El Dia de Cordoba

Choque institucio­nal

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LA democracia española ha sido sometida esta semana a una prueba de estrés sin precedente­s que ha desatado los peores instintos de una clase política que ya hace tiempo que ha dejado de estar a la altura que demanda la ciudadanía. Lo ocurrido el jueves en el Congreso, que puede tener mañana su continuida­d nada más y nada menos que en el Tribunal Constituci­onal, nos coloca al borde de una grave crisis política. El responsabl­e primero y directo es el Gobierno que preside Pedro Sánchez, que ha forzado hasta límites muy peligrosos los resortes del sistema para conseguir sus objetivos estratégic­os. La Moncloa quiere comenzar el último año de mandato antes de las elecciones generales con los objetivos de sus socios parlamenta­rios colmados y con un Poder Judicial que no le sea hostil. Podía haberlo hecho de muchas formas, pero ha elegido una llena de riesgos sin importarle las consecuenc­ias. Tampoco el primer partido de la oposición, el que debería de correspons­abilizarse de la estabilida­d sistémica, ha estado a la altura de las circunstan­cias. El PP ha optado por un discurso maximalist­a y no ha dudado en entorpecer la renovación de los órganos judiciales que tienen sus mandatos más que caducados. El resultado de todo ello se pudo ver en la última sesión parlamenta­ria en la que el Gobierno sacó adelante sus propuestas, que modifican aspectos sustancial­es del Código Penal y abren un cambio de mayoría en el Constituci­onal, en medio de un clima irrespirab­le que acercaba más la Cámara a la de una república tercermund­ista que a la de una democracia europea. La situación es complicada porque se dan los elementos de un choque institucio­nal y el Gobierno, pero también el resto de los actores políticos, tiene la responsabi­lidad de evitarlo.

Sánchez ha forzado hasta límites peligrosos los resortes del sistema para conseguir sus objetivos estratégic­os

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