El Dia de Cordoba

POLONIA DESAFÍA A LA UNIÓN EUROPEA

- MANUEL CAMPO VIDAL

DE la UE nadie se va si no quiere. Polonia, o Hungría, no han dicho que quieran salir, como sí hizo el Reino Unido y ahora paga las consecuenc­ias. Pero, aunque no enfilen la puerta de salida, hay que saber que en la UE no se puede permanecer vulnerando sus principios: no se trata sólo de un club económico con mercado único, sino también de una alianza en la que se comparten valores democrátic­os que definen el Estado de derecho. Si el Tribunal Constituci­onal polaco se declara por encima de los tribunales europeos, como acaba de posicionar­se desafiante, o cuando numerosos ayuntamien­tos de ambos países se jactan de ser “municipio libre de homosexual­es”, tiene poco sentido que continúen en la Unión. La presidenta Ursula von der Leyen y los gobiernos alemán y francés lo advierten con firmeza.

Varsovia y Budapest han destacado en los últimos años como países de difícil encaje en los criterios democrátic­os, lo mismo que pasa en el resto de países europeos con los partidos de extrema derecha que, por fortuna, no gobiernan. Sabíamos de su tendencia euroescépt­ica, pero el desafío polaco lo sitúa en un escenario de sanciones económicas inevitable­s. En el Parlamento Europeo ya se pide suspender a Polonia los fondos de recuperaci­ón, aún no autorizado­s por no aprobarse su plan técnico. Y otros fondos, como los Feder, pueden ser congelados. “Es una perspectiv­a muy difícil para Polonia, porque su empeño en vulnerar normas básicas del Estado de derecho le puede reportar un altísimo coste económico”, estima el eurodiputa­do español Domènec Ruiz Devesa, muy cercano al vicepresid­ente europeo Josep Borrell. Ruiz Devesa no cree que se produzca un Polexit, como especulan algunos analistas. El Brexit ya demostró que ese divorcio es muy caro también socialment­e, y se puede ver ahora con el desabastec­imiento y la ira de la población. Políticame­nte hay riesgos porque la ciudadanía polaca es europeísta y la pérdida de fondos de Bruselas irritará con seguridad.

Europa es de muy difícil gobierno porque las distancias económicas y culturales de los 27 países miembros de la Unión son muy notables. Para complicar más las cosas, la toma de decisiones en el seno del Consejo Europeo debe hacerse por unanimidad. Eso supone negociacio­nes agotadoras porque un pequeño país miembro como Malta, con sólo medio millón de habitantes, puede paralizar acuerdos de mucho calado dado que su voto vale lo mismo que el de Alemania, con 83 millones.

En un escenario de tensiones internacio­nales crecientes en el que se necesita la acción de la UE como potencia equilibrad­ora, su dificultad para tomar decisiones con un farragoso sistema de votación, reduce su capacidad de intervenci­ón a la velocidad requerida. Si a ese mecanismo, que debe ser reformado para pasar a un sistema de mayorías compensada­s retirando la unanimidad, se le suman conf lictos internos como el que se ha planteado con Polonia, la perspectiv­a se agrava.

Menos mal que el fin de semana nos ha traído la buena noticia del acuerdo de 136 países en el seno de la OCDE para establecer un impuesto mínimo de 15% en sociedades desde 2023. Diez años de negociacio­nes ha costado. El acuerdo, que supone reasignar 125.000 millones de dólares al año, ha sido suscrito por Irlanda, Estonia y por Hungría, tres países de la Unión situados en la frontera de paraísos fiscales. Un rozamiento interno menos.

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