La respuesta al Covid-19
● Las evaluaciones de las estrategias ofrecidas a nivel mundial, europeo y a nivel nacional son imprescindibles para poder extraer lecciones que permitan mejorar actuaciones futuras
YA hace algún tiempo que el debate sobre la respuesta a la pandemia gira en torno a cuando debiera haberse producido la decisión de confinamiento y de paralizar la actividad social y económica en España, para hacer frente a la pandemia. Para ser más preciso, el debate es sobre si se debieron haber permitido las manifestaciones del 8-M en Madrid. Un debate polémico porque no está exento de intereses partidistas.
En los primeros días de marzo la posición de los consejeros de sanidad de las Comunidades Autónomas, el ministro de sanidad y los expertos en relación a la contagiosidad del virus y a la incidencia de la enfermedad se traducía en un mensaje de tranquilidad. Las diez reuniones del consejo interterritorial que hubo en febrero y hasta el 14 de marzo cuando se declara el estado de alarma, acabaron con un mensaje unánime de tranquilidad y control de la situación.
Dichos protagonistas, como otros muchos a nivel internacional, creían que el virus solo contagiaba cuando aparecían síntomas en los pacientes infectados. Hoy, tras conocer mejor a este virus asesino, sabemos que un gran porcentaje de personas infectadas (una de cada tres según la encuesta española de seroprevalencia) no manifiestan síntomas y, sin embargo, si pueden contagiar.
Es comprensible que dado que las autoridades sanitarias autonómicas, nacionales o de la OMS no sabían que los pacientes asintomáticos eran tantos, la enfermedad haya avanzado de manera silenciosa e invisible para las unidades de vigilancia epidemiológica y para los servicios sanitarios en todo el mundo. De esa manera se entiende que era difícil medir y evaluar la verdadera dimensión de la epidemia y que no fuera hasta el día 11 de marzo que la OMS declarase de manera formal la pandemia a nivel mundial.
La medida de confinamiento general en todo el planeta es una medida inédita ya que, ni antes hemos sufrido una pandemia con esta capacidad de dañar la salud de la población más vulnerable con la intensidad que hemos visto, ni hemos conocido medidas tan drásticas y generalizadas paralizando la economía mundial de la manera que hemos sufrido y sufrimos aún.
En ninguno de los Consejos Interterritoriales celebrados antes del 14 de marzo se pidió un confinamiento ningún consejero ni para su territorio, ni para el conjunto de España. No se propuso prohibir las manifestaciones, prohibir el uso del metro o el tren de cercanías o el autobús o reunirnos en bares, cines o teatros. Seguramente todos nosotros habríamos hecho lo mismo. Al menos yo creo que, en mi caso, yo habría hecho lo mismo.
La evaluación de las respuestas ofrecidas a nivel mundial, a nivel de la Unión Europea y a nivel de España es imprescindible para poder extraer lecciones que permitan mejorar las actuaciones que haya que desarrollar en el futuro ante eventuales pandemias o alertas sanitarias que pudiéramos tener que enfrentar.
Una lección que parece ya asumida para corregir errores se refiere a la necesidad de disponer de una reserva estratégica de materiales de protección para profesionales y de equipos médicos para nuevos puestos de cuidados intensivos; con esta reserva estratégica de puede afrontar con más solvencia un posible rebrote del Covid19 o nuevas pandemias, algo que yo propuse en 2014 en mi libro “¿Qué pasó con la Gripe A” publicado con la editorial granadina Amarppe.
El refuerzo de las unidades de salud pública y la atención primaria seguramente será otra de las lecciones a aprender junto a las que se deriven de in análisis riguroso que se nutra de las investigaciones que se desarrollen en la OMS tal como se ha aprobado en la asamblea mundial de ese organismo hace un par de semanas.
Hagamos un esfuerzo en propiciar un debate constructivo y riguroso para sacar conclusiones que sirvan para mejorar las respuestas y, si de ello se derivan responsabilidades, proceder a exigirlas. Mientras no se aporten otros datos, las responsabilidades son compartidas por quienes protagonizaron las 10 reuniones del Consejo Interterritorial que, hasta el 14 de marzo cuando se declara la alarma y se otorga el mando único al ministro, era el órgano que comandaba la respuesta sanitaria en España.