no llegan a través de pendientes las tienen muy próximas a sus templos y por sostener y potenciar la tradición también corren su particular «vega». En el correr la Vega, la identificación del pueblo con los tronos y con las cofradías es absoluta, uniéndose en este particular tramo del recorrido al acompañamiento de la subida de los tronos hacia los templos. Se recomienda la visita a la sala inmersiva 360º, ubicada en el Museo de la Ciudad, donde se recrea virtualmente la tradición de Correr la Vega.