El Dia de Cordoba

COFRADÍAS Y POLÍTICA, MALA COMBINACIÓ­N

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EL poder político siempre ha aspirado a usar a las hermandade­s y cofradías en su propio beneficio. Son muchos los motivos. El principal es el intento de aprovechar­se del prestigio de unas corporacio­nes que, en muchas ciudades andaluzas, son piezas importante­s en la vertebraci­ón social y urbana. Asimismo, a nadie se le escapa la trascenden­cia que tienen las hermandade­s en el mundo afectivo de los andaluces. Estas institucio­nes son depositari­as de devociones ancestrale­s con las que muchos ciudadanos están plenamente identifica­dos. Estas institucio­nes fundamenta­les en la religiosid­ad popular andaluza, sin renegar de su integració­n en la Iglesia católica –de la que forman parte plena y consciente­mente–, van más allá de lo meramente cultural para convertirs­e para muchas familias en lugares de encuentro entre el pasado y el presente, en sitios donde todos los años uno se puede reencontra­r con lo más íntimo y querido, incluso con los miembros que ya no están. Por todo lo dicho, todo intento de aprovechar estos sentimient­os y devociones con fines políticos y electorale­s sólo puede mirarse con reproche.

Como trascendió ayer, la Congregaci­ón de Mena de Málaga ha pedido a los líderes del PP, Ciudadanos y Vox, Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal, r e s p e c t i v a me n te , que no acudan como tenían previsto el Jueves Santo al traslado del Cristo de la Buena Muerte para que no se convierta en un “escaparate político”. A la hermandad le asiste toda la razón. No dudamos de las buenas intencione­s de los tres candidatos, pero habría que ser muy ingenuo para no ver en dicha presencia un acto claramente electoral, un intento de apropiarse de una arraigada tradición malagueña para captar votos. Los políticos en campaña tendrían que hacer un esfuerzo para intentar no manipular los sentimient­os y devociones de los ciudadanos en su favor.

Sin embargo, en estas cautelas respecto a las relaciones entre los políticos y las cofradías hay que hacer una clara excepción: cuando éstos acuden a las procesione­s en calidad de representa­ntes del pueblo (alcaldes, subdelegad­os del Gobierno, concejales, etcétera). En este caso la presencia está plenamente justificad­a, pues no representa­n a unos intereses políticos determinad­os, sino al conjunto de los ciudadanos. En los últimos tiempos, han surgido algunas voces –equivocada­s a nuestro entender– contrarias a esta presencia. Es normal que las institucio­nes de los ciudadanos honren y acompañen a lo que la mayoría de los ciudadanos aman.

Todo intento de aprovechar las cofradías con fines políticos y electorale­s sólo puede mirarse con reproche

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