‘EFECTO LENTEJA’
● Gobernar y legislar en función del mero mantenimiento del poder político será causa de externalidades indeseables
pública ferroviaria, que comienza a sentir en el vagón de cola el aliento de la competencia privada (veremos cuándo nos viene el árbitro de Bruselas a sacar tarjetas y boletines de multas por esta subvención apenas encubierta). La picaresca española aprovechó los trenes baratos para reservar de gorra y sin miedo a sanción todo lo reservable, para después elegir el trayecto deseado en el horario que le pudiera convenir, causando –a lo que vamos– un efecto colateral indeseable y de lo menos solidario: quien quería o necesitaba desplazarse en el tren copado por los gratuistas a tiro de móvil app se quedaba en tierra, y los asientos quedaban vacíos. Un abuso que se ha pretendido paliar con sanciones de papi timorato sobre hijos consentidos. En cualquier caso, otra imprevisión.
Tiene este asunto una cierta resonancia a lo que en economía se llaman “externalidades”, o sea, efectos sobre terceras partes de economías en las que dichas partes no pintaban nada. Por ejemplo, una externalidad nociva se produce cuando alguien compra un vuelo, con lo que la aerolínea gana el precio del mismo y el viajero gana su desplazamiento, pero los que ni venden ni compran soportan los costes medioambientales del tráfico aéreo. En positivo, que te pongan cerca de casa explotaciones frutales o de apicultura es beneficioso para quienes viven cerca de las mismas. El bono gratis total –es un decir– de Renfe, por ejemplo, ha atizado un mazazo importante a las compañías de autobuses interurbanos, ya de suyo tocadas. Y a las gasolineras y sus empleados, o a Blablacar (personas que comparten coche). Decidir en el ejercicio del poder tiene implicaciones derivadas. Lo importante es que no se actúe tan a la ligera que las decisiones no vean más allá de lo inmediato. Eso es meterse en un barril que rueda cuesta abajo. Medir las consecuencias de nuestros actos es imprescindible para navegar sereno en la vida, en la acción política es obligado. O bien es demagógico, y funesto.
La acción política cuando es precipitada siempre amenaza al futuro