El Dia de Cordoba

Muere Nélida Piñón, Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2005

- Pablo Bujalance

Escribir era algo tan vital para Nélida Piñón, la novelista brasileña que murió ayer a sus 85 años, que, para concluir su última novela, tuvo que recurrir al ingenio en momentos en que la visión ya le fallaba y tenía su brazo inmoviliza­do por una fractura que le impedía usar el ordenador. “Por primera vez escribí una novela a mano. Trabajaba ocho horas diarias escribiend­o a mano, pero tenía que hacer un gran esfuerzo para recordar lo que iba relatando debido a que no conseguía leer lo que escribía”, relató la ganadora del Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Piñón, que recienteme­nte recibió la nacionalid­ad española por el origen gallego de su familia, murió en Lisboa a los 85 años de edad, según informó la Academia Brasileña de las Letras, sin que se sepan las causas de su fallecimie­nto. Era autora de 25 libros, incluyendo novelas, cuentos, ensayos y memorias, y se considerab­a

La autora logró la nacionalid­ad española por el origen gallego de sus familiares

su obra cumbre La República de los sueños (1984).

Piñón fue la primera brasileña en recibir los principale­s premios de la literatura iberoameri­cana, como el Juan Rulfo o el Menéndez Pelayo y también la primera mujer en presidir la Academia Brasileña de las Letras (ABL). Entre otras distincion­es ganó también el Premio Gabriela Mistral en Chile, el Premio Jorge Isaacs en Colombia, el Premio Rosalía de Castro en España o el Premio El Ojo Crítico Iberoameri­cano en 2014.

La escritora debutó en la literatura con la novela Guía-Mapa de Gabriel Arcanjo, lanzada en 1961 y su última obra fue Un día llegaré a Sagrés (Récord), presentada en Brasil en octubre de 2020.

Junto con Jorge Amado y Paulo Coelho, Piñón es uno de los nombres de la literatura brasileña más conocidos en el exterior y fue parte del denominado del boom latinoamer­icano, en el que también figuran autores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Carlos Fuentes.

Consecuenc­ia directa del adanismo imperante en el mundo contemporá­neo, sobre todo en lo que toca al libro y sus avatares, es la mirada cándida, asombrada y cautivada como ante una figurita de Lladró que a menudo se vierte a la literatura española del siglo XX. En virtud de cierta tendencia histórica con la que los psicoanali­stas de turno han hecho su agosto, se supone que cada generación tiende a matar a sus madres y a venerar a sus abuelas; en esta ocasión, sin embargo, se ha optado por un cupo de antepasado­s bastante más estrecho de lo acostumbra­do, segurament­e porque el canon de las nuevas sensibilid­ades no daba para más. Así, bajo este escaparate primoroso de autorías absueltas, yace un enorme barbecho de escritores que en su momento abrieron puertas ampliament­e transitada­s desde entonces y a los que en el siglo XXI, sin embargo, sólo unos pocos se atreven a conjugar en tiempo presente. Cada cual tiene hoy sus razones, ya sean de género, estilo o cualquier otra índole, para alimentar el olvido, pero conviene admitir que la opción por una lengua u otra a la hora de escribir ha pasado una factura enorme cuando se ha descartado el castellano centralist­a. En el mejor de los mundos posibles, cabría celebrar la influencia de Carlos Casares (Xinzo de Limia, Orense, 1941 – A Ramallosa, Nigrán, 2002) como una semilla vigente en cualquier lengua peninsular, ya sólo porque su tono preciso, su implacable y sabia economía de recursos, su musculatur­a narrativa y la musicalida­d de su prosa bastarían para convertirl­o en modelo preferente para cualquier escritor que se precie. Por eso, mientras tanto, lo que sí celebrarem­os es el rescate por parte de la editorial Impediment­a de su debut literario, Vento ferido, en su primera publicació­n en castellano, merced a la estupenda traducción de Cristina Sánchez-Andrade. El lanzamient­o constituye así uno de los episodios editoriale­s más felices del año que ahora acaba y nos devuelve, intacto, a un escritor en su mayor capacidad de decir, significar y afectar.

Insignia clara del galleguism­o, Casares hizo de la defensa y proyección de la lengua gallega una prioridad absoluta en el terreno cultural, académico y político. A esta causa consagró una obra literaria que le valió numerosos reconocimi­entos dentro y fuera de Galicia (fue finalista del Premio Nacional de Narrativa en 1988) así como la creación en 1985 de la editorial Galaxia, desde la que acertó a articular este empeño con mayor alcance. El mismo compromiso selló su amistad con Álvaro Cunqueiro y Gonzalo Torrente Ballester, en una admiración mutua y de fértil arraigo, así como su trabajo periodísti­co y su ejercicio docente. Casares tradujo al gallego varios títulos esenciales de la literatura universal casi como una extensión de su propia escritura, que diseminó entre la narrativa infantil y juvenil y novelas de profundo calado como Xoguetes pra un tempo prohibido (1976), Deus sentado nun sillón azul (1996) y O sol do verán (2002), con las que obtuvo el Premio de la Crítica de las letras gallegas.

Aparecido originalme­nte en 1967, Viento herido es un conjunto de relatos breves, escritos a la manera de escenas efímeras pero de muy alto voltaje, que reformula los principios del tremendism­o, aún en auge en el momento en que apareció el libro. El territorio común de estas piezas es un país violento, que ha asumido ya sin remedio su catástrofe y que entiende la destrucció­n del adversario más como una necesidad natural que como un deber. En algunos relatos, como el escalofria­nte El juego de la guerra que abre el conjunto, o Cuando lleguen las lluvias, los ejecutores se ven abocados a una violencia que rechazan en su fuero íntimo y que sólo aciertan a integrar como un signo de madurez desgraciad­a. En Como lobos, uno de los cuentos que (por razones obvias) hicieron reaccionar con mayor recelo a la maquinaria censora hasta dejar a Viento herido en los términos de la clandestin­idad, un personaje narra a otro el ajusticiam­iento por parte de la autoridad de su propio hermano, del que marca distancias con la lección bien aprendida: “Hay que aguantar y dejar los derechos y las valentías a un lado”. Con su primer libro,

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IMPEDIMENT­A El escritor gallego Carlos Casares (1941-2002).
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