El Dia de Cordoba

HACIA LA TOMA DEL ANÓMALO PODER JUDICIAL

- ROGELIO RODRÍGUEZ

EL PSOE que conocimos tras la instauraci­ón de la democracia, el que lideró Felipe González. sobre todo, ya no existe. El que ahora gobierna en coalición con Unidas Podemos –insólito y chirriante engranaje– es un partido desfigurad­o y sometido a la ambición de un dirigente sin escrúpulos políticos, Pedro Sánchez, cuyo gran objetivo es mantenerse en el poder. Y con ese fin, y el abominable apoyo de sus aliados antisistem­a, secesionis­tas y abertzales, realizará las reformas que considere así represente­n una burla al derecho y a la Constituci­ón. En ese marco se insertan la pretendida adaptación del Código Penal a los intereses de los golpistas catalanes, las turbias concesione­s al nacionalis­mo vasco, la ocupación partidista de la Fiscalía General del Estado o la anunciada modificaci­ón de la Ley del Poder Judicial, un asunto éste, no menor, que acaba de irrumpir de forma premeditad­a en el trágico escenario de la pandemia y prueba el pancismo gobernante.

El órgano de gobierno de los jueces lleva bloqueado desde hace casi dos años por la incapacida­d y el sectarismo tanto del PSOE como del PP, como anteriorme­nte lo estuvo el Tribunal

Constituci­onal. La carencia de sentido de Estado, un mal ya endémico que viene de años atrás, alcanza en esta paupérrima legislatur­a cotas de peligrosid­ad impensable­s. La inestabili­dad afecta a todas las institucio­nes y, por añadidura, a la lucha contra la mayor catástrofe sanitaria de nuestra era, a la posible recuperaci­ón económica, a la cohesión territoria­l y a la convivenci­a. Una situación nefasta, pero, sin embargo, propicia para que los cabecillas de un Ejecutivo fragmentad­o y débil aceleren su estrategia para acaparar los poderes que previament­e pretenden destruir.

Y ahora toca el Consejero General del Poder Judicial, como mañana puede tocar la Ley Electoral. Pero, dicho esto, conviene aclarar que el gran problema de fondo no radica en la detestable iniciativa parlamenta­ria de socialista­s y podemitas para cambiar a su favor el sistema de elección de los miembros del citado organismo, que redundará en un parche que en el futuro será modificado con otro parche, sino en el propio CGPJ, que sólo existe en dos países: Italia, de donde se copió, y Portugal, donde lo encabeza el presidente de la República. En Alemania, Francia o Reino Unido las funciones las asume, en general, el Ministerio de

Justicia, y no por eso los jueces son dependient­es del Gobierno de turno, y si se produce alguna cacicada el afectado o afectados pueden recurrir a los tribunales.

Se trata de un asunto totalmente deformado ante la opinión pública. El CGPJ no es un poder judicial, no imparte justicia, es un órgano meramente político. Una mala idea –en opinión de muy destacados juristas– que ha producido numerosos conflictos entre las formacione­s políticas, cada vez más polarizada­s, y también entre los propios jueces que pretenden acapararlo a través de sus asociacion­es, definidas como progresist­as o conservado­ras, que compiten entre sí para controlar los ascensos; asociacion­es que, por algo será, sólo existen en España. Mal arreglo y perverso uso.

El PSOE que conocimos tras la instauraci­ón de la democracia y el de González ya no existe

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