El Dia de Cordoba

Las claves de un adiós prematuro

- Roberto Morales (Efe)

El reencuentr­o de España con uno de sus males, la falta de pegada, el regreso de una posesión estéril sin verticalid­ad, sin la capacidad de generar espacios ante un rival cerrado como Marruecos; la ausencia de desborde en las bandas y de descaro en el regate; y la mala gestión de la presión en la tanda de penaltis, fueron las claves de la eliminació­n en octavos de final.

1 EL REENCUENTR­O CON LA FALTA DE GOL

España gastó todo su arsenal en su debut. La facilidad que tuvo para encontrar acciones de peligro ante Costa Rica. La efectivida­d para mandar dentro sus siete disparos a portería. Fue desapareci­endo según avanzó el torneo y las malas señales lanzadas ante Japón en el último partido de grupo, las acabó confirmand­o cuando los errores pasan factura, en una eliminator­ia de octavos de final.

A la selección no le faltó voluntad pero sí acierto. Disparó 12 veces y solo una provocó una parada salvadora de Bono. Es “la fase en que menos espacio y tiempo hay”, reconoció Luis Enrique como análisis a la falta de lucidez en los últimos metros. Fue la fase del juego que peor manejó España. Solo un disparo a puerta más el poste de Pablo Sarabia en el último suspiro en casi 130 minutos. Ya lo sufrió el equipo en la pasada Eurocopa, sin pegada a la hora de la verdad salvo en la prórroga ante Croacia. Se repitió en el Mundial.

2 LA POSESIÓN ESTÉRIL

Regresó a errores del pasado una España que abusa del pase horizontal, forzada por el rival que junta líneas y elimina espacios. De la impotencia sufrida ante Rusia en el Mundial 2018, cuando la posesión alcanzó el 79% sin profundida­d, a un escenario similar ante Marruecos, un 77% de dominio. Las dos cifras más altas que jamás tuvo una selección en la historia de Mundiales. Curiosamen­te ambas con eliminacio­nes en los penaltis.

Esa mala gestión del balón ha sido trascenden­tal. Solo ante Costa Rica, con el abrumador 82%, la selección española fue productiva. Ante Marruecos abusó del toque al pie, faltaron desmarques de ruptura, desdobles de los laterales, inspiració­n en los jugadores que deben romper líneas en conducción. Pedri, que debe asumir ese rol, perdió 17 balones. Dani Olmo el que más, 18, y Ferran Torres 13, en los extremos. Pérdidas claves en una zona del campo donde la inspiració­n individual genera ocasiones de gol que apenas se produjeron en un partido convertido en

la batalla de duelos que planteó una correosa selección marroquí.

3 SIN DESBORDE

Ha sido uno de los grandes males de España, la falta de descaro, jugar encorsetad­o en un estilo del toque con pocos jugadores con perfil encarador. Los que lo intentaron, además, no estuvieron acertados en los octavos. Dani Olmo fue el que mejor porcentaje de acierto tuvo, superando al rival en cuatro de las nueve ocasiones que lo intentó, pero no fue suficiente.

El desborde de los extremos era clave ante un equipo de líneas juntas y Ferran Torres erró en el intento. El revulsivo de Luis Enrique cuando pasó a su plan b, Nico Williams,

empezó bien pero acabó con tres regates buenos de siete. Esa falta de atrevimien­to se plasmó en que solo cuatro jugadores intentaron cinco o más regates.

4 LA MALA GESTIÓN DE LA PRESIÓN

España había ensayado los penaltis y Luis Enrique encargó a cada jugador que lanzase más de mil tras los entrenamie­ntos en sus clubes, pero en la presión todo es diferente. Fue el técnico el que eligió los primeros lanzadores buscando asegurar el buen inicio de la tanda.

Futbolista­s fiables como Sarabia y Soler, fallaron y extendiero­n una dinámica negativa. España ha perdido cuatro de las cinco tandas que ha encarado en Mundiales. Nadie falló más. Lo que se inició ante Bélgica en 1986 se extendió con República de Corea en 2002, el Mundial en el que salió airosa en su única tanda ganada, ante Irlanda, y reapareció contra Rusia en 2018. Esa presión también se apreció en los pases. Hasta 136 pérdidas, por las 78 ante Costa Rica.

5 LAS DECISIONES DE LUIS ENRIQUE

Sorprendió a todos el técnico asturiano con su apuesta por un jugador que no había recibido un solo minuto: Marcos Llorente, que llegó a la concentrac­ión con molestias. Luis Enrique apostó por él como lateral. Buscó mejorar la calidad de la posesión con un centrocamp­ista en la banda y el recorrido que le podía aportar. Un lateral puro como Carvajal se quedó en el banquillo, donde se esperaba a Azpilicuet­a por sus molestias.

La segunda decisión que causo sorpresa fue la ausencia de Morata, que había marcado en todos los partidos. Los cambios, retirando de primeras a Gavi, que no paraba de luchar y ganar duelos, y a Asensio, renunciand­o a su posible disparo, no tuvieron el rendimient­o esperado. Cuando pasó a su plan alternativ­o, un 9 puro y un extremo, no aumentaron los centros ni España pasó a jugar a nada diferente que no fuese a tocar en largas posesiones de poca profundida­d.

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KIKO HUESCA / EFE Luis Enrique, a la llegada a Barajas.

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