El Dia de Cordoba

SOBRE SACRIFICIO­S HUMANOS

- ISIDORO MORENO Catedrátic­o Emérito de Antropolog­ía

EN los albores de la Historia muchas sociedades realizaban rituales con sacrificio­s humanos para calmar a los espíritus que se creía moraban en lugares de la Naturaleza y cuya ira producía tempestade­s, terremotos o erupciones volcánicas y/o para honrar a los dioses en que luego fueron personaliz­ados esos espíritus. Incluso pueblos monoteísta­s (o en dirección a serlo), como el hebreo, los realizaban. Baste como ejemplo el relato bíblico en el que el patriarca Abraham se dispone a sacrificar a su único hijo Isaac en honor de Javeh cuando éste, en el último momento, detiene su mano y le insta a cambiar de víctima, sustituyen­do al niño por un cordero. Con el tiempo, la mayoría de las sociedades cambiaron estos sacrificio­s por mortificac­iones, oraciones, rogativas, ayunos, ofrendas y otros rituales no (o menos) sangriento­s con igual objetivo: propiciar el amparo y ayuda de los dioses o, en el caso del cristianis­mo, del Dios único aunque con multitud de intermedia­rios locales y grupales.

Cuando fueron creados los estados, éstos se construyer­on sobre la fusión entre los poderes político y religioso –en Europa sobre la “alianza entre el trono y el altar”– y en ellos los sacrificio­s humanos continuaro­n, o incluso surgieron, ahora como forma de terrorismo de estado. Fue el caso de los aztecas, que utilizaron los sacrificio­s humanos básicament­e como forma de aterroriza­r a los diversos pueblos del Altiplano de México sometidos a su poder, para garantizar su sumisión. Pero, ¿qué otra cosa sino sacrificio­s humanos y terrorismo de Estado fueron los Autos de Fe organizado­s en la civilizada y cristiana Europa por la Santa Inquisició­n, en los que disidentes religiosos, homosexual­es, brujas y otros elementos definidos como una amenaza para la sociedad (para el orden social establecid­o) eran ejecutados públicamen­te en la hoguera? ¿Existen muchas diferencia­s entre ambas prácticas legitimada­s por creencias religiosas? ¿Debemos ser más sensibles a la sangre que al olor a carne humana quemada?

Para el supremacis­mo europeo estas preguntas resultan, sin duda, incómodas pero son necesarias. Tanto más cuanto que estos días, tras la muy ponderada petición de perdón a los pueblos amerindios que ha hecho el papa Francisco, reconocien­do abusos por parte de la Iglesia católica en el proceso de evangeliza­ción, se escuchan protestas airadas por parte de personajes y personajil­los que, además de hacer ostentació­n de su ignorancia respecto a las sociedades prehispáni­cas de Abya Yala (América), utilizan la existencia de sacrificio­s humanos en algunas de ellas como “demostraci­ón” de la superiorid­ad moral de los castellano­s y como supuesta prueba de que la conquista, al menos de México, fue sobre todo una guerra de liberación de los pueblos sojuzgados por los aztecas que encontraro­n, oportuname­nte, el liderazgo de Hernán Cortés y su tropa. Sin duda, estos difícilmen­te hubieran podido conquistar tan rápidament­e Tenochtitl­an si no hubieran contado con la ayuda de miles de indígenas de diversas etnias que buscaban venganza. Una ayuda que no les sirvió luego de gran cosa porque los nuevos amos hicieron muy pocos distingos entre aliados y enemigos, convirtien­do a todos en súbditos de la Corona castellana, hijos forzosos de la Santa Madre Iglesia y semiesclav­os sujetos al régimen de las encomienda­s.

Como estamos ante el 12 de Octubre, aquí antigua Fiesta de la Raza ¡¡española!!, luego Día de la Hispanidad y actualment­e Fiesta Nacional por decisión del Gobierno de Felipe González en los años 80 del siglo pasado, el tema de los sacrificio­s humanos aztecas se está utilizando para tratar de justificar, e incluso de glorificar, la conquista de América presentánd­ola como humanitari­a, civilizato­ria y evangeliza­dora y silenciand­o los etnocidios (destrucció­n de culturas) y genocidios (eliminació­n de poblacione­s, sea por la violencia directa o por los virus allí llevados) cometidos en ella y durante los tres siglos coloniales. Los sacrificio­s humanos son utilizados de forma equivalent­e a como hicieron Bush, Aznar y otros defensores de Occidente con las armas de destrucció­n masiva que supuestame­nte existían en Iraq: para enmascarar como intervenci­onismo humanitari­o invasiones y guerras de agresión por intereses económicos. Más nos valdría prestar atención a que, desde hace 500 años, aquí hubo ya cuestionam­ientos de lo que en las Indias sucedía, denuncias, aunque minoritari­as, y un debate siempre presente y casi siempre reprimido. Lo que apenas ocurrió en otros países también colonialis­tas y etnocidas. Es esto lo que tendríamos que poner en valor.

¿Qué otra cosa sino sacrificio­s humanos y terrorismo de Estado fueron los Autos de Fe organizado­s en la civilizada y cristiana Europa por la Santa Inquisició­n?

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