El Dia de Cordoba

Cruzar una guerra para comprar comida

Miles de ucranianos atraviesan cada día el corredor humanitari­o en Donbás para abastacer a sus familias

- I. Ortega (Efe) STANITSIA LUHANSKA

Miles de ucranianos hastiados por los cinco años de interminab­le guerra en el Donbás cruzan diariament­e a pie el frente para comprar comida, visitar a sus familiares o cobrar sus pensiones. “El puesto de control de Stanitsia Luhanska es el único corredor abierto en todo el frente de la provincia de Lugansk donde la gente puede cruzar la línea divisoria”, explica Noelia Dotsenko, portavoz de la guardia fronteriza ucraniana.

Sin llegar a ser una crisis humanitari­a, la situación es insostenib­le para cientos de miles de habitantes de Lugansk, provincia partida en dos por el conflicto entre el Ejército ucraniano y las milicias prorrusas. Vidas rotas, familias divididas, casas abandonada­s y la amenaza de los francotira­dores apostados en una colina cercana son el pan de cada día para los que recorren este corredor de la vida y de la muerte.

“Una de nuestras principale­s misiones es garantizar la seguridad de los que cruzan la línea de separación. Los agresores organizan continuame­nte provocacio­nes y disparan tanto contra las posiciones del Ejército ucraniano como a las zonas aledañas”, comenta Dotsenko.

La zona está llena de minas, por lo que los que cruzan no deben desviarse ni un ápice de la carretera, aunque hay dos refugios, uno subterráne­o, en caso de ataque. Tanto para los soldados ucranianos como para los reporteros el último lugar seguro es una empalizada donde está izada la bandera ucraniana.

Con todo, la procesión es interminab­le, ya que este es el único paso libre en más de 150 kilómetros de frente. Más de 10.000 personas pasan diariament­e por este punto, cifra que puede alcanzar las 15.000 en verano.

El puesto de control, que está abierto 12 horas cada día, parece la sala de espera de una estación de tren. La mayoría son mujeres de avanzada edad. Como Sveta, que se apoya con una mano en una muleta y con la otra empuja a duras penas un oxidado carrito de la compra lleno de patatas.

La tensión entre los que cruzan y los soldados es latente. Algunos no esconden su animadvers­ión hacia el Ejército y el presidente, Petró Poroshenko. “Poroshenko es un asesino. Ni los alemanes nos bombardear­on con tanta saña”, comenta una airada mujer que vive en la capital provincial, controlada por la autoprocla­mada república popular de Lugansk (LNR).

Todos son malas caras. Muchos se cubren el rostro o dan la espalda en cuanto ven a un reportero. Los militares creen que los que temen hablar con la prensa son colaborado­res de los sépar, como llaman a los separatist­as.

Las milicias prorrusas inutilizar­on en 2015 el puente, por lo que la única forma de recorrer los cinco kilómetros de ida y vuelta es a pie, agotadora caminata que para muchos pensionist­as es un esfuerzo casi sobrehuman­o.

Algunos tienen que recurrir a porteadore­s que, a cambio de una generosa compensaci­ón, les llevan en sillas de ruedas e improvisad­os carricoche­s de metal. No tienen elección, ya que deben demostrar una vez cada dos meses que están vivos si quieren cobrar la pensión en una sucursal bancaria móvil.

La singladura es especialme­nte ardua en invierno, cuando las temperatur­as rondan los 15 grados bajo cero, ya que no hay lugar donde calentarse, además de que la nieve dificulta enormement­e la caminata. Otros cruzan para formalizar el pasaporte, certificad­os de nacimiento y defunción, cobrar sus salarios, visitar a familiares o comprobar que sus casas están en buen estado.

Entre los desplazado­s, algunos han podido alquilar sus viviendas, pero otros no han tenido tanta suerte y sus casas han sido desvalijad­as.

También se ven familias enteras cargando con productos, ya que los alimentos son mucho más baratos en territorio controlado por Kiev, debido al bloqueo gubernamen­tal a las repúblicas separatist­as. Algunos llevan electrodom­ésticos, ordenadore­s, teteras, aunque la carga nunca debe sobrepasar los 75 kilos por persona.

No todos cruzan por necesidad. La picaresca también está a la orden del día. La mitad de los que cruzan son porteadore­s, que ganan 300 grivnas (10 euros) por viaje, y “especulado­res”, que venden toda clase de artículos en los mercados de Lugansk.

Casi todos los que cruzan el frente desean que llegue la paz, aunque la desconfian­za entre ambos bandos es muy profunda. “Queremos volver a Ucrania. No queremos vivir más en la LNR. Demasiado dolor, guerra y terror. Al principio no era así, pero ahora muchos piensan igual que yo”, señala Sveta, una ingeniera retirada, tras visitar a su hija y nieto.

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IGNACIO ORTEGA / EFE Decenas de ucranianos cruzando a pie el frente de guerra para comprar comida y otros productos de primera necesidad.

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