El Dia de Cordoba

MI VECINO PEDRITO

- MARILÓ MONTERO

quiere ejercer todo el poder sin ningún tipo de control ni por parte del Parlamento ni por parte del Poder Judicial. Un Gobierno que no cree en el equilibrio ni en el pacto. Un Gobierno que quiere arrasar los consensos del pacto constituci­onal. Un Gobierno que quiere gobernar para un 51% de los ciudadanos en contra del 49% restante. Y un Gobierno que quiere alcanzar el dominio absoluto del poder amparándos­e en una serie de palabras bellas –transparen­cia, derechos sociales, igualdad, feminismo, minorías– que sirvan para engatusar a los votantes y para neutraliza­r toda posible crítica. Si alguien se opone, es porque es un machista retrógrado que odia a las mujeres y a las minorías y tiene un póster de Hitler en el cuarto de baño. Si alguien dice algo, es un golpista. Si alguien critica, es una amenaza. Y dentro de nada –no se preocupen– ya habrá métodos efectivos para silenciar a las voces discordant­es.

Ese es el modelo. Y hacia allí vamos. Apuntemos la fecha: 15 de diciembre, porque está destinada a ser una fecha negra en nuestra historia reciente.

CERCANA ya la Navidad, es costumbre desde hace unos años que nos reunamos en casa unos cuantos amigos, charlemos, festejemos y, no sé cómo ni por qué, acabemos en torno a algún juego de mesa, aunque lo más importante sea la charla que mantenemos mientras. Tampoco sabría decir cómo a estas reuniones se unió Pedrito, un vecino. ¿Quién lo invitó? ¿A quién conocía él del grupo? La cosa es que Pedrito llegó como el que no quiere la cosa y, pese a no quedar claro en virtud de qué se sumaba a las reuniones, porfió por quedarse, y aquí lo tenemos. Aquí lo padecemos. Porque Pedrito sonríe mucho pero no escucha nada. Va a lo suyo. Está obsesionad­o con el juego de mesa, que ahora es el Monopoly, como podría ser cualquier otro. A él le dan igual la conversaci­ón, el clima agradable, la tertulia... Sólo quiere ganar, ganar, ganar. Ya lo pillamos haciendo trampas con los dados, pero nadie dijo nada, más por rubor que por otra cosa. Tampoco nadie le paró los pies cuando comenzó a cogerle las cartas a otros jugadores, adueñándos­e de sus logros en el juego. Es muy difícil hablar

Porque Pedrito miente como respira, con naturalida­d, sin cargo de conciencia, sonriendo siempre

con él, porque es un vecino al que no le importa mentir. Pedrito te dice que vive en el quinto si es necesario, aunque todos sabemos que no es cierto. O te asegura que no le gusta el fútbol, o que es ingeniero, o que es padre soltero. Lo que sea. Porque Pedrito miente como respira, con naturalida­d, sin cargo de conciencia, sonriendo siempre. En la última reunión ha dictado nuevas normas en el Monopoly, porque dice que no le gusta las que hay establecid­as, y se sacó un papel del bolsillo donde venía escrito, con su letra, que él posee la potestad para variar tales normas. Pedrito, el dichoso Pedrito, que ya no se limita a hacer trampas en el juego, a robarnos los billetes de colores del Monopoly, sino que también roba objetos de la casa y hasta carteras de los amigos que participan en la que se suponía una reunión agradable. ¿Quién invitó a Pedrito? ¿Quién se hace cargo ahora de decirle que no lo queremos, que todo lo que ha hecho ha sido para desbaratar, afear, estropear unos encuentros que se suponían dichosos? Pedrito no se entera de nada, o hace como el que no se entera. Insiste en no faltar a una reunión, y lo último es que se lleva también el Monopoly a su casa, aunque no es suyo. Sí lo es, ha dicho él, con total tranquilid­ad, mintiendo con el sosiego del que está genéticame­nte preparado para ello. Pedrito, no sé qué vamos a hacer contigo. No sé cómo vamos a arreglar la que has liado.

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