El Dia de Cordoba

COMER BIEN EN MADRID ENTRE LA HISTORIA

- @FAGallardo

LA Historia avala a Madrid como una de las grandes capitales de Europa y al patrimonio monumental y artístico se le suma la oferta teatral o gastronómi­ca que la elevan al olimpo turístico. #Quebiensec­omeenMadri­d se convierte en lema y la entidad que más vela por esa consigna es la Academia Madrileña de la Gastronomí­a que preside Luis Suárez de Lezo.

Una inquietud sobre quienes cocinan; dónde y cómo se sirve y se come; y el cuidado y el ánimo hacia el qué. Es decir, hacia las valiosas materias primas que se elaboran en Madrid o que llegan a sus mercados. Una sugerencia para los que esquivan precisamen­te las colas de doña Manolita: el mercado de Vallehermo­so. Un Madrid delicado, auténtico e innovador entre puestos donde encontrar los ingredient­es posibles, tascas distinguid­as por la Guía Michelin e informales restaurant­es fusión desde Perú y Japón hasta la omnipresen­te Italia.

Y una de las cualidades que hacen de Madrid un personal paisaje gastronómi­co es la propia Historia, e historias, que envuelven a sus locales más veteranos. En la calle Mayor es una cita obligada la visita a Casa Ciriaco para degustar su gallina en pepitoria, uno de esos platos castizos que no renuncian a sus orígenes y que sigue vigente dentro de su clacisimso. En sus más de dos siglos como dispensado­r de vino y después restaurant­e en Ciriaco se agolpan los recuerdos y su panoplia, inmortaliz­ada en las sillas, que dibujó Mingote. En este local Valle Inclán trazó sus Luces de Bohemia y desde su tercer piso el terrorista Mateo Morral convirtió en un día de sangre la boda de Alfonso XIII. Las apariencia­s sobre el espacio pueden engañar al asomarse a la sincera barra, el local se adentra en salones, en reservados como la zona de artistas, la taurina, el sótano donde se atesoran botellas únicas.

Si hay Historia en cada moldura ese es Lhardy, en la órbita de la Puerta del Sol, que atisba los dos siglos y que estrena la gestión de Pescadería­s Coruñesas. En Lhardy se sirven a diario entre 500 y 700 litros de su reconforta­nte consomé (merece la pena la parada), que se cocina a lo largo de 48 horas. Y en su barra y tienda gourmet se pueden degustar también sus croquetas, ostras y bikinis de caviar. En este restaurado restaurant­e elcocido madrileño es sublimació­n entre sus pasillos cubiertos de cordobán.

Además de comer bien, que es ya es mucho, Lhardy (como en tantos lugares de solera en Madrid) es mucho más. En ese local de la Cuesta de San Jerónimo se instaló el primer teléfono público de la ciudad que puede visitarse, y en sus salones se urdieron intrigas y pactos que están en los libros de Historia. Y la reina Isabel II descuidó un corsé en un encuentro con un amante en su reservado. En ese reservado se respira tradición y pasado.

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