EL HUEVO DE LA SERPIENTE
LA Constitución de los Estados Unidos de América es una obra de arte político de primera magnitud; dicen los que saben que en Derecho menos es más, y ahí está la grandeza de la madre de todas las leyes de los gringos: siete artículos, cero florituras. Repasemos: primero, poder legislativo; segundo, poder ejecutivo; tercero, poder judicial; cuarto, sistema federal; quinto, procedimiento de enmienda; sexto, supremacía constitucional; y séptimo, procedimiento de ratificación. Un preámbulo de una frase –ya saben: We the people…– y 27 enmiendas promulgadas entre 1791 y 1992, las diez primeras aprobadas de una tacada constituyen lo que ellos llaman Bill of Rights, su carta de derechos fundamentales. Chimpún. Decíamos ayer que el huevo de la serpiente habita en la Constitución estadounidense, y lo primero que uno piensa es que su hogar es la segunda enmienda, pero si le das más vueltas, no terminas de tener claro si el derecho a portar armas es el huevo o la gallina.
Desde luego sin armas no es posible una rebelión armada, y si algo tiene el pueblo estadounidense es armas; no sabemos cuántas porque el Congreso nunca ha autorizado una base de datos sobre tenencia de armas, algo que llama poderosamente la atención en un país cuyo censo, con su formato TIGER (Topologically Integrated Geographic Encoding & Referencing) y sus muestras de datos PUMA (Public Use Metadata Area) permite a casi cualquiera sin ser un LINCE (Listo Indeseable Niñato Colocado por Enchufe) conocer, raza, religión, tonalidad de la piel, nivel de ingresos y –sí también– sentido del voto de casi cualquier americanito de a pie, mientras la información individual sobre la tenencia de armas está protegida hasta para las fuerzas policiales. Dicho esto, pienso que la segunda enmienda es más una condición sine qua non para la rebelión, pero el huevo de la bicha está en el sistema electoral puesto en manos de los Estados de la Unión; un sistema que está en el origen de la primera Guerra Civil Americana y, como estamos viendo, también en el de los movimientos –aceleracionistas se llaman, los cachondos– que empujan hacia la segunda.
Ya les dije en otra ocasión que en USA la barrera de acceso a la política está situada del lado de la demanda –votantes– no como aquí, que está situada del lado de la oferta –candidatos–; tan es así que cinco de las 27 enmiendas no hacen más que derribar las barreras al acceso al voto que los Estados han ido imponiendo a lo largo de la Historia. En el siglo que va desde 1870 hasta 1971 estas enmiendas han ido, en teoría, incorporando al derecho al voto sucesivamente y en este orden a esclavos, mujeres, pobres y jóvenes. Cada vez que se ha intuido que en la práctica el nuevo derecho iba a ser ejercido masivamente, se ha desatado la violencia blanca anglosajona y protestante. Esta vez agitada por ese que mete la cara todas las mañanas en la alforja de Risketos y que va a ser juzgado y destituido. Justo lo que necesitan las milicias.