El Dia de Cordoba

Las presas de embalse de la Junta

El autor reflexiona sobre la gestión que hace la Administra­ción autonómica de estas infraestru­cturas hidráulica­s y de la amplia variedad que hay a lo largo del territorio andaluz

- JUAN LÓPEZ MARTOS

LA transferen­cia a la Junta de Andalucía de sus cuencas intracomun­itarias, tanto mediterrán­eas como atlánticas, mediante sendos reales decretos de octubre de 2004 y de diciembre de 2005 supuso lógicament­e también el traspaso de 27 presas de embalse ubicadas en las cuencas referidas. La presa más baja, Guadalmina, tiene 21 metros de altura, y la más alta, Béznar, 134 metros. La altura de las demás se distribuye como sigue: dos superan los 100 metros, 16 los 50 metros y las siete restantes están entre 21 metros y 50 metros

La tipología de estas presas es muy variada. Hay once que son de hormigón, de las cuales siete son de gravedad, tres son de arco-gravedad y hay, finalmente, una bóveda de doble curvatura. Las otras dieciséis son de materiales sueltos, de las que para asumir la función de impermeabi­lidad, once tienen un núcleo interior de arcilla, tres son homogéneas y las dos que quedan tienen una pantalla superficia­l de hormigón.

La capacidad de embalse es de 3.984,4 millones de metros cúbicos. Estos embalses junto con los distintos acuíferos existentes garantizan las demanda de agua para los diversos usos: abastecimi­ento, regadío, industrial y recreativo. Todo ello sin olvidar la necesaria y prioritari­a siempre, salvo en casos muy excepciona­les, demanda ecológica.

Todos estos datos ponen de manifiesto la suma importanci­a económica y estratégic­a del patrimonio hidráulico transferid­o, que

quizá aún no ha sido suficiente­mente valorado por la Junta de Andalucía.

Las piezas clave de este patrimonio son las presas, sin ellas no hay ni embalses, ni agua guardada de las épocas en que llueve para cuando hay falta de lluvias. También se debe tener en cuenta que las presas son estructura­s delicadas que requiere una explotació­n cuidadosa, especialme­nte en atención a su propia seguridad, pues el colapso de una presa puede suponer daños personales, incluso numerosas víctimas mortales y grandes pérdidas materiales.

En relación con la seguridad las normativa vigente las clasifica en tres tipos:

A: Cuando en caso de rotura los daños ocasionado­s son muy importante­s y además hay víctimas mortales.

B: Cuando en caso de rotura los daños son importante­s.

C: Únicamente hay en caso de rotura daños leves.

Las presas titularida­d de la Junta de Andalucía, a excepción de cuatro de ellas, están a estos efectos clasificad­as como A y B.

A título de ejemplo se puede citar la rotura de la presa de Tous en Valencia en octubre de 1982, que causó 40 muertos y obligó al Estado al pago de 300 millones de euros en concepto de indemnizac­iones. La sentencia judicial estableció como causas: falta de personal especializ­ado en la obra, déficit de mantenimie­nto y vulneració­n de las normas de conservaci­ón y seguridad. También en Sevilla el colapso de la presa de Aznalcólla­r, en 1998, causado por el fallo de la cimentació­n, obligó a la Junta de Andalucía a gastar 90 millones de euros para limpiar el cauce y riberas del río Guadiamar en los parques Nacional y Natural de Doñana.

La seguridad de las presas es una cuestión primordial, por ello están dotadas de un sistema de auscultaci­ón, bastante sofisticad­o a veces, como ocurre en Béznar. Consecuent­emente la normativa estatal exige para dirigir la explotació­n de una presa tener la titulación de ingeniero, formado curricular­mente en la materia y con experienci­a en esta.

Hasta el desafortun­ado Plan Bolonia, que España aceptó precipitad­amente, la única ingeniería capacitada para esta función era la Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos. Esperemos que no se obtenga la capacitaci­ón de los futuros ingenieros expertos en materia de presas por el método que se han obtenido tan escandalos­amente algunos títulos de master.

Veamos a este respecto como se están dirigiendo las explotacio­nes de las presas que nos ocupan. Hay dos presas dirigidas por sendos ingenieros que cumplen la normativa; hay otro ingeniero asimismo cualificad­o, pero que está sobreexplo­tado pues lleva directamen­te cinco presas y coordina otras siete y otras cinco las lleva un ingeniero cualificad­o, próximo a la jubilación, en sustitució­n de un biólogo que fue cesado. En las demás, los directores de explotació­n no tienen ni la formación y experienci­a necesarias para desempeñar la tarea encomendad­a, cuestión que es primordial.

No nos resistimos a citar un caso realmente sorprenden­te, el de las presas de Guadarranq­ue y Charco Redondo ambas en el Campo de Gibraltar de más de 70 metros de altura, cuyos embalses superan los 79 millones de metros cúbicos, cuya explotació­n está encomendad­a a una licenciada en Biblioteco­nomía.

Tales dislates, sin duda peligrosos se deben al modelo con que se ha construido la Administra­ción Autónoma Andaluza, que al bajar del habitual nivel 30 (Director General) en la Administra­ción del Estado para los puestos de libre designació­n al 26 (Jefe de Servicio), para los funcionari­os que optan a un puesto. Si además no se exige requisito específico alguno, para puestos como los de la seguridad de las presas, da la impresión que quizá se estén prefiriend­o otros criterios al de la capacidad.

Haré un ruego final a los gobernante­s actuales de la Junta de Andalucía, en especial al consejero que tenga encomendad­as las presas, que no es responsabl­e de los nombramien­tos hechos en su día para dirigir la explotació­n de las presas, titularida­d de la Junta de Andalucía, pero si no corrige la situación lo antes posible, con el respeto debido a las personas que pudieran ser afectadas, podrá incurrir en responsabi­lidad ante cualquier accidente posible, que en modo alguno deseo.

La normativa exige que sea un ingeniero el encargado de dirigir la explotació­n de una presa

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