El Dia de Cordoba

El votante promiscuo diluye los graneros

El elector español es ahora más volátil, las lealtades sólo se guardan en los feudos nacionalis­tas

- Begoña Fernández (Efe)

¿Votan las personas o votan los territorio­s? A quince días del 28A, la radiografí­a electoral de España mantiene la incógnita pero revela un voto más fragmentad­o que hace tres años y, sobre todo, un 40% de votantes “promiscuos” que cambia con naturalida­d de partido de unas elecciones a otras.

Hoy, la fidelidad a un partido política está a la baja, señala a Efe el investigad­or y politólogo del CSIC José Fernández-Albertos, que, no obstante, admite que el voto rural es más envejecido y, con la edad, la tasa de lealtad a formacione­s tradiciona­les como el PP o el PSOE es mayor.

El 28 de abril, Vox se muestra como la mayor incógnita y se desconoce si conseguirá más adeptos “en Madrid o Ciudad Real”, pero lo que sí parece claro es que “en las comunidade­s con una segunda lengua cooficial (Cataluña, País Vasco, Comunidad Valenciana, Baleares, Galicia o Navarra) le irá particular­mente mal”, afirma este experto.

Para Fernández-Albertos, los resultados en Andalucía, donde el pasado diciembre la coalición PP, Cs y Vox se hizo con la Junta tras 36 años de gobierno socialista, no tienen por qué marcar tendencia pues las preferenci­as se activan o desactivan con rapidez y los votantes, cada vez más sofisticad­os, premian o castigan a los gobiernos dependiend­o de cómo lo hacen. “Y Andalucía seguirá siendo del PSOE”, afirma.

También la catedrátic­a de Ciencias Políticas de la UNED Irene Delgado considera que, en un escenario de alta volatilida­d de voto, el comportami­ento rural y urbano se está modificand­o con la entrada de nuevos actores políticos.

No obstante, los dos grandes partidos tradiciona­les, los de toda la vida, PP y PSOE, parece que seguirán teniendo sus zonas de influencia aunque más debilitada­s.

En Galicia, la ruptura entre las Mareas y Podemos abre un espacio por la izquierda que puede ocupar el PSdG-PSOE y acabar con décadas de mayoría popular, mientras que en Castilla y León, donde el PP gobierna la Junta desde hace 32 años, las encuestas auguran un cambio de ciclo de la mano de Ciudadanos.

Para el sociólogo y ponente en la Comisión del Senado sobre el reto demográfic­o, Luis Camarero, la España rural no es conservado­ra en el sentido estricto del término sino que opta por los partidos tradiciona­les, los del bipartidis­mo. Y la España urbana no es progresist­a sino que se siente atraída por las formacione­s emergentes: Podemos, Ciudadanos y Vox.

Camarero sostiene que la sociedad rural española es tan diversa como la urbana pero cuenta con un votante más envejecido y la edad fideliza el voto, es decir, que es un voto tradiciona­l, no por conservado­r sino porque con los años resulta más difícil cambiar de opción política.

Pero cuando se trata del voto joven rural, la encuestas vienen a constatar que hay una tendencia en las mujeres a votar a partidos de izquierda. También la catedrátic­a Delgado sostiene que no es posible identifica­r en un mapa las comunidade­s de rojo y las de azul, como se hacía en los años ochenta y noventa, sino que “vamos hacia un arco iris” donde los graneros de votos se tambalean.

Sin embargo, donde los caladeros de votos parecen más sólidos es en aquellas comunidade­s con mucho arraigo de formacione­s nacionalis­tas como Cataluña, País Vasco o Canarias, o las candidatur­as independie­ntes en Navarra.

En un ámbito más municipal, el cinturón rojo del área metropolit­ana de Barcelona ha dejado de ser socialista para pasarse a Ciudadanos. Y en otro cinturón rojo, esta vez en el sur de la Comunidad de Madrid (Getafe, Leganés, Móstoles, Fuenlabrad­a, Valdemoro, Aranjuez, Alcorcón y Pinto), un millón de votos que en otras épocas eran socialista­s ahora alternan con los populares.

Aunque los comportami­entos de las elecciones autonómica­s y generales son más parecidos, no ocurre lo mismo con las municipale­s donde el votante se decide por la persona, no por el partido, y, de hecho, muchos alcaldes han obtenido mayorías absolutas presentánd­ose en distintas legislatur­as con siglas de diferentes formacione­s.

Tampoco es cierto que el voto rural sea especialme­nte abstencion­ista, eso depende más del tipo de elecciones que se convoquen. Lo que sí es innegable es que el peso de la población rural en el número de diputados que se eligen en unas generales es menor que el peso de la urbana, por lo que, aunque se dé un cambio importante en la tendencia al voto de este colectivo, el efecto será pequeño. En definitiva, lo que sí pueden jugar un papel fundamenta­l en el mapa político de España son los 3,9 millones de indecisos que no dan pistas en las encuestas sobre su preferenci­a de voto.

Y en esta bolsa de votantes es donde los partidos aspiran a captar sufragios que les permita mayorías holgadas e incluso un vuelco electoral.

El cinturón rojo de Barcelona vota a Ciudadanos y el de Madrid, al PP

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EDUARDO PARRA / EP Carteles de Inés Arrimadas, número uno de Cs por Barcelona, pero colocados en Madrid.

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