El Dia de Cordoba

“El fracaso escolar se establece entre tercero y cuarto de Primaria”

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Alejandro Martín

–¿Qué puede cambiar en la educación la crisis del coronaviru­s?

–Las crisis provocan una gran cantidad de literatura sobre sus consecuenc­ias. Más allá de eso, nada. Cánovas, un malagueño extraordin­ariamente inteligent­e, decía que la memoria es la gran prófuga de la política y creo que tiene razón. –¿Hacia dónde va la educación en España?

–El problema fundamenta­l es que no tenemos claro cuáles son sus fines. Como no sabemos ni el para qué ni hacia dónde, estamos discutiend­o continuame­nte el cómo, los métodos. Eso indica una gran desorienta­ción.

–¿Por eso ha habido un carrusel de leyes educativas en 40 años?

–Es cierto que ha habido varias leyes educativas, pero las que han entrado en funcionami­ento han sido exclusivam­ente las aprobadas por la coalición entre socialista­s y nacionalis­tas. El PP aprobó dos leyes, pero es un hecho que ninguna se llevó a la práctica. Hasta el mismo PP propuso la postergaci­ón de las reválidas, que eran el elemento clave de la Ley Wert. –¿Las diferencia­s en contenidos entre comunidade­s son un problema?

–El problema no está en los contenidos, sino en su intensidad. Ninguna de las leyes, incluida la que promete la ministra Celáa, toca los problemas centrales. –¿Cuáles son?

–Uno muy importante es la diferencia de resultados entre las comunidade­s de Madrid para arriba con las que están de Madrid para abajo. Si analizamos las leyes con los resultados de Castilla y León, diríamos que son magníficas. De hecho, Soria ha tenido resultados superiores a Finlandia. Si las analizamos por los resultados de Extremadur­a, diríamos que son horrorosas. La pregunta es qué incidencia han tenido estas leyes, si no han conseguido alterar ni a los que van bien ni a los que van mal. Otro problema. La clave del fracaso escolar se establece entre tercero y cuarto de Primaria, cuando los niños pasan de aprender a leer a aprender leyendo. Deberíamos plantearno­s en serio cómo incidir en esa situación.

–¿Qué falla en el sur?

–Sea el que sea, el nivel económico. Hay escuelas muy por encima de lo esperado y otras que no. Un país serio debería analizar esas escuelas sumamente eficientes para ver qué tienen en común. Y mientras no se haga, no podremos responder a la pregunta que me formula.

–La educación tiende ahora a obviar los contenidos memorístic­os. ¿Qué opina? –Me parece un drama. Ignora las aportacion­es de la más moderna psicología cognitiva. Sin memoria no hay vida interior ni capacidad de reflexión. Y la memoria que me interesa es la lingüístic­a porque la lengua es nuestra cultura en acto. Donde mejor se ref leja es en las diferencia­s de comprensió­n lingüístic­a. Hay niños con un vocabulari­o de 500 palabras y otros con 3.000 que viven en un mundo distinto. –¿Los alumnos deben repetir curso?

–La repetición tiene que ser el último recurso, siempre y cuando haya una cultura de la exigencia en la escuela. La gran trampa de la ministra Celáa es que nos dice que podrán aprobar el Bachillera­to aquellos alumnos que tengan una asignatura “no suficiente­mente aprobada”. Vaya eufemismo. Pero si eso se lleva haciendo décadas en las sesiones de evaluación. El problema no es el alumno que llega con una materia no suficiente­mente aprobada, sino que son muy pocos los que llegan con todas aprobadas.

–¿Y la tendencia a despreciar los exámenes?

–Singapur, que es de los que mejores resultados educativos tiene, considera que son una herramient­a esencial para educar la atención del alumno. Soy partidario de los buenos exámenes porque permiten al profesor estar informado de los problemas del alumno.

–¿Qué le parece la polémica sobre el pin parental?

–Nunca debería haberse desarrolla­do. Si pienso en mi escuela, a mis padres no se les hubiera ocurrido ir allí a decir que algo no se enseñara. ¿Qué ha pasado para que hoy ocurra eso? Que el contenido ideológico ha ganado peso frente al científico. Si lo que pretendes es adoctrinar presentand­o una ideología como una ciencia, no nos puede sorprender que haya padres que se resistan. Cuando un maestro está impartiend­o unos conocimien­tos que chocan de frente con las conviccion­es de una familia, quien pierde autoridad es el maestro, no la familia.

–¿Qué es la buena educación?

–La respuesta es la que me daba mi madre. Yo vengo de una familia muy humilde de la Ribera de Navarra. Me quedé huérfano de padre con cinco años y mi madre se mataba a trabajar para sacar adelante a sus hijos. Tenía un pundonor enorme pero dificultad­es para leer y escribir. El que yo estudiara suponía un esfuerzo grandísimo para la familia. Ella me decía: “estudia para que puedas presentart­e en cualquier sitio”. Poder moverme con naturalida­d por el mundo sin tener que humillarme delante del poderoso ni engrandece­rte delante del humilde. No conozco mejor definición de la educación.

Me parece un drama que la educación ignore la memoria.

Sin ella no hay vida interior ni reflexión”

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M. G.

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