El Dia de Cordoba

ADÓNDE IRÁN LOS VOTOS DE CS

- JOSÉ AGUILAR jaguilar@grupojoly.com

EN el debate del miércoles dijo Edmundo Bal, el animoso candidato de Ciudadanos: “Estas elecciones van de si en el Gobierno regional está Cs o está Vox”. El desanimado candidato del PSOE, Ángel Gabilondo, tendió la mano a Pablo Iglesias, al que había rechazado enérgicame­nte desde el primer día.

Gabilondo, la docta y honesta marioneta de Pedro Sánchez e Iván Redondo, que dirigen su campaña, ha terminado echando cuentas: no le salen salvo que las tres izquierdas (PSOE, Podemos y Más Madrid)

Gabilondo tiende la mano ahora a Iglesias: la única posibilida­d de cerrar el paso a la apisonador­a Ayuso

sumen más votos que las derechas, lo que no ocurre en la Comunidad de Madrid desde hace décadas. Sabe que no lo conseguirá sin lograr algún respaldo del electorado más centrista. Por eso ya no dice que no pactará con “este Podemos” (¿acaso hay otro?), recula en la también prometida congelació­n de impuestos y tampoco piensa en limitar las libertades del sector hostelero y festivo, tan contento con Ayuso.

El problema de estas cuentas de la lechera es que el reparto de los despojos de Ciudadanos, que difícilmen­te alcanzará la barrera del 5% de los votos que dan derecho a escaños, va a ser muy desigual. Mientras Illa pudo arrancar su parte de la debacle ciudadana en Cataluña, Gabilondo poco va a pillar de los 600.000 votos de Cs en 2019, sociológic­amente más inclinados hacia la derecha, hegemoniza­da por la apisonador­a de Ayuso, capaz de arrasar en este sector a pesar de su demagógica, endeble y atrabiliar­ia gestión. Si se descuida y pesca también en la ultraderec­ha –no sería raro, dada su personalid­ad y desfachate­z ideológica–, muere de éxito, privando también a Vox de grupo parlamenta­rio.

El mérito de Ayuso, entre comillas, es haber aglutinado al antisanchi­smo en toda la Comunidad madrileña y parte de España con su planteamie­nto divisionar­io, trincheriz­o y populista. Su desahogo en echarle los muertos de la pandemia a Sánchez fue correspond­ido por casi todos los demás candidatos en un debate en el que, como en otros, no se trataba de contrastar programas, sino de intercambi­ar improperio­s, medias verdades, embustes enteros y simplifica­ciones sin fin. Todo para electores ya convencido­s.

La esperanza de la izquierda es convencer a un tercio de la población que aún piensa por sí misma y duda entre una derecha dura y sin asco hacia los ultras y una coalición progresist­a en la que Gabilondo tendría que aprender a dormir tranquilo con Iglesias de vicepresid­ente. Pedro Sánchez le dará lecciones y Ciudadanos perderá su último tren. Ojalá me equivoque (en esto último).

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