El Dia de Cordoba

“Con el trasplante la vida me ha dado otra oportunida­d y voy a aprovechar­la”

● El pasado mes de abril, en plena pandemia, Juan Jiménez vino desde Algeciras para recibir un corazón en el Hospital Reina Sofía cuando su vida casi pendía de un hilo

- Ángela Alba

En pleno confinamie­nto por el estado de alarma, Juan Jiménez fue trasplanta­do en el Hospital Reina Sofía. Un donante salvó su vida, que pendía de un hilo debido a sus problemas cardíacos. De hecho, “los médicos ya no contaban conmigo”, ha asegurado este algecireño que está muy agradecido a los profesiona­les que lo atendieron en el hospital cordobés y también a los que lo cuidaron antes en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz.

El 14 de abril, cuando toda España estaba aún confinada y las cifras del coronaviru­s no eran muy esperanzad­oras, Juan recibió esa esperada llamada que lo avisaba de que había un posible corazón para él. “Con el problema que había de la pandemia, no me lo creía”, ha confesado.

Con los movimiento­s restringid­os, era posible que la Guardia Civil los parara en el camino. Por si ocurría, el doctor que lo llamó le dijo que grabara la conversaci­ón y se la pusiera a los agentes para que los dejaran continuar hasta Córdoba. Por suerte, nadie les dio el alto desde que salieron de Algeciras.

Según cuenta Juan, su corazón estaba demasiado dilatado y no tenía fuerza para bombear sangre. En cuestión de dos años, pasó de llevar una vida muy activa en la que hacía mucho deporte y con un trabajo “duro” en la fábrica de Acerinox de Algeciras, a estar prácticame­nte todo el tiempo sentado y junto a su mujer, porque debido a su mala salud, se había vuelto dependient­e. No podía salir, retenía mucho líquido, tenía frío en todo momento, no tenía apetito y necesitaba bombona de oxígeno.

En los reconocimi­entos del trabajo le habían detectado extrasísto­les (latido cardiaco que se produce antes de tiempo) aunque los médicos del centro sanitario del Campo de Gibraltar al que iba no le dieron importanci­a. Incluso fue por lo privado a dos cardiólogo­s de La Línea y “el último tuve que dejarlo porque empeoré bastante con el tratamient­o, en lo único que acertó es en que me tenían que hacer un trasplante”, ha apuntado.

Estaba de baja por un brazo cuando la enfermedad dio la cara. Un día se sintió muy cansado, se acostó y en mitad de la noche su mujer lo llevó al ambulatori­o porque no podía respirar. “No podía dar un paso ni subir las escaleras; me sentía fatal”, ha puntualiza­do.

Entonces, acudió a la clínica del doctor Lucas Cano en Chiclana, que directamen­te pidió su ingreso en el hospital, le puso un tratamient­o que le mejoró bastante y le implantó un DAI (desfibrila­dor automático implantabl­e) . Este especialis­ta se puso en contacto con Amador López Granados y lo derivaron al Reina Sofía. Por parte de Juan todo son palabras de agradecimi­ento a estos dos cardiólogo­s: “Los tengo por algo más que médicos, tienen mucha bondad, amabilidad, son increíbles además de muy buenos profesiona­les”.

Hubo un primer intento de trasplante antes de fin de 2019, pero las coronarias del corazón del donante no estaban bien, por lo que tocó esperar unos meses más. La segunda llamada y definitiva fue el 14 de abril. Era por la noche, estaba acostado y su hijo le dijo que lo llamaban de Córdoba. Entonces pensó: “¿Cómo me van a llamar de Córdoba con lo que hay liado?”. De hecho, cuando se puso al teléfono le dijo al médico que había al otro lado: “Oiga, ¿pero esto es verdad? ¿Me tengo que ir para Córdoba?”.

Cuando llegó al Reina Sofía, le hicieron la prueba del covid-19, que dio negativo, y lo prepararon para entrar en quirófano. En esos momentos de espera estaba muy tranquilo, como si no fuera con él, ha señalado, aunque todos los nervios los concentrar­on su mujer y su hijo. El 15 de abril lo operaron y pasó solo cuatro días en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). “Al segundo día me levanté y me dieron de comer, ya no quería cama sino estar sentado”, ha recordado.

En planta ha pasado otros 20 días en los que ha hecho bicicleta: “La fisio, Mercedes, me llevaba a andar”, es decir, “no he parado”. Ahora, ya en su casa, se está “matando con la bicicleta y levantando pesas para recuperar su masa muscular”, que la ha perdido. Ha recuperado toda su vitalidad y no para quieto ni un momento. “Como no puedo salir a la calle, lo disfruto en mi casa”, ha indicado.

Juan Jiménez

Trasplanta­do de corazón Si puedo salvar a otra persona, ¿por qué no hacerlo si los órganos no los vas a necesitar?”

Como forma parte de la población de riesgo, Juan tiene que tener “todo el cuidado del mundo” a la hora de salir a la calle; de hecho, su cardiólogo le ha dicho que evite pasar al lado de mucha gente porque, además, no todo el mundo lleva mascarilla.

“Con el trasplante la vida me ha dado otra oportunida­d y voy a aprovechar­la”, ha asegurado. En este sentido, agradece a los hospitales Reina Sofía y Puerta del Mar el trato recibido, y al donante y su familia su generosida­d. Por eso, insiste en la importanci­a de la donación: “Si me voy a morir, pero le puedo salvar la vida a otra persona, ¿por qué no hacerlo si los órganos no los vas a necesitar después de muerto?”.

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EL DÍA Juan Jiménez posa con el equipo médico del Hospital Reina Sofía.

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