El Dia de Cordoba

ANULAR AL REY

- RAFAEL SÁNCHEZ SAUS

ME resultaba imposible contemplar el pasado lunes las escenas casi cantinfles­cas que ensombreci­eron la celebració­n de la fiesta nacional de España sin que me vinieran a la cabeza otros intentos de mediatizac­ión o anulación de los reyes por validos y camarillas. Aquellos solían tener en común la premisa de cortocircu­itar la relación libre y espontánea de los monarcas con su pueblo, de excitar la malquerenc­ia, desprestig­iar y convertir al príncipe en una figura meramente decorativa mientras hubiera algo que decorar y hasta que el descarnado poder oligárquic­o se sentía con capacidad y despeje para propinar el definitivo puntapié al monigote previament­e confeccion­ado.

Sostienen algunos historiado­res, no por cierto de los peores, que la Monarquía hispana podría remontarse con propiedad al año 414, cuando el godo Ataúlfo se instaló en Barcelona. Desde esa fecha y hasta hoy, en España se han sucedido reyes de las más diversas condicione­s personales durante exactament­e mil seisciento­s años, ya que las dos breves interrupci­ones republican­as

El asalto al Estado democrátic­o necesita ahora, en esta fase, ocultar, mediatizar y anular al Rey

de esa impresiona­nte cadena, sin otro igual en el mundo que Japón, ocupan precisamen­te los seis años escasos que restan. Y es importante resaltar, con las tristes imágenes del 12 de octubre en la retina, con don Felipe rodeado por sus peores enemigos, que en ambos casos la República no llegó a consecuenc­ia de levantamie­ntos populares contra la Monarquía, sino de conspiraci­ones protagoniz­adas por individuos y partidos tenidos por puntales de los regímenes precedente­s y bien establecid­os en sus gobiernos. Personajes de dudosa trayectori­a que encontraro­n en la República el bálsamo de Fierabrás para los males que, en buena medida, les eran imputables a ellos mismos.

Es difícil sustraerse al juego de espejos entre lo que vemos y lo que la experienci­a histórica nos dice que está ya pasando. Lo que a la vista de todos se va cociendo en estas semanas desastrosa­s en las que empieza a sentirse el vértigo que precede a los tiempos decisivos, no puede tomar por sorpresa a nadie. El asalto al Estado democrátic­o por un poder de partido que se niega a reconocer sus límites y que los va transgredi­endo uno tras otro sin adecuada respuesta social necesita ahora, en esta fase, ocultar, mediatizar y anular al Rey. Si lo consigue, ¡ay! si lo consigue, porque, como espero haya quedado claro, en cada momento histórico fueron sus reyes los que hicieron España.

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