POLÍTICA
DICEN los expertos en política que cada vez hay más indecisos a la hora de votar y que el voto se suele decidir en el último minuto. Si las campañas electorales eran antes puro trámite, ahora realmente pueden cambiar hacia dónde se incline la balanza o incluso ser decisivas. Dicen también que cada vez nos dejamos llevar más por las emociones. El haz que pase de Pedro Sánchez –aunque lo hacen todos– es uno de esos ejemplos en los que se apela a no se sabe muy bien qué, a esa necesidad que tenemos de creer en algo, de pensar que todo va a ir bien, de conseguir eso que siempre hemos querido. En la era de la inmediatez, no nos queda mucho tiempo a la ref lexión y los partidos que lo saben bien solo buscan la reacción inmediata de que algo se remueva por dentro.
Pero esta columna, si puede ser vir de algo, reivindica todo lo contrario. A pesar de que parezca que nuestra vida no va a cambiar gobierno quien gobierne, sí que afecta. Todas las decisiones que se toman a diario, desde el supermercado en el que se compra hasta echar gasolina, tienen que ver con la política. Por eso decidir a quien votar bien merece que nos paremos un rato a pensar. Como mínimo a leer el
programa electoral o comparar alguna de las ideas que estos días se ven ref lejados en los medios de comunicación.
Porque aunque todos tengamos a un familiar más o menos cercano que se haya tenido que ir fuera a trabajar, prohibir la inmigración no les va a dar una oportunidad laboral. Porque frente al problema de la despoblación la solución no puede ser eliminar los derechos de las mujeres para decidir cómo y cuándo formar su familia. Porque aunque a alguien le ponga de los nervios el lenguaje inclusivo de todos y todas derogar la ley de violencia de género sería un retroceso inadmisible y una tristeza como país. Porque el conf licto catalán no se puede arreglar suprimiendo todas las autonomías.
La política o, mejor dicho, los políticos, no han estado a la altura en muchas ocasiones, pero ahora es el momento de que los ciudadanos sí lo estemos. Así, frente a los que nos piden que no pensemos, a que actuemos por impulsos o los que proponen soluciones fáciles a problemas que no lo son, hay que responder con todo lo contrario. Dedicando un tiempo a pensar y pensando realmente adonde queremos que vaya nuestro voto. Sea cual sea.
Aunque ahora se nos pide que apelemos al instinto, es necesario reflexionar sobre las distintas opciones