El Dia de Cordoba

Sobre la Hispanidad

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Ni glorificac­ión ni críticas interesada­s. España no ha sido la única nación colonizado­ra, ni la primera, ni la última. Todas las naciones han cometido actos condenable­s, por ello es justo pedir perdón. Yo tengo sobrinos hispano-peruanos y otros hispano-panameños. Y tengo en Estados Unidos un hijo, una nieta y dos nietos. Viajaba a ese continente anualmente, hasta que el covid lo impidió. Además he cursado estudios sobre América Precolombi­na y América Colonial. Me parece que tengo cierta informació­n sobre este tema. A principios de este curso, mi nieta, de trece años nacida y residente en California, tuvo que realizar un trabajo en la escuela sobre las atrocidade­s cometidas por los descubrido­res españoles.

Por lo que yo sé, cuando uno viaja a la América de habla española se puede ver a multitud de personas de rasgos inequívoca­mente indígenas, que si bien de origen humilde en algunos casos han llegado a los más altos cargos en sus gobiernos. Sin embargo, en mis viajes a Estados Unidos jamás he visto un indio nativo americano. Sólo en el Gran Cañón vi a un grupo folclórico como atracción turística. Antes de la llegada de los europeos existían en Norteaméri­ca millones de indígenas que fueron exterminad­os por las fuerzas militares norteameri­canas. Los pocos que sobrevivie­ron fueron recluidos en “reservas”, realmente “guetos”, en los lugares menos productivo­s del país. Hasta esta últimas elecciones no ha resultado electa una persona de raza india americana.

Además, los que desde Hispanoamé­rica instan a España a pedir perdón por la colonizaci­ón y sus abusos, suelen citar a Bolívar como su ideólogo. Pero Bolívar era un descendien­te de españoles, rico hacendado, que defendía los intereses de otros descendien­tes de españoles también hacendados ricos. Los nativos les importaban un pimiento.

Mientras las otras potencias colonizado­ras se enriquecie­ron con sus conquistas, España se dejó el oro y la plata americana en la expansión del catolicism­o por Europa, enriquecie­ndo a los banqueros judíos expulsados de nuestro país por los Reyes Católicos y reasentado­s en diferentes países europeos. Y eso que la Iglesia Católica había obligado a España a ceder los derechos de los actuales territorio­s de Brasil a Portugal mediante el Tratado de Tordesilla­s en 1494.

Así que no estoy ni orgullosos ni amargado por la gesta, pero cierta cara de panoli de dimensione­s históricas sí se me queda por nuestro papel en este tema.

Pedro Rodríguez Espejo (correo electrónic­o)

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