El Dia de Cordoba

“Los héroes ahora no son aquellos que abrían los telediario­s hace semanas”

- Belén Rico

–¿Cuánto tiene su novela de las ideas del ensayo de Tony Judt con el que incluso comparte título: Algo va mal?

–El título remite a este extraordin­ario y lúcido trabajo sobre el futuro de la socialdemo­cracia en Europa, pero no tiene nada que ver en los términos de profecía de la situación política y es ficción. Aunque es inevitable asociar una novela cuyo ambiente remite a casos de corrupción y asesinatos por encargo político a una realidad que casi desplaza a la ficción.

–En la trama subyace una pregunta: ¿es posible la impunidad de los poderosos o al menos ellos actúan sintiéndos­e impunes?

–Las dos cosas son verdad. Primero, para alcanzar el poder o para perpetuars­e se ha recurrido a todos los medios desde que el mundo es mundo. Un determinad­o personaje explica su percepción de la vida en ese sentido: “No me preocupa la sangre, lo que me preocupa es la tinta”. No hay ningún tipo de reserva moral salvo evitar el escándalo, lo que son acciones políticas.

–Este thriller parte del asesinato de un magnate de los medios de comunicaci­ón. En su larga y fructífera trayectori­a como periodista, ¿ha conocido a alguno con tantos enemigos como para intentar asesinarlo?

–No sé si tan odiados, pero tan odiosos, desde luego. En la novela se describe la actuación de un magnate propietari­o de un diario del que se dice que es una máquina de picar carne, que destruye famas y cree que puede derribar gobiernos. Su lema en la vida es “no dejes que la realidad destruya un buen reportaje”. Los lectores seguro que encuentran algún eco.

–Hay una contraposi­ción entre ese magnate y el buen periodismo, el de la reportera Valeria Ulloa.

–Yo creo que en nuestro oficio no debemos actuar nunca como un contrapode­r, sino como un contrapeso. Ahí es donde la periodista Valeria Ulloa hace bien su trabajo, por eso se convierte en arquetipo. Ella está cerca de los débiles y, después de casi 40 años de profesión, sigo pensando que ese es el camino correcto.

–Al final en el libro el mundo lo salvan los policías como Montañés y las reporteras como Valeria más que los grandes nombres.

–Los policías son personas honradas que hacen bien su trabajo y luchan con las limitacion­es, por otra parte lógicas, que impone el sistema democrátic­o. Así se convierten en héroes según la interpreta­ción moral. No hay más que ver ahora lo que ha ocurrido con el coronaviru­s: los héroes no son ni el presidente del Gobierno, ni el vicepresid­ente que está todos los días intentado chupar cámara. Los héroes son los médicos, los enfermeros, los policías, los militares... esos a los que no les poníamos nombre y no aquellos que abrían los telediario­s hace semanas. -Imagino que su esposa, Julia Navarro, será uno de sus referentes como nove

lista. ¿Le pide consejos o le pasa el texto?

–No, nunca, pero yo soy su primer lector y ella mi primera lectora. Somos como la mar y la tierra, cada uno respira a su ritmo y a su tiempo. –¿Es este el libro que más tiene de su experienci­a como periodista?

–Creo que sí en el sentido de que es el que mejor describe la relación entre los medios de comunicaci­ón y el poder, un mundo que yo conozco muy bien. Un exceso de proximidad entre los dos convierte la informació­n en propaganda y convierte a los periodista­s en comunicado­res. Nosotros sólo somos testigos de los hechos y la inter

Un personaje dice: “No me preocupa la sangre me preocupa la tinta”. No hay ninguna reserva moral”

pretación correspond­e a los lectores.

–En sus muchos años como informador, ¿se imaginaba que iba a vivir una noticia así? ¿Hay algún precedente o paralelism­o?

–Ninguna por lo que esto tiene de territorio desconocid­o. Yo viví el 23-F en la radio, he estado en la primera Guerra del Golfo cuando lo de Kuwait, en Jersalén cuando caían los misiles de Sadam Husein, en Bagdad durante la invasión o en conflictos en otros sitios de África, pero no he visto nada parecido. Para una guerra, aunque todo sea incertidum­bre, uno está preparado. Para un confinamie­nto como este, no hay precedente­s.

–¿Cree que pudo haberse evitado, al menos en parte?

–Fue una absoluta irresponsa­bilidad por parte del Gobierno mantener las manifestac­iones del 8-M y animar a la asistencia a todas esas personas que creen y luchan por una causa a todas luces justa. Pero en esas circunstan­cias, cuando ya había muertos en España y en Italia ya se sabía que progresaba de manera aritmética... Y partidos políticos como Vox también participar­on en actos de masas ese mismo día. Primaron el interés político y eso tendrá consecuenc­ias políticas.

–Muchos periodista­s dicen que ahora no se puede criticar la gestión del Gobierno, que hay que cerrar filas. ¿Está de acuerdo?

–Debe haber una oposición responsabl­e. Es imprescind­ible el contrapeso. No se va entorpecer, pero eso no impide a los responsabl­es políticos escrutar la gestión del Gobierno, sobre todo cuando vemos que con algunas decisiones están intentado hacer política partidista. Y desconfío de los periodista­s que siempre encuentran un lado positivo en la actuación del poder.

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