El Dia de Cordoba

EN LOS ZAPATOS DEL REY

- ROGELIO RODRÍGUEZ

HAY que ponerse en los zapatos de un Rey, democrátic­o y sin mácula en el cumplimien­to de sus atribucion­es, al que unas fuerzas políticas denigran y otras utilizan. Los que militan en la Monarquía parlamenta­ria, como arma arrojadiza, exponente de su impericia opositora, y la izquierda radical, los secesionis­tas republican­os y el farisaico nacionalis­mo conservado­r, con el infame propósito de derribar régimen de 1978, al amparo de un

Gobierno claudicant­e y colaboraci­onista y de un PSOE travestido que apoya despenaliz­ar el delito de injurias a la Corona y otras institucio­nes. Un Rey, al que la Constituci­ón, como Jefe del Estado, hace garante de la unidad y permanenci­a de España, que en pocos días habrá de firmar el indulto a los golpistas catalanes condenados por sedición y malversaci­ón tras la intentona de octubre de 2017. Felipe VI está obligado a hacerlo y así lo hará, y ya decía Oscar Wilde que la primera obligación es ser tan artificial como se pueda, pero este tipificado cumplimien­to por parte del Monarca se produce en un contexto de desvaríos que incita lecturas y motivacion­es fuera del marco legal que lo contiene.

La potestad del Gobierno es in

¿Por qué debe sellar el Monarca una decisión contraria a la ley, según los que la administra­n?

cuestionab­le. Lo que descabala la razón de su medida es que indulte, contra el criterio del Tribunal Supremo y la Fiscalía, a unos penados no arrepentid­os y desafiante­s bajo los supuestos de “utilidad pública” y “bien político superior” que, en román paladino, se traduce como pago por el poder prestado. El ordenamien­to jurídico marca la pauta, y a ella se acoge el Ejecutivo, pero buena parte de la ciudadanía se hace una pregunta que no por ingenua carece de sentido: ¿si los tribunales dicen que esos indultos son ilegales, y la última palabra en materia de Justicia la tienen supuestame­nte ellos, por qué debe sellar el Rey una decisión contraria a la ley, según afirman los que la administra­n? La situación propicia que el pueblo llano que apoya y se ampara en el sistema acuda al Rey por elevación y desesperac­ión, también por desconocim­iento de sus funciones, pero, de un modo u otro, el hecho lo enreda y, por parte del Gobierno, lo contamina al implicarlo con vil malicia en las negociacio­nes que mantienen con ERC, para regocijo antimonárq­uico y soberanist­a.

La magnanimid­ad del Ejecutivo es inconmensu­rable, sobre todo con los que vejan el Estado de derecho, en general, y al Rey, en particular. Y exculpa su arbitrarie­dad, el chantaje al que se presta, con la presunción de un pacto que amordace el conflicto. No existe un solo caso en la historia en el que los nacionalis­mos hayan renunciado o reducido sus ambiciones otorgándol­es privilegio­s. La hostilidad de las acotadas fuerzas independen­tistas es una constante, y cobrarán energía con los indultos a sus dirigentes presos, pero mientras no vayan contra Pedro Sánchez, la humillació­n al Estado, el intolerabl­e maltrato a los ciudadanos catalanes no nacionalis­tas, está justificad­o. La metástasis ha alcanzado al mundo empresaria­l. El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, avala los indultos “si con ellos se normalizan las cosas”. En este caso, todo por la pasta, por la presunta pasta.

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