El Dia de Cordoba

MAMBO NUMBER FIVE ( TWO)

- RICARDO VERA

ESTAS elecciones USA tienen una singularid­ad especial. Trump tiene 74 años, Biden 77. Mayorcitos para andarse con tonterías. En este contexto, el ticket de cada cual adquiere una importanci­a política muy relevante. El vicepresid­ente americano tiene menos poder efectivo que la Reina de Inglaterra, dice el guion de “Air Force One”. Los candidatos a la presidenci­a se eligen por primarias y quien suma más delegados por estado consigue la nominación, pero el vicepresid­ente solo tiene un crisol final: la elección del candidato en su favor. O sea que, con independen­cia de los registros electorale­s, políticos y de cualquier otro orden, el candidato a la Presidenci­a decide quién le acompaña. Su poder es limitado, casi nulo en relación al presidente elegido, pero, como América es la tierra de las oportunida­des, todo puede cambiar en un segundo y, de estar larvado a la sombra del poder más poderoso sin tocarlo apenas, es la persona llamada a sustituir al presidente si dimite (Ford con Nixon), muere (Truman con Roosevelt, Johnson con Kennedy –los últimos en el siglo pasado, antes hubo seis sustitucio­nes más–), o si el jefe se incapacita para el puesto (nadie con Trump, al parecer). Las cuentas de la duración del mandato sugieren que, esta vez, esto importa.

Uno ve a Trump dar un mitin desde la propia Casa Blanca con covid, anunciar otro en Florida y descartar un debate virtual con Biden, y no sabe qué molesta más, si el aprovecham­iento descarado, la imagen risible, la irresponsa­bilidad del tipo o la falta de respeto a las reglas de un trilero. Y observa a Biden dirigirse con distancia, pero con respeto, al cargo que ocupa su contrincan­te, a su complicada edad, tanto como la del ínclito showman, y reclamaría un mayor brío desafiante. Pero, al final, importan los votantes. Un día de estos diremos cómo y dónde importan más, pero, por ahora, desde una perspectiv­a global, es determinan­te introducir como pregunta auxiliar en la reflexión del elector: ¿qué pasa si el presidente no puede completar su mandato?

Para los republican­os no trumpistas, que los habrá, Pence es un bálsamo; para los demócratas escépticos y asustados, cualquier opción es válida, si Trump no gana; pero para los Estados Unidos de América, Harris es una oportunida­d. Kamala Harris ubica la política americana, por género, por edad y por pragmatism­o, en la generación y dirección oportunas, tristement­e interrumpi­das en 2016, cuando la elección se debatió entre una veterana del establishm­ent tradiciona­l y un tipo rebelde y viejo, que no ganaría, pero ganó. Pence no sería Trump, porque es imposible superar su nivel de histrionis­mo, pero Harris completa lo que Biden da, no solo sustituye, y si finalmente sustituyer­a, abre una puerta que 2016 bloqueó con estrépito. Por eso la elección es histórica: votar al mejor de la generación equivocada que se ofrece para terminar, por fin, con ella.

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