¿ESTO QUIÉN LO PAGA?
JOSEP Pla, cuando veía algo grandioso, como la noche encendida de los rascacielos de Nueva York, preguntaba con el acento más ampurdanés posible: “Y esto… ¿quién lo paga?” Era una pregunta esencial. Yo también me la hago y no sólo ante los magníficos edificios, sino especialmente ante las ruinas, sobre todo, ante las ruinas irresponsables.
Lo que está pasando en la política española es un caso de esto último. Sánchez, que jamás gobernaría con Podemos ni rebajaría la sedición ni abarataría la malversación ni toquetearía la división de poderes ni asaltaría el gobierno de los jueces, lo ha hecho todo. Y como un conejo de Duracell fuera de control sigue y sigue. Las hemerotecas son fascismo y él tira millas. Yo ayer procuraba armar mi apasionada defensa del Estado de Derecho; pero hoy sólo me sale preguntar “Y esto, ¿quién lo paga?”.
Es una pregunta naturalmente retórica, porque sé que pagaremos nosotros, los de siempre. Y lo que querría pedir por favor es que lo paguemos al menos a medias. Quiero decir que podrían tener la honradez de no pasarnos la factura íntegra de su fiesta desintegradora. Si abaratan la malversación, que aligeren la versación de trincarnos
Van a cambiar el orden constitucional sin que nosotros lo queramos y lo vamos a pagar nosotros
a nosotros el dinero –vía impuestos, tasas, multas, sanciones, etc.– que luego van a malversar la mar de impunemente. También si relajan el peso de la ley sobre sus augustas personas, que son intocables, ¿no podían darnos a nosotros un trato análogo? Si van a aligerarse la vigilancia de los jueces y de los magistrados del Tribunal Constitucional, ¿no podrían impunizarnos a nosotros un poquito?
Porque toda su subversión del sistema jurídico va a tener un coste altísimo como siempre pasa cuando se pierden rigor y seguridad jurídica y se multiplican los puestos políticos y los favores subsiguientes entre ellos. Y alguien, como advertía Josep Pla, tiene que pagarlo por fuerza.
No miren ustedes hacia atrás buscando a otros paganos. No los hay, créanme. Tampoco miren hacia arriba, porque ésos o están exentos o son los que la están liando.
No tiene gracia apechugar por algo que no nos hace gracia; pero no sé si vamos a poder escabullirnos. Yo voy a esperar sentado a que respeten nuestra soberanía fiscal. No tienen pinta de ser partidarios de aplicar a los demás los privilegios que a sí mismos se otorgan. No son de la ley del talión, claro, sino de la ley del talón, el que les firmamos, en blanco, los ciudadanos. Y chitón.