El Dia de Cordoba

Pepe Viyuela “Lo mejor que uno puede hacer en los peores momentos es reír”

● El intérprete llega este sábado al Gran Teatro con ‘Esperando a Godot’, de Samuel Beckett, la obra más representa­da del siglo XX y que está producida por Pentación

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Ángela Alba

Filósofo, poeta, actor y payaso, Pepe Viyuela (Logroño, 1963) parece estar hecho para el papel de Estragón en Esperando a Godot, la obra de Samuel Beckett que llega este sábado al Gran Teatro de Córdoba. Pentación produce este espectácul­o que está dirigido por Antonio Simón con Alberto Jiménez, Juan Díaz, Fernando Albizu, Jesús Lavi y el propio Viyuela en el reparto. Esta aventura que comenzó hace un año y se vio interrumpi­da por el estado de alarma, aunque echó a andar de nuevo el mes pasado en Madrid. Ahora comienzan una gira por España con Córdoba como primer destino.

–-Esta obra de Beckett es la más representa­da del siglo XX, pero ¿cómo la describirí­a a alguien que no sepa de qué va?

–Es una obra que da para mucho, tiene una profundida­d tremenda, por eso intentar describirl­a en pocas palabras es prácticame­nte imposible. Habla de la pérdida, de la desorienta­ción humana, de nuestra condición de seres naufragado­s, de cómo buscamos constantem­ente alicientes para vivir y encontrarl­e a la vida un sentido y cómo ese sentido se nos escapa de las manos, cómo nos pasamos la vida esperando no sabemos muy bien qué. No es fácil describir argumental­mente la función porque habla de tantas cosas... Nosotros cada día descubrimo­s nuevas oportunida­des y posibilida­des de interpreta­ción. Tiene tanta ambigüedad y tanta riqueza semántica que es imposible hablar de ella. Es como si me piden que describa la Quinta Sinfonía de Beethoven porque hay que oírla para saber de qué se está hablando. Con Esperando a Godot pasa lo mismo, cada uno tiene que sacar sus propias ref lexiones. En el teatro, el espectador juega un papel fundamenta­lmente activo. A veces hablas con gente que ha visto la función y te hace preguntas o ref lexiones que no habías pensado. Incluso diría que ahora, en esta situación de pandemia que estamos viviendo, ha cobrado un significad­o nuevo que no tenía cuando la estrenamos hace casi un año. La escuchamos, la sentimos y la vivimos desde un lugar distinto porque es una obra maestra que se adapta como un guante a los tiempos.

–De hecho, la desorienta­ción y el sentimient­o de pérdida que hay en la actualidad está muy presente en esta obra.

–Sí, muchas veces parece que está escrita hablando explícitam­ente de las circunstan­cias que estamos viviendo. Es algo muy mágico lo que consiguió Samuel Beckett con esta obra. Quizás esa sea la explicació­n de por qué se representa tantas veces. Los actores no nos cansamos de bucear en ella y los espectador­es de ver versiones. Hay mucha gente que viene a vernos, sobre todo de la profesión, que ya la visto muchísimas veces, pero quiere hacerlo otra vez. –¿Qué habéis aportado vosotros en esta versión?

–El director, Antonio Simón, ha querido sobre todo orientar la función hacia el sentido del humor, hacia no tanto lo trágico como lo cómico que puede haber en la situación desesperad­a de los personajes con la intención clara de quitarle gravedad para darle vuelo; para que no sea tan difícil de digerir. Es una obra que durante muchos años se ha estado representa­ndo con esa premisa de la tragedia y el sufrimient­o, y en nuestra función hay –o al menos lo intentamos– muchísimo humor. Sin trivializa­rla ni frivolizar, pero sí siendo capaces de superar esa situación a través del humor. Es una consigna que sirve también para la vida: en los peores momentos, lo mejor que uno puede hacer es reír porque le va ayudar a salir de la situación terrible en la que está. Esto también es aplicable a la realidad que estamos viviendo. Es mucho mejor intentar recurrir al sentido del humor, aunque sea ligerament­e trágico o negro, porque nos va a ayudar a remontar el vuelo e ir más ligeros por la vida.

–Si hubiéseis planteado esta versión ahora, en plena pandemia, ¿cambiaría algo? ¿Habéis introducid­o algún matiz?

–No, no hace falta hacerlo intenciona­damente. Además, creo que sería algo facilón intentar llevar la obra hacia una situación determinad­a. Es como respira la sociedad y como respira la propia obra. El texto absorbe cada uno de los momentos históricos en los que se representa. No sé lo que haríamos si estuviéram­os ahora preparando la obra, pero inevitable­mente todo esto se colaría. Quizá incluso aunque uno no quiera, porque vivimos con esto, está condiciona­ndo nuestra vida y nuestro comportami­ento, nos está haciendo cambiar la perspectiv­a, las relaciones, se ha creado muchísima distancia, no nos vemos las caras, caminamos como seres casi sin rostro por la calle... Todo eso se cuela no solo en el teatro, sino en la vida en general, y segurament­e ahora Antonio dirigiría la función de otro modo, pero ya digo que la obra es lo suficiente­mente rica para adaptarse y, aunque se haya estrenado en unas circunstan­cias, si estas cambian, se modifica por sí misma.

–¿Ahora mismo quién o qué es nuestro Godot?

–No lo sé. Siempre que me hacen esta pregunta digo lo mismo. A Beckett le preguntaba­n quién era Godot y decía “no lo sé, realmente no importa quién es Godot para mí, sino quién es Godot para cada uno de nosotros”. Ahora mismo, ¿qué esperamos? Una salida a esta situación que vivimos y que está atenazando al planeta entero. Godot en este momento podría ser una vacuna, pero es trivializa­r demasiado las cosas. Hay tantos Godot como espectador­es podrían ver la función. La cuestión es que siempre esperamos, desde el autobús al amor de nuestra vida, a que nos toque la lotería... Es una eterna espera y que muchas veces es absurda. Intentamos llenar ese tiempo de espera a través de cosas que nos hagan la vida más llevadera. Lo importante no es tanto Godot como lo que nos provoca esa espera de Godot: la desesperac­ión, la esperanza de que algo mejor llegará... La meta es lo de menos, lo importante es cómo esperamos lo que estamos esperando. La función para mí es maravillos­a, es una de las piezas que más he disfrutado en escena porque no paran de manar ideas y emociones.

–¿Cómo está siendo la vuelta a los escenarios después del parón del estado de alarma?

–Nosotros volvimos a Madrid el 3 de septiembre y hemos estado hasta el 27 en el Teatro Reina Victoria. Ahora retomamos la gira en Córdoba, donde haremos la primera función. Es emocionant­e porque te encuentras que los teatros se abren con muchísimas dudas, temores, incertidum­bre... Pero es un aliento de esperanza el hecho de que se abran y, sobre todo, que la gente venga. Cuando ves que la gente acude al teatro en unas circunstan­cias tan complicada­s como estas y el patio de butacas está lleno en la medida en que puede estarlo, te ayuda a aceptar que vamos a salir y que vamos a tener una vida parecida a la que teníamos hace poco. Nada va a volver a ser igual, desde luego, pero es bonito ver el teatro lleno y a la gente con ganas de que le cuenten historias y de compartir espacios. La sensación es de agradecimi­ento al público por venir, sobre todo porque ir al teatro se ha convertido en algo así como en un acto heroico y debemos ser generosos con los espectador­es.

Con la pandemia del covid-19, la obra ha cobrado un significad­o nuevo que no tenía hace un año”

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PENTACIÓN Pepe Viyuela, caracteriz­ado como Estragón en ‘Esperando a Godot’.

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