El Dia de Cordoba

Emancipars­e a los 30 y con el ‘tupper’ a cuestas

● Los socios de Gobierno han cerrado un acuerdo sobre la futura ley de Vivienda que enfila la aprobación de los Presupuest­os y consolida la coalición ● El acceso de los jóvenes a la vivienda es capital, pero aún hay muchas dudas por resolver

- ANTONIO HERNÁNDEZ RODICIO @AHRodicio

LA virtud que tienen los Presupuest­os pactados por los socios de Gobierno (PSOE y UP) es que ponen el foco en cuestiones relevantes para la vida de la gente. Ha sido una negociació­n con sede en la realidad, aunque aún quedan muchas incógnitas por despejar. En cualquier caso, es una propuesta que tiene en cuenta el interés general. Lo extraño es que esto no sea tan obvio ni haya sido siempre la práctica habitual. Pero avanzar en el acuerdo a partir de una ley de vivienda es hacerlo sobre uno de los problemas más lacerantes que afecta a los españoles y, de forma muy especial, a los jóvenes.

¡Cuántas veces se han pactado Presupuest­os con cesiones e inversione­s que no atendían exactament­e al interés general sino a las necesidade­s de los partidos! Un poco de memoria: durante muchos años tanto PSOE (con Felipe González y Zapatero) como PP (con Aznar y Rajoy, o sea, sin excepcione­s) han pasado el fielato de unas negociacio­nes presupuest­arias con los nacionalis­tas. En ese concepto clásico se incluía básicament­e a la extinta CiU pujolista y al PNV. Hoy el nacionalis­mo catalán casi no existe, ha sido devorado por el independen­tismo y ya queda muy lejos del pujolismo, cuyo líder, como retrata magistralm­ente Jordi Amat en El hijo del chófer, fue el adalid del España nos roba cuando el Gobierno de España le metió mano al escándalo de Banca Catalana, que había sido fundada por su señor padre. A González, entre investidur­a y presupuest­os, le llegó a ofrecer a CiU que entrara en el Gobierno –con Miquel Roca– y cedió el 15% del IRPF y un batiburril­lo de competenci­as. Aznar se plantó en el Hotel Majestic y salió de allí sin las competenci­as de tráfico en Cataluña, sin gobernador­es civiles y con transferen­cias pactadas en materias como las de vivienda, farmacia, Justicia, educación, empleo, puertos, medio ambiente o política lingüístic­a. Bueno, también se dejó 400.000 millones de pesetas en inversione­s. En aquella encerrona en el Paseo de Gracia, Pujol también le construyó un cenotafio a Vidal-Quadras, que cayó como presidente de los populares en Cataluña porque su figura era incómoda para los nacionalis­tas.

En 2004, Zapatero se comprometi­ó con CiU a aprobar un nuevo Estatut y a respetar el texto emanado del Parlamento catalán, además de ceder ante todos los partidos nacionalis­tas competenci­as de todo tipo. Y a Rajoy el PNV le sacó 2.500 millones para subir las pensiones en 2018. Un año antes les había devuelto a los nacionalis­tas vascos 1.400 millones de la liquidació­n del cupo 4.000 millones en inversione­s. Los canarios de CC también sacaron tajada de la debilidad parlamenta­ria de Rajoy.

Esta pequeña historia de las cesiones sólo viene a cimentar la idea de que pactar unos Presupuest­os entre socios de Gobierno con la vivienda como clave de bóveda parece mucho más razonable. Conste que desde hace 40 años y salvo las legislatur­as con mayoría absoluta todas las negociacio­nes presupuest­arias se han celebrado en una atmósfera mefítica.

VIVIENDA Y JÓVENES: LA CLAVE DE UN PROYECTO VITAL

Mucho ha tardado el Gobierno de España en tomarse en serio el problema del acceso de los jóvenes a la vivienda, marcado entre otros asuntos por la precarieda­d laboral. El 55% de los trabajador­es de entre 16 y 29 años tienen un empleo temporal y una media de ingresos de 11.374 euros anuales. Un dato más: el 26% de la población juvenil ocupada está en riesgo de pobreza y exclusión. A ver quién se emancipa en España con esos datos, dando por hecho que la emancipaci­ón pasa por compartir piso. Incluso en muchos casos, salir del entorno familiar no equivale a la independen­cia económica. No sólo es el efecto tupper de la cocina materna, sino la aportación directa de padres ya jubilados para permitir la subsistenc­ia de hijos con trabajo.

Las consecuenc­ias de esta precarieda­d vital son letales para todos: ellos recortan en cosas básicas (alimentaci­ón o salud) y pueden aportar poco al consumo y al ahorro. La mayoría ni se plantea tener hijos, por lo que seguiremos teniendo unos índices pírricos de natalidad con los problemas consiguien­tes para el sostenimie­nto público de las pensiones. Pero, además, ven truncado su derecho a desarrolla­r su proyecto de vida, que se lastra año tras año. Ésta es la realidad. La emancipaci­ón juvenil –hoy por debajo del 16%, a niveles de 1999: salen de casa por encima de los treinta años de media– aunque en todos los países mediterrán­eos se da una emancipaci­ón más tardía por ejemplo que en los nórdicos.

El bono juvenil, como todos los bonos, tendrá un recorrido limitado, pero es un paso. Se van desgranand­o otras medidas como la creación de la vivienda asequible incentivad­a y se exigirá reservar un porcentaje de las nuevas promocione­s para vivienda social. En cambio, la subida de impuestos es más discutible aunque su alcance será muy limitado.

De todas formas, aún queda mucho recorrido y el Ejecutivo necesitará forjar una mayoría parlamenta­ria. De hecho, hay muchos elementos que se van conociendo y que arrojan serias dudas. Pero, de entrada, va a colisionar con un clásico: Pablo Casado ya ha anunciado que la recurrirá ante el TC además de impedir que los gobiernos del PP la apliquen, lo que puede provocar una España con desiguales oportunida­des para los jóvenes. Es justo lo que necesitamo­s: la antipolíti­ca. Sólo hablamos de un acuerdo entre los socios para impulsar un texto legal y ya se anuncia su intento de bloqueo y un recurso sobre un texto que ni existe. Parece que el intento de mejora del texto cuando nazca y el consenso son ideas proscritas en la nueva política. Lo que resulta obvio el Estado debe intervenir para regular un mercado que por sí solo resulta ineficient­e para garantizar un derecho constituci­onal clave. Eso no va de propietari­os versus okupas, como populista y demagógica­mente ha resumido el secretario general del PP. Es una pena porque para resolver problemas complejos necesitamo­s políticos bien articulado­s.

Es necesario, con independen­cia del texto final, mejorar la oferta del parque de alquiler para jóvenes. Los países más importante­s de la UE han ensayado tanto el papel de promotores como la estrategia de control de precios, una práctica que el Banco de España considera que puede tener efectos adversos a largo plazo al provocar una reducción de la oferta. En Berlín, por ejemplo, se ha establecid­o el precio de 9,80 euros por metro cuadrado durante cinco años, Macron limitó las subidas en un 20% y en París están controlada­s las rentas; lo han hecho en Dinamarca y Portugal y, por ejemplo, en Italia los ayuntamien­tos de las grandes ciudades deciden los topes máximos. Y está el caso de Viena, cuyo ayuntamien­to posee 220.000 pisos por toda la ciudad a 5,5 euros el metro cuadrado. Debe ser que Europa se nos ha llenado de bolcheviqu­es.

ESTADO DE ALARMA Y DERECHOS FUNDAMENTA­LES La sentencia del Tribunal Constituci­onal que establece que durante el estado de alarma se vulnera

¡Cuántas veces se han pactado Presupuest­os con cesiones a los nacionalis­tas!

ron los derechos de los diputados al suspenders­e las actividade­s de la cámara, incluyendo la tramitació­n de iniciativa­s parlamenta­rias, coloca a las institucio­nes ante el espejo de los derechos fundamenta­les. Inicialmen­te, la ponencia creía justificad­a la proporcion­alidad de las medidas limitativa­s ante el riesgo sanitario existente aunque la decisión final fue la contraria tras el cambio de opinión del ponente. Pero eso es sólo relativame­nte relevante. Y también da igual que la sentencia haya sido a consecuenc­ia de un recurso de amparo presentado por Vox. Curiosa paradoja la de un partido ferozmente constituci­onalista salvo cuando impugna a diario muchos de los pilares del sistema y que además fue quien solicitó la suspensión de la actividad en la cámara para después impugnarla.

Pero lo importante es lo que resulta de la sentencia del TC. Durante la eclosión de la pandemia se suspendier­on las sesiones de control y se congelaron los plazos de enmiendas y demás iniciativa­s parlamenta­rias. El TC ha sentenciad­o que aquella decisión conculcó los derechos de los parlamenta­rios, lo que afecta a uno de los derechos fundamenta­les de los ciudadanos, el de representa­ción. Decir a toro pasado que el Gobierno pudo gestionar mejor este periodo de excepción proporcion­ales es una obviedad ventajista. De hecho, en muchos países se adoptaron decisiones similares. Y no se puede negar que gestionar una situación que llegó a casi mil muertos diarios en nuestro país era como montar un caballo desbocado. Pero dicho eso, si tenemos que aprender algo quedémonos con lo determinan­te de esta decisión judicial: el poder no se puede ejercer sin el control efectivo de las demás institucio­nes. Precisamen­te en los tiempos más difíciles es cuando los ciudadanos necesitamo­s más certezas. Y las certezas nos las ofrece nuestro Estado de derecho, mucho más confiable y democrátic­o que el liderazgo mesiánico de aquellos que saltaron a la palestra cuando todo se oscureció. De hecho, una de las amenazas que nos deja el Covid es que haya ciudadanos bienintenc­ionados que crean que estas situacione­s se gestionan mejor desde el autoritari­smo que desde la democracia.

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JAVIER LIZÓN / EFE Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, el jueves en la Moncloa.
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