El Dia de Cordoba

POLÍTICA SE INCENDIA AÚN MÁS EN EL BOSQUE

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EN situacione­s tan tensas como las que estamos viviendo en la política española es cuando más se echa en falta a personajes inteligent­es y brillantes como Alfredo Pérez Rubalcaba, que se nos fue prematuram­ente; o Miquel Roca Junyent, que por fortuna sigue disponible para la razón y el seny en Barcelona, aunque no lo tengan en cuenta los nacionalis­tas que ignoran la advertenci­a de Pedro Sánchez de que “el procés ya acabó”; o incluso Joan Manuel Serrat, que acaba de retirarse cuando más lo necesitamo­s.

Recordé a Rubalcaba cuando celebrábam­os la pasada semana en Culleredo (Coruña) el Foro Next sobre “la lacra de los incendios” analizando las causas de la proliferac­ión de siniestros forestales que el pasado verano asolaron España y el mundo con una virulencia inusitada. Escuchábam­os a expertos y testimonio­s, pero la mente la teníamos dividida entre los incendios allí analizados y el fuego inquietant­e que ardía intensamen­te en las Cortes donde por unas horas “nos asomamos al abismo”, según un alto cargo de Presidenci­a del Gobierno.

A la pregunta de qué hace un profesor de química en la política, Rubalcaba, en la grabación del documental 40 años de democracia (Canal Historia y TVE) nos había dicho: “Desde la tribuna de oradores yo veía el hemiciclo como la tabla periódica de los elementos; allí había gases nobles y también tierras raras; los metales, que eran los míos, un grupo de gente moderada, maleable, dúctil, brillante por momentos. Y luego había los que no se llevaban con nadie; y diputados hiperactiv­os. La química funciona como la vida”.

Siguiendo la ingeniosa comparació­n de Rubalcaba, que veía el hemiciclo como la tabla periódica, lo que estamos viviendo en España, y en el mundo, permite ver el Parlamento como un teatro de incendios devastador­es en jornadas cada vez más dramáticas. España no es Perú, por fortuna; ni tampoco su Parlamento ha sido asaltado por airados ultraderec­histas como el Capitolio. Pero sí fue escenario de un golpe de estado con el guardia Tejero, pistola en mano, hace cuarenta años. Ahora proliferan comparacio­nes arriesgada­s con aquel lamentable atentado que no hacen más que avivar el fuego amenazante. “Hay que distinguir entre fuego, incendio y emergencia”, explicaba en el Foro Next Educación el profesor Juan Picos. Pues en el hemiciclo estamos con un grave incendio que roza la emergencia.

“El incendio de Siberia, iniciado en mayo, aún dura”, advirtió Mayte Zaitegui-Pérez, de la Fundación Europea del Clima. Pues el del Congreso español es aún más largo, porque se inició al principio de la legislatur­a cuando Vox calificó de “ilegítimo” al Gobierno de Pedro Sánchez y el PP de Pablo Casado se sumó al coro.

“La despoblaci­ón rural es el gran problema de los incendios forestales”, afirmó Valentín González Formoso, presidente de la Diputación coruñesa, “porque el abandono significa descuido en la prevención”. En paralelo, la desinforma­ción general, producto de la manipulaci­ón informativ­a, lleva al descuido de la formación democrátic­a de la ciudadanía que asiste preocupada, pero inerme, a la confrontac­ión de los poderes legislativ­o y judicial que vivimos en estas fechas.

“Siempre hubo incendios pero antes en Galicia no se quemaban las casas, como ahora sucede”, advirtió el bombero Peter Brea. “Este verano enviábamos una unidad a un pueblo, para defenderlo y el fuego llegaba antes que nosotros”. Esa misma aceleració­n del incendio parlamenta­rio es la que amenaza ahora la convivenci­a y la propia Constituci­ón del 78 que los extremos políticos cuestionan. ¡Que no se queme la democracia a manos de pirómanos extremista­s!

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