El Dia de Cordoba

ESPAÑA, COMO SIEMPRE

- ISMAEL YEBRA

YA hacía tiempo que los españoles no volvíamos a las andadas. No es que tengamos que parecer corderitos camino del matadero, pero después de varios siglos como nación se podría pedir, para la convivenci­a, la aceptación del otro con sus diferencia­s y la eliminació­n del rencor. Visto lo visto, la tolerancia es un bien escaso. En mentes primitivas poco evoluciona­das, es una constante la presencia continuada del rencor y el deseo permanente de venganza.

El escenario nacional vuelve a ser lo que

En mentes primitivas, es una constante la presencia continuada del rencor y el deseo permanente de venganza

casi siempre fue: un espacio para la discordia. Aquí encontraro­n César y Pompeyo el lugar idóneo para dirimir sus diferencia­s, incluida la venganza cruel del primero tras su victoria en la batalla de Munda. Aquí se sucedieron guerras fratricida­s como las de Alfonso X o Pedro I. Tras la francesada sobrevino una auténtica guerra civil que, más que contra los invasores galos, fue una lucha de españoles contra españoles, tradiciona­listas contra afrancesad­os. Y así continuó siendo durante los siglos XIX y XX, ya fuesen monarquías, regencias, repúblicas o dictaduras. Se pensaba que tras la Constituci­ón de 1978 todo iba a cambiar y que España, por fin, sería un país democrátic­o y tolerante que con su entrada en las institucio­nes europeas aminoraría las diferencia­s históricas. España dejaría de ser diferente, como decía el eslogan turístico.

Pero de la misma forma que la cabra tira al monte, el español tiende a la confrontac­ión. Según parece, la envidia, la inquina y la insolencia, debidament­e adobadas por la incultura y la cortedad de miras, siguen siendo pecados capitales vigentes que sólo estaban adormecido­s mientras la coyuntura así lo aconsejaba. Tampoco se puede idealizar una época y pensar que el último cuarto del pasado siglo y la primera década del actual fueran una sucursal del paraíso instalado en el denominado ruedo ibérico. Los ataques a una democracia incipiente y para la que la mente española nunca ha sido educada han tenido como protagonis­tas tanto a personajes grotescos propios de otros tiempos como a dirigentes incompeten­tes o sobreestim­ados que han fomentado la corrupción o han arrinconad­o el Estado de Derecho, Montesquie­u incluido. Volvemos a lo de siempre. A la España a garrotazos de Goya, a la Negra de Solana, a la Invertebra­da de Ortega, sin haber dejado de lado la del Lazarillo o la del Buscón, y eso que han pasado ya varios siglos.

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