“No podemos exigirle a una víctima que declare como nosotros queremos”
● Premio Meridiana, Medalla de Andalucía, la jurista ejerce su cargo con responsabilidad en toda la Comunidad desde 2010, y ya desde 2004 desempeñaba esta especialización en Málaga
–Andalucía lidera el número de víctimas mortales por violencia de género con 10 mujeres asesinadas en lo que va de año, 9 en 2021 y 7 hace una década. ¿Cómo lee estas estadísticas?
–Realmente, también es la comunidad más poblada pero, en cualquier caso, toda víctima es un fracaso social, y el que haya habido 10 víctimas hasta el momento, desde luego, nos hace pensar en que la prevención es un camino que tenemos que seguir transitando porque la mayoría de las víctimas que han sido asesinadas no habían pasado por instancias judiciales.
–¿Podría hacerme un balance del año de su fiscalía? ¿Se ha marcado alguna tendencia especial?
–Nosotros hemos pedido siempre la reforma de ese nefasto artículo que es el 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que se dictó en el siglo XIX y que tenía una difícil convivencia con la magnífica Ley Integral. Este artículo se reformó el pasado año de tal suerte que las víctimas que hayan interpuesto denuncia, aunque la retiren, tienen la obligación de declarar pero, ¿qué está ocurriendo?, que volvemos a cargar a las víctimas con el peso donde pivota toda la prueba del procedimiento. La víctima tiene que declarar y, en muchas ocasiones, recurren al olvido para evitar que los maltratadores ingresen en prisión o surjan sentencias condenatorias. Esto me hace pensar que tenemos que trabajar con las víctimas mucho más en la fase previa y desde el punto de vista psicológico, empoderarlas para que estén fuertes en ese difícil tránsito que supone un proceso. Hay que incidir también en que los tiempos de las víctimas no son los tiempos de la justicia. Cada víctima tiene su tiempo, mide sus pasos y no podemos exigirle a una víctima que declare como nosotros queremos, como ministerio fiscal, sino previamente trabajar con ellas y tener muchísima empatía.
–Hay estadísticas que hablan de un crecimiento de la violencia de género entre los jóvenes, ¿es así?
–Sí, sí, porque existe un cóctel bastante peligroso que es menores y redes sociales. La forma de relacionarse de nuestros jóvenes a través de estas redes provocan una doble vía, es decir, mientras que existe la situación de pareja todo parece idílico, pero cuando termina, las menores sufren una auténtica victimización digital. Son acosadas, vejadas, incluso existen situaciones de ofrecimiento con fotos en páginas de contactos sexuales. Hay que insistir a las menores en que no es ninguna prueba de amor entregar claves y contraseñas a sus parejas. El lado bueno es que todos los delitos que se cometen por las redes dejan una huella y, por tanto, nos facilita mucho la prueba en cada proceso judicial. –¿Los menores que se crían con el maltratador de sus madres están más expuestos a repetir esa conducta?
–Eso está estudiado empíricamente. La mera exposición, simplemente como testigos, de los menores a la violencia que recibe su madre por parte de su padre va a producirles una victimización inmediata. Así, los hijos de maltratadores tienen más posibilidad de desarrollar su vida en pareja en relaciones asimétricas donde la violencia de género está muy presente. Pero, fíjese qué contrasentido, las hijas que están expuestas a esas mismas violencias se van a situar en situaciones de pareja desigualitarias donde posiblemente desarrollarán la condición de víctima de violencia de género en un futuro. Y un dato que le aporto, la Ley Integral ya tiene un largo recorrido y estamos viendo no sólo que los maltratadores reinciden sino que hijos de esos maltratadores están viniendo ya a los juzgados.
–¿Hay falta de especialización en la justicia que repercute en una doble victimización de la mujer?
–Yo personalmente no he sido testigo de la materialización de ese discurso. Desde el año 2005 en el que empezó la Fiscalía de la Violencia sobre la Mujer tenemos una especialización, pero la especialización no la da un curso, nos la da una especialización continua y el propio desarrollo interno de cada compañero con una herramienta que es magnífica para trabajar la violencia de género, es más si no se tiene, es mejor no trabajar con violencia de género, y es la herramienta de la empatía.
–¿Hay confianza, entonces, por parte de las mujeres en el sistema judicial?
–Yo quiero pensar que sí, si no es así hablamos de un auténtico fracaso social. Además, todas las reformas legislativas van por ese camino, de facilitar la cercanía a las víctimas en los procesos pero no sólo cercanía judicial sino una protección absolutamente integral.
–Este diciembre se cumplen 25 años del asesinato de Ana Orantes, ¿qué supuso socialmente y jurídicamente?
–No hay que olvidar nunca a Ana Orantes porque marcó un antes y un después. A partir de Ana Orantes socialmente vimos lo que era la violencia de género, periodísticamente se nos mostró la cara de la violencia de género a través de ese magnífico programa que realizó Irma Soriano en De tarde en tarde. Esto ocurrió en el año 97, fíjese solamente habría que esperar 7 años, y digo solamente después de leyes de espalda a las víctimas, para que se legislara la ley más pionera en Violencia de Género en todo el mundo. El motor de esa ley fue Ana Orantes. Fue, sin duda, una heroína a la cual le debemos todo en esta sociedad.
–¿Otros casos mediáticos como el de Juana Rivas o la Manada han transformado también la mirada social y la jurídica? –Bueno es que el caso de la Manada, aunque nos cueste comprender, en su momento no fue un caso de violencia de género porque no había una relación de pareja entre los agresores sexuales y la víctima. Pero sí es verdad que las leyes siempre van detrás del clamor social que exige cambios en la legislación para adaptarnos y armonizarnos con el nuevo sentir de las víctimas. Yo recuerdo que cuando empecé en la Fiscalía, las víctimas estaban muy ocultas en el proceso, no tenían una entidad propia y fíjese que revolución ha ocurrido desde la Ley Integral o de la magnífica Ley Integral Andaluza, de la que se habla muy poco y también es una ley pionera porque está alumbrando el camino que tenemos que seguir, el camino del Convenio de Estambul. Y ese es el camino, seguir trabajando bajo el sol de esta magnífica ley andaluza. Conceptos como mutilación genital femenina, matrimonios forzosos, agresiones sexuales, feminicidios, crímenes de mujeres en tiempos de guerra... Todo eso es el paraguas que sirve para estar al servicio de las víctimas y no tiene por qué, necesariamente, estar constreñida a una relación de pareja, sino que sufrir violencias por el hecho de ser mujer ya te cataloga como víctima de violencia de género, ojo, sólo en Andalucía.
–La ley del sólo sí es sí, ¿es tan dañina para las víctimas como se nos viene contando?
–Tal vez, la única herramienta que se ha demostrado eficaz en la lucha contra la violencia sobre la mujere es la ley integral, y ésta lo es. Así que, además de remitirme a la nota de servicio de la Fiscalía General del Estado que recibimos el 21 de noviembre, también me remito a la parte tan magnífica que tiene esta ley que es el desarrollo integral a las víctimas y a una novedad, de la que tampoco se habla, y es que esta ley converge con el Convenio de Estambul porque lleva a todos los delitos de agresiones sexuales, aunque no sean pareja, solamente a quienes seamos especialistas, es decir, a fiscales y a jueces de violencia de género. Ya sólo esto va a suponer una revolución, además que es donde deben estar estos delitos porque, como usted decía, estas mujeres podrían sufrir victimización institucional.
Un youtuber enciende la cámara y comienza a hablar con su comunidad. La conversación trata de temas banales hasta que, llevado por la inercia de la charla, el creador de contenidos termina hablando de un amigo suyo, abstemio, que termina por ligar con mujeres en evidente estado de embriaguez. “Un fuera de serie”, lo define el youtuber. El incidente, basado en una experiencia real, ha sido replicado por el Ministerio de Igualdad en su última campaña, en la que pone el acento en la cotidianeidad de la violencia de género, que incluye por supuesto las redes sociales y el mundo 2.0.
Contra el aumento de este “discurso de odio” en redes sociales se han levantado varios colectivos y asociaciones, como #hateblockers, una de cuyas integrantes, Carolina González, pese a todo asegura que las redes son solo
“una herramienta”, pues no hacen más que replicar una tendencia ya existente en la sociedad, que se distribuye por un canal que, pese a todo, está activo “24 horas al día, 7 días a la semana”, lo que hace que, según esta psicóloga y experta en comunicación con perspectiva de género, “la presencia del agresor siempre está ahí”.
Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de redes sociales? Según Carolina González –que impartió ayer una conferencia en la Facultad de Comunicación de Granada–, este mensaje está presente en todas las plataformas, pero ella pone el acento en dos: Twitter, donde la violencia de género es “más agresiva”, debido en parte al anonimato que ofrece la empresa de Elon Musk, lo que ha ocasionado que, con el paso de los años, se llene de trolls; y TikTok, una red social relativamente joven que, pese a todo, también se está llenando poco a poco de mensajes misóginos y machistas.
Precisamente, esa ubicuidad del discurso de odio, unido a la novedad del mundo digital hacen que sea un problema difícil de atajar. Algo a lo que también hay que añadir la falta de datos que existen sobre este asunto, algo que ya dejó constancia en Instituto Europeo de Igualdad de Género cuando afirma que “los datos sobre ciberviolencia son escasos y, en consecuencia, se sabe muy poco sobre el porcentaje real de víctimas”.
Pese a todo, existen algunos datos que permiten esbozar la situación de la violencia de género ejercida a través de las redes sociales. Así, la macroencuesta de 2019 de la Delegación del Gobierno
contra la Violencia de Género, realizada a más de 10.000 mujeres, mostraba que el 7,4% de las mujeres mayores de 16 años han recibido alguna vez insinuaciones inapropiadas, mientras que el 15,2% ha experimentado acoso de forma reiterada por la misma persona.
CONTRA EL ALGORITMO Y LA ULTRADERECHA
A la hora de frenar el auge de la violencia de género en las redes, el colectivo #hateblockers identifica dos rivales: el algoritmo y el auge de partidos de ultraderecha, que han generado “un debate antifeminista” que ha terminado por minar la visión más o menos hegemónica que se tenía de este asunto, según explica González.
En el primer caso, la psicóloga se muestra firme en su postura de “regular el algoritmo desde la ética y la ley”, por lo que pide que las administraciones se impliquen en el asunto y tomen partido, pues el algoritmo, como repite en varias ocasiones González, no es un ente abstracto ajeno a la realidad, sino que detrás de él hay personas e intereses.
En este sentido, la psicóloga apuesta decididamente por la Inteligencia Artificial (cuya agencia podría recalar en Granada) para poder poner límites al algoritmo, pues según desarrolla los mensajes de odio “son más atractivos”, lo que hace que a la gente les llame más la atención y generen más interacción, lo que hace que, a la hora de la verdad, “el algoritmo funcione”, pero se hace necesario, apunta González, un cortafuegos que impida que un mensaje de este tipo se extienda, por mucho feedback que tenga.
Llegados a este punto, González saca a coalición el auge de partidos de extrema derecha, que “están muy bien organizados” y que, especialmente, “están más especializados en marketing digital”, lo que les permite colarse por las rendijas del algoritmo y colar sus mensajes, muchas veces camuflándolos de inocuos, por ejemplo, transmitiéndolos a través de gente joven, lo que hace, explica la psicóloga, que tenga más calado entre el público también joven.
DAVID CONTRA GOLIAT
Hablar el lenguaje de los jóvenes parece fundamental para erradicar ese mensaje de antifeminismo. De hecho, González considera prioritario “educar antes que prohibir” el uso de la tecnología entre los más jóvenes, pues “van a acceder cuando sientan que tienen que hacerlo”.
Con base a este axioma, la psicóloga ve con buenos ojos las distintas campañas que desde el área de Irene Montero se lanzan para concienciar sobre igualdad, muchas veces apoyadas en lo viral (y también en lo polémico), pero que también quedan opacados ante los mensajes de odio de grandes nombres de la red. Para ella es algo lógico, pues el ministerio tiene unos recursos y alcance limitados y poco pueden hacer frente a los “grandes números” que mueven los pesos pesados del mundo digital.
Pese a todo, desde #hateblockers siguen en su empeño de visibilizar un mensaje feminista en las redes, pues no cejan en su empeño de que estas plataformas no son más que un medio, y que todo depende de quién las use.
Pese a la juventud de TikTok, también se está llenando poco a poco de mensajes misóginos y machistas”
Entre los más jóvenes es prioritario educar antes que prohibir el uso de las tecnologías”