El Dia de Cordoba

LOS TOROS, CON EL ENEMIGO DENTRO

- LUIS HURTADO GONZÁLEZ Profesor de Derecho

MUCHOS sectores productivo­s piden auxilio ante la situación creada por la epidemia del Covid-19. El taurino, también. La Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL, asociación privada a la que pertenece la mayoría de quienes se dedican a eso) ha remitido al Ministerio de Agricultur­a y a los órganos equivalent­es de las CC.AA. un comunicado con los cálculos de las pérdidas que van a sufrir los ganaderos de bravo; quebranto económico en que, como se supondrá, la UCTL justifica las medidas legales que solicita para salir adelante. Prácticame­nte todas están dentro de lo razonable, dado de lo que se trata: subvencion­es por el sacrificio de las reses que no se van a poder lidiar, canales alternativ­os para la comerciali­zación de la carne, reduccione­s del IVA, etc. En fin, todo muy razonable, como digo. No lo es, en cambio, una petición que nada tiene que ver con la economía ganadera y que, por tanto, siembra dudas de si ha habido buena fe con su inclusión aprovechan­do un momento tan crítico como éste. En concreto, pide la UCTL un “análisis y rediseño de la estructura de los espectácul­os taurinos” o, sin tapujos, “la liberaliza­ción reglamenta­ria y administra­tiva que haga posible la autorregul­ación del sector”. Para que se entienda: se pide la derogación de las reglas de los toros, las contenidas en los reglamento­s taurinos vigentes (el estatal y los autonómico­s), las que establecen los elementos, principios y rasgos esenciales que hacen que la corrida sea lo que es y lo que ha sido desde hace va para doscientos años (a saber, reconocimi­entos obligatori­os, sorteo, medidas de las puyas, tercio de varas, lances prohibidos, pares y caracterís­ticas de las banderilla­s, último tercio –con su prohibició­n, por ejemplo, de ahondar el estoque ya clavado–, avisos, requisitos para indulto y trofeos, etc.). En lugar de estas normas (que, en palabras del Tribunal Constituci­onal, son las que hacen recognosci­ble la corrida) y con la excusa de la crisis sobrevenid­a, abogan estos señores por la “autorregul­ación del sector”; es decir, que sean precisamen­te ellos, junto con toreros y empresario­s, quienes decidan qué lidiar y, sobre todo, cómo hacerlo. Semejante reivindica­ción no es nueva (hay constancia de su defensa ya en el siglo XIX, poco después de que las autoridade­s de la época dictaran los primeros reglamento­s) y, de cuando en cuando, como un virus, reaparece en el horizonte taurino. Ya he escrito antes sobre ella, demostrand­o lo que esconde y a lo que, sin remedio, aboca: al fin de los toros. Me veo obligado a rebatirla una vez más. Y no me pararé en la inoportuni­dad del momento elegido para su relanzamie­nto, en la absoluta falta de relación de la misma con los problemas económicos que preocupan a la UCTL ni en que sea esta asociación (que ni es ni representa al llamado “sector taurino”) la que menos incumbenci­a tiene en el asunto. Voy al grano (aunque hay más razones legales que hacen inviable la propuesta): todos los espectácul­os (el fútbol, sin ir más lejos) tienen reglas. Y en todos, son sus interesado­s –sí, sus interesado­s– quienes, de manera convencion­al (generalmen­te, a través de sus asociacion­es) se las dan, las quitan o modifican, según acuerdan. Esto es así porque son simples espectácul­os, juegos o diversione­s, de modo que semejante “autorregul­ación” emana y se fundamenta en las libertades que nuestra Constituci­ón ampara (con los límites –claro– que impongan el Código Penal y demás leyes, como, por ejemplo, la de Prevención de Riesgos Laborales). Todos… menos los toros. En los toros, las reglas las dicta el legislador. Están en el Boletín Oficial. Razón: no son un mero espectácul­o, son un Patrimonio Cultural Inmaterial, que los poderes públicos tienen obligación constituci­onal de proteger y conser var tal cual es, con sus rasgos, con su esencia, con sus reglas, las de siempre. Que son las que, por tanto (y garantizán­dose siempre su observanci­a con un Presidente que nombra la Administra­ción), impiden que se lidien reses maltrechas o afeitadas, que sean barrenadas o derrotadas en burladero, toreadas sin límite de tiempo o indultadas a capricho; normas que, en suma, impiden, que la corrida se degrade, se desnatural­ice y se convierta en “otra cosa”: en un show propio de parque temático, una especie de número circense con una res de por medio. Ésta es la propuesta de la UCTL. Como dije, el fin de los toros. Creo que el movimiento antitaurin­o puede ya desmoviliz­arse.

En los toros, las reglas las dicta el legislador. Están en el Boletín Oficial. Razón: no son un mero espectácul­o, son un Patrimonio

Cultural Inmaterial

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